miércoles, 24 de septiembre de 2014

Por el filo de la Cruz del Tajo

Desde que somos pequeños, está muy presente en nuestras vidas. 
Y es tan típico recurrir a tan familiar topónimo que forma parte
 de las herramientas usadas para la educación de nuestros hijos.
-"¿A que si fulanito se tira por la "Cruz del Tajo", tú no lo haces?"
 -le dirían los padres.



La Cruz del Tajo es uno de los emblemas naturales que conforman el paisaje de
la sierra de nuestro querido pueblo y su nombre es uno de los más importantes
de la lista de los elementos que componen la orografía cercana que nos rodea.



Todos los nacidos en Ubrique, más tarde o más temprano,
 nos hemos encaramado en el pico donde se apostan las cabras,
para mirarnos deambular por nuestras intrincadas calles y nuestras plazas... 
¡Bueno...!
¡El que no haya "subío", tiempo ha "tenío"!
Y son ellas las que repechan como una costumbre cotidiana
 por donde nos vamos a atrever nosotros en la aventura de hoy...



¡Por el filo de la Cruz del Tajo!
Cualquiera diría que se puede subir por el lado del impresionante Tajo...



y es que aunque algo abrupta, existe toda una "autovía" que discurre hasta la cumbre.



Repecho de cabras que pasa, junto a la diaclasa llamada la Mina por el lado interior...



y por un espectacular panorama de blancas casas que van
 disminuyendo de tamaño a la par que subimos.



La Mina -a la que un desaprensivo está arrojando basura y escombros- a un lado...



Ubrique, al otro.
Ni que decir tiene que hace falta un poco de corazón serrano...



y algo de control del vértigo.



No es la primera vez que elegimos esta ruta para la ascensión a la Cruz del Tajo
y siempre nos embarga la misma emoción al sortear las multiformes rocas del
 armonioso caos de lo que hace millones de años, fuera fondo marino sobre el que 
se depositó el carbonato cálcico disuelto de las conchas de los moluscos primigenios.



Y la verdad -como versara el poeta- ascendemos por las olas de un mágico mar de piedra.



Un mar modelado por los agentes erosivos que, junto a los movimientos orogéneos,
van dando formas peculiares y cabida a la ilusión. Es el hogar de 
los imaginarios "Dragones de Piedra" -de los que Ubrique en verde, está enamorado.
Siendo su mayor representante el Magnánimo Dragonus.



Y es que el terreno es propicio y da pie a tales fantasías.



Al igual, mágica e incomprensible es la fuerza que impide que esos enormes bloques que,
 resultantes de la disolución y quedan como colocados aposta, no se precipiten
hacia el abismo. La explicación de este equilibrio dinámico la vemos en otra entrada
de este humilde blog... "La cuarta Cruz" -para los amantes de las auténticas tradiciones.



Y como ascendemos por el filo de la Cruz del Tajo y cada vez se nos abre más el encuadre
 para hacer las fotografías que perdurarán en esta etérea inmortalidad del ciberespacio,
vamos a asomarnos -ya que estamos...



a ver que tal les va a las chumberas de la base de la Cruz y comprobamos con pesar
que la cochinilla del carmín ha hecho estragos en ellas. No se librará ninguna. 
Pero hay un llamativo color azul en una azotea...



-¿Quién dijo que no se podía disfrutar de unas refrescantes vacaciones aquí,
 pegado al calor de la sierra?



Y por supuesto no olvidemos echar un vistazo desde el saliente, a nuestro privilegiado
 Salto de la Mora que alberga la ciudad íbero romana de Ocurrris, ahora en restauración. 



La verdad es que impresiona asomarse a la maravilla de pueblo que nos vio nacer.
Algo de congoja nos sube en forma de nudo hasta la garganta.
-"¿Será vértigo? ¿Será emoción?"
Lo cierto es que por muchas veces que subamos, siempre lo viviremos
 como algo extraordinario. Muy distinto a como lo ven...



estas "ratas voladoras" que se aposan en el filo de la Cruz del Tajo,
 como si fuera una costumbre más.



La hiedra -planta recia que sabe cuidarse hasta de las cabras- se aferra
a la caliza dotando a las piedras de una anécdota fotográfica más.
El camino por el filo se hace algo más escarpado y nos vemos obligados...



 a ir buscando una alternativa más adaptada a nuestros recursos cronológicos.
-"¡Vamos! ¡Qué los años no perdonan!"



No obstante, la parte trasera de la Cruz del Tajo, también tiene su encanto especial.



El sentimiento entre la Sierra y nosotros, los amantes de la Naturaleza en todas sus facetas,
es recíproco. Si cuidamos a la Gran Madre Tierra -único Hogar que tenemos-
ella nos entregará su corazón -aunque éste sea un "corazón de piedra".



Hemos llegado casi sin darnos cuenta, a una zona que antaño estuvo habitada
por moriscos. Plataformas aterrazadas de piedra y tierra, conformaban las bases
de las humildes viviendas de los laboriosos serranos de antaño. 
Estamos entre los restos de Umrica -en el Ubrique el Alto.



Este almirez o hueco en la piedra para majado, tallado en la dura roca,
 es una de las curiosidades pétreas con las que nos encontramos. 
Y diseminados por doquier, podemos observar restos cerámicos de otrora...



que, aunque carentes de interés, es conveniente protegerlos in situ...



¡Así que, tapaditos, están mejor! Y...
¡A salvo de los depredadores de dos patas!



Depredadores de la Naturaleza que por desgracia y de mil macabras maneras,
pueden añadir su ignorante impronta, a "una absurda colección de piedras pintadas".



Y para bajar que ya es hora, qué mejor que hacerlo por una de las muchas veredas
 ¡Ha sido una tarde fructífera!
Sentir la atracción de la altura y el contacto directo con las rocas calizas, es fascinante.
¡Una experiencia única y gratificante!



La magnificencia del abrupto calcáreo de la Cruz del Tajo, nubla parte del
protagonismo de nuestros otros símbolos, como el Calvario de Ubrique.



Incluso a la torre de la Iglesia, no le importaría darse un arriesgado paseo por él...



por el mágico filo de la Cruz del Tajo.
-Aquí visto desde la Nueva Plaza de la Verdura.




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