A los que nos gusta la Naturaleza nos llama la atención los detalles que la conforman.
Uno en particular es la vareta de acebuche y
la variedad de utilidades que conlleva por su peculiaridad.
Por un lado, los olivos que son acebuches "domesticados",
dejan brotar de su "salvaje" tocón, varetas que terminan enramándose,
usándolas como defensa ante la agresión natural de los herbívoros.
Por otro lado, aquí en la sierra de Ubrique, se usan desde nuestros ancestros,
por su rectitud y resistencia para la fabricación de la más variada gama de soportes manuales, hasta la altura de la cintura que se arquean en la parte superior y
se emplean cuando, con el paso del tiempo, las piernas van perdiendo fortaleza.
Y ahora que ha sido agosto -temporada de varetas frescas-
centenares de varetas, menudas y "tiernas", son recolectadas por artesanos
para el entramado de los más variados canastos.
Casualmente el título de la entrada de hoy.
Uno de estos imprescindibles malabaristas que hacen que
no se pierda del todo la tan arcaica tradición, es nuestro amigo Ramón,
no se pierda del todo la tan arcaica tradición, es nuestro amigo Ramón,
de la calle Nacimiento -que deriva su nombre del Cornicabra.
Por nuestra condición laboral, coincidimos con frecuencia y
siempre quedamos para más adelante...
para ver cómo se hace un canasto de varetas.
-"¡Pues esta tarde va a ser y no le vamos a fallar!"
En su fresca vivienda nos esperaba nuestro entrañable panadero jubilado, Ramón Sanjuan.
-"¡Pasad! ¡Estoy empezando uno!"
Cuando Ramón dice que "se va de vareta" lo hace en el más estricto sentido literal. Absolutamente sin ninguna connotación escatológica.
En su casa huele a uno de esos variados perfumes de la"Moda Verano"...
aroma de acebuche fresco.
Además se nota su buen quehacer por todos los rincones.
-"¡Son compromisos!"- nos cuenta.
Cuando le preguntamos un poco por su vida, nos dijo que había sido emigrante muchos años como tantos y tantos ubriqueños. Después estuvo muchos años durmiendo de día mientras hacía pan en la panadería de los Nueve Caños, donde llegó a la edad del júbilo.
Curioseando los cuadros colgados de la pared,
uno de ellos nos llamó especialmente la atención.
¡El de su boda!
-"¡Se llamaba Cristo! ¡Nos casamos en el setenta y uno! ¡Ya ha llovido desde entonces!"
Las personas activas tienen que buscarse una ocupación. Con sesenta y nueve años,
nuestro querido Ramón...
hace canastos de vareta, con esa maestría palpable desde el comienzo de la base.
-"¡Las puntitas sobrantes se le van cortando!"
-"¡Se tiende en el suelo para...
agrupar todas las guías para las que cojo las varetas más largas...
se amarran todos los cabos para que no se suelten...
y se le da un repasito de tijeras por abajo!
¡Vamos bien...! ¿No?"
-"¡A continuación se cogen las varetas más pequeñas, se sujetan con el dedo gordo...
y con la otra mano, se van entrelazando sobre las guías que están amarradas!
Metiendo y pasando las varetitas hacia dentro...
y hacia fuera, atacándolas a la vez para darle consistencia".
Y así una tras otra, con una destreza increíble, nos cuenta Ramón que el proceso no es tan fácil como puede parecer pues los dedos se ripian con las rugosidades del material empleado.
Sin perder puntada, Ramón sigue añadiendo pacientemente una vareta detrás de otra,
dando forma a nuestro canasto.
Como somos curiosones por naturaleza, nos llama la atención algo que tiene tatuado el brazo.
-"¡Qué moderno, Ramón! ¡Los tatuajes se llevan ahora...!"
-"¡Es que fui paracaidista en la mili!"
-"¡Y ya que dices de mili...! ¿Cómo te fue?"
-"¡Llegué a dar catorce saltos desde ochocientos metros de altura!"
-"¿Y no te daba miedo...?"
´"¡No había más... remedio! ¡Me tocó...!
¡Desde el avión nos tirábamos uno tras otro al tironazo!"
Con la amistosa charla, había llegado al borde...
¡sin levantar la cabeza de la magnífica obra de arte!
Mientras estábamos absortos con la increíble manipulación y el óptimo resultado tangible,
le hicimos una prematura pregunta...
