lunes, 1 de junio de 2015

II. Los pinos del Depósito. 2ª Parte.

En "los pinos del Depósito. 1ª parte", estuvimos cortando... 
¡Huy! ¡Contado...! la necesidad de la tala
de algunos de estos soberbios pero desubicados árboles...



y de cómo, dos profesionales, Salazar y Joaquín, estaban acometiendo la ardua tarea.



Era un trabajo minucioso que requería paciencia, maestría, habilidad y fortaleza.
No era plan de cortar los pinos por abajo y dejarlos caer. 
La premisa que llevó a su fin a estos seres arbóreos increíbles,
 era precisamente la de que no cayesen sobre las casas, como amenazaban.
Por eso, rama a rama, trozo a trozo, iban desalojando uno a uno, los ejemplares.



Con ayuda de una tirolina, iban alejando el peligro, por fascículos...



¡Un trozo...! Y vuelta a empezar en las alturas...



hasta doblegar el orgulloso e inclinado porte del piñonero.



Acto seguido, lo "gordo" se apartaba para los vecinos -que así ayudaron a la saca-
y lo "menuo", era amontonado en piras "funerarias"...



que al principio humeaban por lo fresco del verde...



hasta calcinarse en viva llama por el ardor de las calorías inflamables.



Desde todas partes se veían los malos humos pero, hasta entonces , lo que no
se veía era nuestro carismático Depósito, oculto tras las innumerables pinochas.



No era plan de cortarlos todos, todos... 
Sólo los que podían incidir sobre la integridad humana...
Tampoco el sacrificio era por las vistas pues...



 muy cerquita, los tajos de la Cornicabra ofrecen unas panorámicas exquisitas 
sobre nuestro abandonado Rodezno...




y hacia el resto de nuestro querido pueblo.



Eso sí, al haber tuberías alrededor del "altivo y orgulloso", 
todas esas raíces podían afectar
al suministro imprescindible de agua de la población.
 -¡El que sembró allá por los cincuenta -con toda su buena intención-
los pinos del Depósito, no pensó en los problemas que éstos podrían ocasionar!



Pero la deforestación, entendemos que necesaria pero a disgusto de este humilde blog 
-no hay más que recordar aquella mítica entrada de "Ubrique en verde de luto"-
¡Sufrió un parón...!
 A los aguerridos trabajadores, se los llevaron a laborar por otros lares.



Y entre otros... ¡Al Cogollo mismo...!
Allí en el Algarrobal, en un parterre, también alguien tuvo la genial idea de...



sembrar dos graciosos "pinitos piñoneritos" y que se hicieron monstruosos.



Nuestros ya amigos -por las veces que nos hemos visto y hablado- Salazar y Joaquín-
hicieron lo que mejor sabían hacer... ¡Era su profesión...!



Pero la acción siempre iba precedida de la reflexión de cómo hacer
y con el menor daño -aunque con tales envergaduras, posible era todo.
Aunque esa reflexión fuese acompañada de un buen bocata en el desayuno...
A lo que íbamos, ocupados en otros menesteres, no tuvieron tiempo...



de terminar lo que los llevó a nuestro Depósito. 
¡A pesar de las habladurías...!



¡Ahí quedó la tarea pendiente! 
Sobretodo la del más gordo que amenazaba con caer encima del cable del agua... 
El imprescindible suministro seguía estando en riesgo...
¡Los tambores de la incertidumbre resonaron una "tambourada" más...!
Hasta que otro día D, a otra hora H...



en el mismo lugar L, pudimos ver, su ansiada reaparición. 
Lo que hacía semanas que se empezó, ya parecía que se iba a poder concluir.



En un pis pas...
 de los "esbeltos amenazantes" del trato, sólo quedaba una copa
-y no precisamente de vino.



El siguiente acto daba escalofríos.
-"¡Bravo, señores!"
-"Y pensar que hubo quién dijera... ¡Es que van muy lentos!"
¡Es que... Hay trabajos... que!



El gigante sucumbía, porción a porción -visto desde abajo-
 ante el rugir de la implacable motosierra de Salazar
y el apoyo inconmensurable de Joaquín...



hasta que estuvo dolorosamente en el suelo.
Era una mezcla de sentimientos controvertidos ver tanta magnificencia, yacer inerte.
-"Sabemos que, a nuestro compañero del agua, ése era el sentimiento que lo invadía"
Pero las personas que viven debajo estaban a salvo...



y que nuestro Depósito, luce esplendoroso como en los sesenta y 
-"otro y"-...



que Salazar y Joaquín estaban pletóricos de haber completado la descomunal tarea, sin bajas...
¡Sólo la de los pobres pinos piñoneros que un iluso de antaño, sembró donde no debía...!
-con toda su buena intención.
No obstante, aparte de los vecinos y vecina de la calle Cornicabra 
que vieron como desaparecía la espada de Damocles 
que se cernía sobre sus cabezas -nunca mejor dicho-
 quién más favorecido ha quedado de tamaña gesta...



es nuestro genuino y carismático depósito de la Cornicabra.
¡Qué dure otros ochenta más y qué lo veamos! ¡Jojojo...!




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