Ya hace dos años que cayó la gran nevada pero en aquella ocasión no llegó
a cubrir las expectativas de nuestra cota. Este año, el diecisiete, sí será recordado
como el cincuenta y cuatro o el ochenta y tres, en los que los níveos copos,
arribaron a nuestro puerto.
Aquella mañana, los coches estaban llenos de nieve. Tuvimos
que tirar de la estrategia de la tarjeta de crédito para quitarla.
Y nuestra empresa, por un día, se llamaría "Nieves de Ubrique".
Y aunque pudiese parecer una temeridad, esa mañana...
andar con agua no era desagradable
-sale de las entrañas de nuestra
querida sierra a unos catorce grados
-como los buenos caldos.
Ubrique despertaba a una nueva rutina y
en los rostros se iba dibujando la expresión de una blanca ilusión.
Aquella mañana fue de excursiones infantiles a la Era del Ubrique el Alto...
-¡A ver la nieve!
Esa nieve más propia de estampas navideñas...
se hizo presente cuando aún estaban sembrados los pascualos, a mediados de enero.
Esas plantas que tan ordinario maltrato por hurto, han sufrido en nuestras calles.
Fue curioso palpar la nieve sobre secos cardos veraniegos.
O verla depositada suavemente sobre los imperiales, de orden corintio, acantos.
Los mismos que pueblan el Rodezno y los alrededores del Nacimiento.
O en las pobres y confundidas chumberas que no sabían si lo blanco que tenían encima,
eran restos de la plaga de la cochinilla del carmín -por lo de "pasa la tuna".
El caso es que aquel enero del diecisiete, nos dejó estampas de película...
como la titulada "Cuento de Invierno" de Akiva Goldsman, del catorce...
o la admirada, "Palmeras en la Nieve",
de Fernando González Molina con Mario Casas, del quince.
Aquella jornada nos trasportó a películas tan famosas como...
"El Resplandor" de Stanley Kubrick, del ochenta
-de la que ya hiciéramos referencia en "Ocho de refranes", en este humilde blog.
La suerte hizo que nuestro propio quehacer diario...
nos llevara a la cumbre de los Olivares aquella mañana.
¡Todo un espectáculo para los sentidos...!
¡Sobre todo el sentido del frío...!
Y desde allí pudimos comprobar que ¡todo, todo! estaba nevado.
Desde las más altas cotas de nuestro término municipal
-"término" que pudimos comprobar en la primera y gloriosa subida al pico del Gamón...
hasta la última estribación del sistema Penibético, el Berrueco,
¡Toda, toda! la sierra de Ubrique -paraíso natural- mostraba el gélido manto.
-¡Una estampa bellamente inusual!
No sólo había nieve en la sierra de Grazalema, al fondo, como puede ser habitual.
¡Todo, todo! de blanco nos confundía la vista con "el verde blanco".
Y girando la vista panorámica...
nos dimos cuenta que sobre el Salto de la Mora "también les nevaba a los romanos";
que nuestro pueblo hermano de Benaocaz, estaba inmerso en su propia blancura...
y que los olivos parecían arces escandinavos.
Tal "fermosura" hacía tiritar hasta las musas de Ocurrris, las cuales acudieron para
ayudarnos a perpetuar las sensaciones que estábamos viviendo con intensidad.
"¡Oh, aterida blancura!
¡Oh. ilusión pasajera!
¡Oh, helada cobertura!
¡Bienvenida seas...!
¡Mas no te quedes mucho
que esto no es Burgos!
¡Qué aquí en Ubrique no estamos acostumbrados!
¡Qué llevamos unos días de frío, bien aderezados!"
Y como era de esperar...
el manto blanco se fue disipando.
Ya quedaba relegada a las cumbres tornando sus tonos al blanco y negro.
Y tras la novedad de la nevada, apareció temblorosa...
la fría y melancólica niebla. Pero no importaba.
¡Habíamos vivido una vez más, con ilusión manifiesta,
la experiencia atrayente de la nieve!
La verdad es que habíamos disfrutado como si fuesen "cosas de niños"...
con la gran nevada del diecisiete, en nuestro querido pueblo.
-¡Qué conste en los anales,,,!
Y por esta jornada, este humilde blog, cambió su nombre por el de...
¡Ubrique en blanco...!
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