-"¡Ramón...! ¿Y el asa...?
-"¡Para eso son las varas largas!
De todos los cabos sueltos, algunos se usan para hacer la trenza que corona el cesto...
y las otras, se van reliando...
por uno y otro lado...
enfrentadas y ambos "relíos"...
se entrelazan y ya tenéis el asa.
¡Sencillo...! ¿No?"
Ramón Sanjuan, veterano paracaidista, emigrante y panadero,
de manos prodigiosas que ha visto en la práctica de este antiguo oficio de canastero,
una afición que le cubre parte del tiempo libre que le brinda la jubilación y
una manera de paliar la añoranza que siente por su querida Cristo.
Sus trabajos magistrales son la prueba latente de que en la vida todo es posible.
Parece increíble lo que dan de sí unas simples varetas de acebuche.
Desde Ubrique en verde queremos agradecer de corazón la gentil invitación de Ramón por dejarnos plasmar su artesanía auténticamente natural y tan cotidiana antiguamente. Igualmente desde este humilde blog, mostrarle nuestra simpatía
por poder contar día a día con su amistad,
la cual aprovechamos para pedirle que nos hiciera dos canastos.
por poder contar día a día con su amistad,
la cual aprovechamos para pedirle que nos hiciera dos canastos.
Uno de dos asas para que cupiera en la nevera con los huevos y la otra, normal...
naturalmente para ir a por los de gallina suelta que son los mejores -se nota en la yema-
que quién sabe si provienen de aquellas que pululan,
escudriñando con sus picos los aledaños, por "la Curva de las Pitas".
-"¡Gracias, Ramón! ¡Eres un artista!"
(Nota de Noviembre de 2014)
Ramón roza la perfección de la técnica y el resultado de sus canastos.
La otra mañana nos enseñó una de sus últimas creaciones...
Una auténtica cesta para recolectar setas. Así que ya sabéis...
interesados preguntar por Ramón en la ubriqueña calle Nacimiento.
.
Artesanía pura. Mi vecino de Grazalema también los hace y estoy detrás de él para hacerle un reportaje, pero nunca llega el momento. Os habéis adelantado y ha quedado genial. Ahora estoy dándole vueltas al dicho "irse de varetas". Supongo que será porque tanto el momento escatológico como la recolección de ramitas se suelen hacer, ambas, debajo de un olivo.
ResponderEliminarJose Manuel, dicen que la repetición es clave imprescindinle para la maestría, por eso estamos ya impacientes por ver los canastos que hace tu vecino de nuestra villa hermana. Para lo otro, a falta de un olivo también es propicio un lentisco aunque no tenga varetas; lo que sí es leyenda urbana es el uso del matagallo para la limpieza. ¡Resulta algo irritante! Gracias y hasta pronto.
ResponderEliminarJajajajajaja, venía yo a decir unas lindas palabras y os he encontrado a los dos muy afanados comentando temas excrementicios, lo cual, por otra parte, es tan natural como las varetas, los lentiscos, los olivos, los matagallos y hasta las piedrecitas, jajajajajja.
ResponderEliminarChapeau! Hermano, es toda una lección de arte, sabiduría, tradición y buen hacer, tanto del artesano como del reportero. Un beso.
Pues siguiendo con el asunto que huele: he buscado referencias en la web y (aunque el término vareta lo recoge la RAE) no encuentro un porqué. Habrá que consultarlo con un semiólogo o similar. Bueno amigos, me voy a comprar un cupón.
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminar¿sigue haciendo Ramón esos maravillosos canastos?
Si es así, no dudaría pasarme por Ubrique a encargarle alguno.
Un saludo y gracias por el artículo.
Pues sí, Pilowski. Él es jubilado y se entretiene con ese arte, Si lo deseas, no lo dudes. Ponte en contacto conmigo... ¡Y no gano "ná"! -¡Jojojo! Tiene uno doble grande para recoger setas que es la caña. Saludos.
EliminarHola Manuel, no encuentro la forma de encontrar tu dirección de mail, así que te dejo el mío para ver si la semana que viene puedo pasarme por allí a ver esos canastos. Un saludo
EliminarPilar
Pilar.gc@gmail.com
Pilar... Mi correo es mamacaiz@yahoo.es
Eliminarque bien lo hace. me he animado a probarlo. gracias
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