El edificio más alto de Ubrique, en el que está el Juzgado, está en la calle Juzgado.
Es tan alto, para un pueblo de la sierra de Cádiz que no sólo acaricia las nubes
como la imagen de cuando comenzamos aquí el reto de la cenefa de cerámica...
sino que su pretensión real es alcanzar la luna.
Es tan alto que sobresale de los demás con creces y,
desde esta óptica en el cerro de los Olivares, podemos ver perfectamente...
la entrada del Mercado de Abastos que ubica en la planta baja.
Nuestro edificio es tan alto que se moja antes que los demás.
Tiene tanta altura que subir hasta su cenit, requiere un gran esfuerzo.
¡Menos mal que cuenta con ascensor!
¡Cómo si no!
¡Así que vamos a subir!
¡Subir!
¡Subir!
Subir.
Subir hasta casi tener sensación de ausencia de oxígeno y creer
que todo el paisaje está trastocado... ¡Cómo si algo no cuadrara!
Subir...
hasta que las panorámicas sobre nuestro querido pueblo se vuelven impresionantes.
Desde estas alturas tiene destacado protagonismo sobre todas las cosas... decimos...¡las casas!
el San Antonio, tan singular y con todos sus secretos al descubierto.
Y alzando algo la vista -¡pero no mucho...!
obtenemos la vista del Calvario de Ubrique, bajo el promontorio
del cual siempre nos preguntaremos... ¿y la Cruz de la Viñuela?
Desde la cuarta planta podemos ver...
algún que otro "soberao de palo" de los antiguos, muy en contraste con...
los porches más actuales de nuevo diseño.
Incluso podemos disfrutar de un extraordinario panorama, haciendo
un correcto uso de los servicios que nos ofrece el edificio más alto de Ubrique.
Unos servicios que permiten concluir límpiamente nuestros asuntos internos...
Desde las alturas podemos distinguir la esbelta palmera del Convento...
y junto al Rano, delante de la oculta Vega Redonda,
el pincho Cancho del Búho, en el camino de Ronda.
Si la respuesta está en la historia, no podía faltar la silueta de nuestra historia
más antigua. No hace mucho que dimos una vuelta a Ocurris.
El edificio cuenta con profundos pasillos. Éste de la cuarta planta ya ha sido tildado,
con la gracia que caracteriza a nuestro querido pueblo para los sobrenombres,
como "el Corredor de la Muerte". Y es lógico,
por esta galería se accede a Hacienda, al Servicio de Recaudación y al Agua.
Más allá, el vacío con vistas a una terraza que aunque no lo parezca, es verde y blanca...
con el exótico ciprés, junto al encajonado río Ubrique.
Y hablando de árboles exóticos, desde esta alta cota...
podemos ver por las chimeneas, la copa de la araucaria
del jardín de la Escuela Redonda.
¡Y es que estamos bien altos!
¡Si los bloques tienen tres, nosotros tenemos cuatro!
Así que ver por encima de ellos y fijar la vista en...
¡Es que estamos tan altos como la torre de telecomunicaciones!
Esa torre sobre la que se posó una cigüeña el día que pensamos en cómo hacerlas venir.
Desde aquí el horizonte de Ubrique se hace más amplio pero tanta altura
puede darnos vértigo. Lo mejor es ir bajando al nivel de la calle.
Si para ello elegimos algo de ejercicio aeróbico,
casi al final de los ochenta y seis escalones de la escalinata...
casi al final de los ochenta y seis escalones de la escalinata...
nos topamos con el escudo del mundo al revés y la lámpara de papel de plata de diseño.
Pero si por el contrario no queremos bajar tan pronto porque ya se nos pasó el sofoco
de las alturas, aún todavía podemos subir algo más. Sobre la cuarta...
se soporta la quinta. Es como entrar en la playa de los Muertos del Cabo de Gata,
todo lleno de piedras. Un amplio espacio abierto espectacular...
sobre el que se ubican las estancias de la quinta planta.
Desde este remate...
nos damos cuenta de que estamos viendo de frente el campanario de la O, al que
no hace mucho se le desmontó una de las vetustas campanas para su reparación.
Desde este no va más, podemos apreciar igualmente que hemos
desbancado la altura del que fuera hasta éste, el edificio más alto.
Ahí tenemos, en su cima y sujeto con dos hierros, el pajarraco en Ubrique
que al final, resultó ser el escudo de nuestra hermana Ronda.
Después de revisar el perfecto funcionamiento de las seguras máquinas elevadoras,
¡ahora toca bajar!
¡Y bajar!
¡Bajar!
¡Bajar!
¡Bajar!
¡Bajar hasta el sólido suelo!
Desde él, podemos cerciorarnos de la altura de aquél que tiene pasión por tocar nubes.
Ese edificio que suscita división de opiniones y que quiere
competir con las peñas de la sierra en porte y altura.
Nuestra torre de oficinas...
-"¡Quisiera ser tan alta como la luna!
¡Para que nada ni nadie le pueda quitar de la vista, los bellos crepúsculos
de los que disfruta, después de la jornada laboral!"
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