En estos días de bochornoso calor que no nos abandona,
han circulado noticias sobre estos animales libres
que viven en nuestra querida sierra... Las cabras montesas.
(Foto extraída de las redes sociales)
Todo comenzó cuando circuló esta instantánea de unas cabritas bebiendo en una piscina.
Unos dicen que la foto es de por aquí cerca y otros que es de por ahí lejos.
Pero esa no es la cuestión.
(Foto extraída de las redes de las redes sociales)
El caso es que la sed es muy mala y cuando el sistema kárstico de
nuestra sierra caliza se seca y se evapora hasta el último perezoso,
los animales bajan al pueblo en busca del preciado elemento.
¡Necesidad obliga!
(Foto extraída de las redes sociales)
El caso es que se aventuran
-pues han perdido el miedo desde que no se les da caza-
hasta la parte del arroyo Seco que cursa junto a la Plaza de los Patitos
y que lleva la mínima agua que brota del nacimiento del Benalfí.
Es esa misma parte del río dónde se refugian los lindos gatitos
huyendo de las "malas artes" de los humanos -pero ése es otro tema.
El caso es que, si el "problema" de la sed de las cabras suscita anhelo...
se pueden colocar bebederos camuflados cerca de la sierra, ocultos a miradas curiosas,
mientras regresan los cómputos de la lluvia caída en Ubrique y asunto arreglado.
Pero los problemas cruciales de estos indefensos animales,
llamados íbices ibéricos, son las enfermedades
que sufren y el que, al no tener depredador natural
-ya nos encargamos los humanos de eliminarlos-
dicen que se están convirtiendo en una "plaga".
Para enfrentar esas cuestiones, otras comunidades "apuntan" con matarlas a tiros.
Y a estas alturas ya está demostrado que la caza es violencia cruel e inútil
que genera sólo dinero que contamina los ecosistemas y
termina sin resolver el "problema" de las sobrepoblaciones.
Menos mal que por nuestra querida sierra no se pueden cazar.
-"¿Qué no se pueden cazar...?"
Ubrique en verde va a contar una historia que acaeció hace algunos años.
Cuando todavía los pinos del Depósito estaban plantados delante de él.
De la misma época que la...
"Breve historia de una pita que creció donde no debía y que por orgullosa lo pagó caro"
El caso es que, ante la presencia en el ambiente de un fuerte olor nauseabundo,
nos fuimos al antiguo depósito de la Cornicabra para ver si localizábamos
el foco del hedor que desprendía la muerte -probablemente un animal.
Estuvimos inspeccionando el terreno aún sin saber lo que les esperaba
a las pobres chumberas con aquello de la cochinilla del carmín.
Tiempo más tarde quedaron diezmadas y comprobamos como "pasa la tuna".
Nos montamos en los riscos escarpados de los tajos de la Cornicabra-
cerca de las casas de la calle del mismo nombre.
Lugar desde dónde había partido el aviso y la verdad es que era insoportable la podredumbre.
Por allí encontramos restos de cabras que se habían entregado a la energía universal.
¡Nada reciente...!
Deambulamos por la foresta casi virginal de aquellas antiguas "repoblaciones" arbóreas.
Encinas, pinos, eucaliptos, agracejos, sanguinos, lentiscos...
y alguna que otra ágave americana cuyo pitaco nos recordó
aquella breve historia de una pita -mencionada anteriormente...
y los usos que tradicionalmente se les daba a estas enhiestas, livianas y fuertes estacas.
Nos asomamos a los tajos de la Cornicabra por si nos daba el "facto" en la nariz...
pudiendo admirar de nuevo desde las alturas,
el impresionante porte del Madroño del Rodezno.
Pero de esa zona no provenía la nauseabunda tufarada de la muerte.
Un último vistazo al peculiar precipicio que realza el impresionante Convento...
y retrocedimos por dichos filos calcáreos con la "pituitaria en ristre".
Justo en la base de uno de los postes eléctricos por debajo
(Las imágenes que vienen a continuación pueden herir la sensibilidad...)
se encontraba la fuente del profundo y abyecto aroma.
¡Una cabra montés yacía desde hacía unos días escondida tras un muro!
La muerte estaba cumpliendo su inexorable cometido de putrefacción
una vez exhalado su último aliento!
Sobre la maraña de pelos, unos "escarabajos" se alimentaban de...
los necrófagos que cumplían su pertinaz misión natural...
la de la transformación "en polvo".
Un hecho desagradable. Pero más se enturbiaba la apocalíptica visión
cuando pudimos comprender el motivo de la muerte del inocente animal.
¡Había sido asesinado para sesgarle la cabeza...!
Y así obtener lo que los insensibles llaman...
¡El trofeo...!
No hace falta para nada, matar a nadie para conseguir un adorno que colgar en la pared.
Con creatividad y empatía se pueden realizar "curiosidades".
El depósito de la Cornicabra -irónicamente por el nombre-
había sido testigo mudo de tamaña salvajada.
La muerte y decapitación de un animal indefenso por placer.
Un acto cruento e innecesario, sólo producto de una mente presuntamente enferma.
El íbice ibérico es un endemismo que en la actualidad se haya principalmente
en las áreas montañosas de España y del norte de Portugal. Una pena que
muchos al verlos, lo primero que piensan es en una buena escopeta.
A esos bípedos decirles que...
¡El poder como animales humanos no nos da el derecho sobre el resto de especies!
.
Lo del agua es preocupante pero en su justa medida y si la naturaleza nos lo permite tiene remedio, lo de la absurda costumbre que tiene el ser humano de someter y asesinar a los animales para colgar su cabeza decapitada en el salón de su casa, es algo que nos califica como seres primitivos e "inhumanos", y es una actitud que no entenderé nunca. Gracias por el relato amigo Manuel. Un abrazo
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