La sierra de Ubrique, una de las maravillas del mundo.
Un lugar donde la magia se entrelaza con lo agreste y rudo de la caliza
pero que con paciencia y experiencia se llega a disfrutar enormemente.
Un lugar que todos tenemos la obligación de cuidar para que las
generaciones venideras puedan "aprendérsela" -con tanto empeño
como el que tenemos algunos- para darla a conocer a los no nacidos.
Pero la querida e imponente sierra de Ubrique...
¡Tiene una asignatura pendiente!
En la entrega anterior habíamos descubierto y ascendido por
Aquella que desembocaba arriba, en la cumbre de la Maceta,
ese atractivo pico que se yergue vigoroso e inaccesible
pero que buscándole las cosquillas, se rendía.
y horas más tarde habíamos encumbrado nuestro objetivo.
Ahí nos habíamos quedado, impresionados por enésima vez
con la portentosa gran falla de nuestra sierra.
Y recordando aquella juventud en la que nos atrevíamos a repechar por la Merguilla
-la ruta más peligrosa y menos recomendable para subir a Sierra Baja.
La adrenalina fluía como torrentes en aquellos tiempos.
La Merguilla que arranca desde ese claro, trepa inclinada y perpendicular
a la gran falla que es La Merga. En su ascensión se va sintiendo la atracción
del vacío. Como si una mano nos agarrase por la espalda para precipitarnos.
Menos mal que en la actualidad está "grapada" para una escalada segura.
Estábamos descendiendo por entre enormes bloques calizos...
y la sabía Naturaleza nos sorprendía de continuo.
Bellas estampas naturales sin empañar por la acción humana.
Una última mirada a la portentosa Merguilla...
y ya nos dirigíamos a la vereda que baja hasta el llano del Primer Aljibe.
Como en todas las incursiones, llevábamos a mano una sencilla bolsa de plástico
que usamos para retirar del entorno cualquier residuo -humano-
que no le pertenezca a esta belleza ecológica.
Los paseítos por la sierra aunque sean rudos en ocasiones...
permiten codearnos con el atractivo mágico que nos envuelve.
Y como conquistadores de las alturas nos podemos permitir el lujo
de bellos paisajes en lontananza como aquel cuadro...
que nos trajo a la retina, recuerdos de cuando fuimos al pantano de los Hurones.
Admirando las pocas encinas que quedan en estos -lugares -antaño plagados de ellas-
pero desaparecidas en pos del desarrollo del mayor devastador, el hombre.
La policromía de las erectas paredes nos distrajo por un momento de nuestro
objetivo, que era descender aunque fuese como siguiente etapa...
al mítico llano del Aljibe. Viendo el lugar, cuesta creer que por aquí pasan
corriendo los aguerridos deportistas en las variopintas pruebas deportivas que
se organizan en nuestro querido pueblo y que hacen que parezca que
trotar entre tortuosos riscos, sea un paseo y que en un salto, ya llegaron.
Nosotros también daremos otro salto y nos encajaremos...
en esa dulce dolina que antes veíamos desde las alturas.
Un lugar perfecto para la meditación, para la imaginación, incluso para cantar,
como cuando pasamos por aquí en aquella incursión con corazón.
En este entrañable lugar de obligada visita, reflexionaremos sobre
esa asignatura pendiente en la Sierra. Aquí mismo es frecuente ver
los restos dejados por la gente. Menos mal que algunos -y no pocos-
nos encargamos de que esa incongruente basura no deje constancia...
pero "la luz no se encenderá", mientras haya gente insensible -sin idea o con mala idea-
que deje su indeseable impronta en tan magnífico lugar.
Desde siempre hemos predicado que si subimos con el peso de las latas...
¿Por qué no bajarlas cuando ya no pesan...?
¡Es pura lógica ecológica...!
Y terminando de bajar hasta el pueblo estábamos, cuando una diaclasa nos llamó
la atención. En busca de alguna maravilla más, hacia ella nos dirigimos.
¡Pero la "gran sorpresa" nos llevamos! Allí, oculta de la vista...
una indeseable y abultada cantidad de latas.
En ese momento nuestro pensamiento iba en pos del oligofrénico
que las desechó en esa grieta.
-"¿Qué pensaba el incauto? ¿Qué era un contenedor amarillo?"
¡Pocas luces abalaban al insensato...!
En las latas se veían los agujeros de los disparos.
-Lo dejaremos sin palabras. Que cada uno saque sus propias conclusiones.
Pero por nuestra parte, hicimos lo que cualquier buen hijo de su Madre Tierra, haría.
Nuestra sencilla bolsa de plástico, cumplió su objetivo, desgraciadamente.
La Naturaleza sí sabe qué hacer con sus propios deshechos...
es más, son incluso beneficiosos para Ella misma...
pero le cuesta una enormidad deshacer nuestros entuertos.
Ella misma clama:
-"¡No hay derecho! ¡Me siento impotente ante tanto desmán...!"
-"¡Si es que me traéis hasta trozos de moto...!"
Y a "eso" se le suma una estrambótica cantidad de enseres varios
-como bien dimos cuenta de ello cuando dijimos, Vamos a desamueblar la Sierra.
Algunos de esos "olvidos" inconscientes", bien podrían servir...
para enmarcar bellas estampas de nuestro reducto artificial pero...
no deja de ser antiestética y repelente basura.
Se acabaría esta lacra insulsa y sin sentido, si cada uno se trajese de la Sierra...
aquello que se lleva. ¡La sierra no quiere para nada nuestras cosas!
Es para llorar -como ya lo hicimos con aquella Colección de piedras corazón.
Qué sirva esta entrega de este humilde blog para hacer una súplica...
¡Una llamada a la cordura...!
-¡La Sierra ya no es un muladar como antiguamente se usaba!
La Gran Madre Tierra está plenamente cualificada para regenerarse.
Su diseño de la cadena trófica, es altamente sofisticado pero
no contaba con que le saliera un "Hijo" descarriado
y casi totalmente al margen de sus designios.
Con los tiempos que corren en su contra, es para pensarse...
si la poderosa "Madre" hizo bien en "parirnos".
-¡Tenemos una gran asignatura pendiente!
Ese "cateado", dice mucho de nosotros...
-¡Bueno! ¡No de todos! -Sirva de esperanza.
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