En esta cancela que separa lo rural de lo rústico
-la que está por encima de la viña del Perro-
comienza nuestra aventura de hoy.
Habíamos escuchado rumores de que el Garciago había
"reventado" con las últimas lluvias.
Sólo se trataba de comprobarlo y qué mejor ruta que la vereda
que cruza, atravesándolo por debajo, todo el salto del Pollo.
La primera y no grata noticia...
El longevo y portentoso algarrobo junto al camino, en lo de Moreno,
había sucumbido.
-¿Temporales...? ¿Un rayo...?
No sabemos la causa. Lo cierto y lo fijo es que...
hasta "Niebla" que siempre viene a recibirnos, parecía triste.
La palabra callejón es muy usada en nuestra toponimia.
Emparedando los caminos públicos, se evitaba trocar la ruta y
la "invasión" no deseada de la fincas colindantes.
Más adelante, otra desgracia.
En este caso se trataba de un espléndido acebuche
también truncado por causas desconocidas.
¡Eso nos dio que pensar...!
Ya estábamos entrando en el salto del Pollo.
la subida hacia la puerta de Sierra Baja.
¡Pero hoy no tocaba "repechar"!
Nuestro destino pasaba por el medio de la impresionante casquera de
rocas calizas fragmentadas y los colores otoñales de las cornicabras...
hasta llegar hasta la siguiente angarilla-somier...
¡"Somierilla"!
Llegados a este punto, el murmullo del rumor del agua
ascendía hasta nuestros oídos.
-¡Pues era verdad! ¡El Garciago había reventado!
Alguien en el pasado decidió sembrar en el camino
-a lo mejor con la intención de cortar el paso-
estas ágaves americanas -como las de la curva las Pitas-
así que cuidadito con las púas al pasar.
Habíamos dejado atrás el tajo "Colorao" -fin del salto del Pollo-
y habíamos entrado en otra dimensión.
Un desarrollado bosque Mediterráneo nos abría sus entrañas
para dejarnos pasar.
Comenzamos a ver las primeras y arcaicas "canalizaciones".
Hay que tener en cuenta que toda esta zona estuvo poblada desde
tiempos inmemoriales y con estas obras de rudimentaria ingeniería,
se evitaba que al agua se desmadrase y causase daños mayores.
Por fin llegamos al agua cantarina.
-¡Qué delicia verla gorgotear jubilosa!
La vimos venir arroyo abajo en atrayente estampa
y un deseo acudió a nuestra mente...
el de llegar hasta el nacimiento bajo los tajos rojos de la ciudadela de Garciago.
Por supuesto hicimos un inciso en la fuente del Papa.
Una surgencia natural y clara, de líquido elemento.
Una de esas maravillas que tiene nuestro patrimonio etnológico.
Pero mientras subíamos por la colada que va desde los
hasta la archiconocida cañada de los Gamonales,
caímos en la cuenta de que la dulce melodía del agua, había desaparecido.
Nuestras sospechas se confirmaban.
El agua estaba abajo, en el arroyo.
Pero el nacimiento estaba bien seco.
-"¿Qué misterio era ése?"
Había que volver sobre nuestros pasos para intentar averiguarlo.
A la memoria nos vino aquella vez que este humilde blog,
pudo cubrir el reportaje de "los Calzones del Garciago".
Aquella entrada en la que la pena inundó nuestros corazones
con el encuentro de la cabrita montesa enferma...
y de la que en esta ocasión sólo pudimos ver sus restos, en el mismo lugar.
Sumidos en aquellos pensamientos por aquestos sublimes lares...
y contemplando el magistral vuelo de los reyes de la cadena trófica,
una visita inesperada nos trajo de nuevo a la realidad.
-¡Hola...! ¿Qué "ase"...?
-¡Estás hecho un mulo...!
Y a nuestro amigo no le importó mostrar su perfil
para ser protagonista en un futuro del calendario que Ubrique en verde
confecciona anualmente para ayudar a las protectoras de animales.
-"¡Gracias, colega?"
Llegamos de nuevo a la magia del agua.
Comenzamos a subir por el cauce, abriendo camino
entre impenetrables malezas,
en busca del misterioso lugar del surgimiento.
Y algo más arriba, entre lantiscos y zarzaparrillas...
debajo de una gran roca, ante nuestros atónitos ojos, se presentaba
por primera vez en nuestra retina, el nacimiento del Garciago bajo.
-¡Una auténtica y verdadera sorpresa...!
-¡Un misterio resuelto...!
Y allá que iba ella tan contenta, corriendo cuesta abajo y
saltando mil piedras, a juntarse con las del río Ubrique.
Nos podíamos sentir satisfechos del "descubrimiento"
cuando hacíamos el camino de regreso.
A nuestra izquierda, en lontananza, el cerro Mulera...
y a nuestra derecha, bajo sus pies, el tajo "Colorao"
-que no tiene nada que ver con el Gran Cañón
aunque con los tonos del atardecer, lo pareciese.
Y con un "hasta luego" a uno de los genuinos e imaginarios, "dragones de piedra",
que tan atractivo se encontraba rodeado de los colores de la moda de otoño...
llegamos a la "civilización" con la luna ya presente en el firmamento.
Una luna medio sonriente que podía... ¡Hum!
Una media luna sonriente que podía muy bien haber sido
mudo testigo, de nuestras albricias.
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