lunes, 5 de enero de 2015

A por nueces a Sierra Baja

El Otoño viene cargado de colores, aromas y sabores. Además invita a las incursiones
-sin ir más lejos- por nuestras fantásticas sierras. Pero por esta vez, vamos a buscar una
excusa que no sólo sea fotográfica, para dicho paseo entre las homogéneas
 y a la vez distintas, rocas calizas que la conforman.



Dejaremos por unas horas el confort de nuestros hogares y vamos a adentrarnos
en el seno agreste de la Gran Madre Tierra.
¡Vamos a por nueces! -Si es que quedan.



Aquel día, el que suscribe, contaba con la compañía de cuatro personalidades independientes.
Hicimos un inciso en el nuevo mirador de la subida a Sierra Baja desde Aguanueva.



La cuesta cuesta pero con paciencia se va elevando la cota metro a metro
-sobre el nivel del mar. Desde algo más arriba de donde vamos, se ve Gibraltar
-pero desde ahí no se distingue si es español o no. Subir y subir...



hasta llegar a un punto en el que nuestro querido pueblo aparece allá abajo...
Sosegado en su remanso sin horizontes, bajo nuestros pies.



Es hora de ir plasmando el momento. Para el "feisbu" o cualquiera de los ingeniosos
medios modernos, se disparan los indispensables artilugios.
El lugar es de indescriptible belleza irreal.
La cordillera Penibética se interrumpe caóticamente en estos lares
 y el espectáculo nunca deja de maravillarnos.



Aquí es donde se unen la fantasía y la pétrea realidad. La magia de la roca caliza.



Y mientras algunos procuramos lucir tipo para aparentar más agilidad...



Otras deambulan por las sinuosas crestas como "Perico por su casa".
Kiara desearía ser caprina y no canina, para emular.



Y nada más dejar atrás la prueba irrefutable del "derrame geológico",
 de la estribación de lo que hace más de seiscientos millones de años fuera mar océana...



Nos adentramos en lo que "hay que venir para ver". El macizo de la Sierra de Ubrique.
Para otros Sierra Baja. Para nosotros Sierra Alta. Setecientas hectáreas públicas...



¡Qué se notan...!
Detrás de la paradita, pueden verse algunos de los nogales sembrados
que caracterizan los aljibes que salpican esta zona de la sierra.
Una vez repuesto el resuello...
  


una pose general para incidir en los escuetos bosquecillos de encinas que caracterizan
nuestra adorable y "pelada" montaña. Aquí los árboles sí que dejan ver el bosque.
Hubo antaño en estos parajes la costumbre de hacer pilones labrados en la dura roca
caliza a cambio del arrendamiento anual de pastos. 
Hacia donde nos dirigimos -el aljibe de la Casa Refugio con sus Nogales-
hay una de esas maravillas que pueblan nuestras sierras.
Como se trata de una suculenta curiosidad, nos adelantamos para una buena toma.
Había llovido y seguro que estaría cumpliendo su función de aprovisionamiento de
 líquido. Pero por mucho que corrimos...



nuestra vieja amiga de Ubrique en verde -Kiara- se coló en escena,
impidiendo la foto en solitario del prodigio manufacturado a base de pacientes golpes...



pero al calmar su sed, estuvo facilitándonos las proporciones de tan ardua tarea.



Todavía se ven en el lugar, los restos de la antigua y desaparecida Casa Refugio.
Junto a ellos la nueva construcción y delante, presidiendo los Nogales...



una coqueta aljibe que garantiza -siempre temporalmente- la provisión del preciado líquido 
elemento que asegura a su vez, la supervivencia de los animales domésticos de estos páramos.



Pero a lo que vamos. Aún quedaban algunos de los preciados frutos secos indehiscentes,
monospermos y con un pericarpio que parte de un ovario ínfero
 que tienen la pared endurecida -de duro.
Y todo ello, en una de las dolinas que encontramos 
diseminadas por estas altiplanicies increíbles.


Y ésta en particular cuenta con un sumidero de drenaje de agua de lluvia.



No encontramos muchas nueces pero sí para poderlas probar.
 Hay que tener en cuenta que desde septiembre y aún verdes,
las misivas de personas impacientes por "llevárselas todas",
no han cesado, hasta su total desaparición. 
Que sepamos, existen cuatro llanos con nogales en Sierra Baja.
El cómo y el por qué de existir estos reductos, los estudiosos podrían explicarlo. 
El lugar invita a la meditación y a pasar una jornada extra, en plena Naturaleza.



Incluso Kiara estuvo que saltaba de contenta.



Pero tenemos que hacer la reseña de que la recolección para la ingestión
 de este producto natural y beneficioso -con cero de colesterol y 
que aporta antioxidantes, vitaminas y minerales- puede considerarse
 de alto riesgo. No sólo porque si se cogen verdes pueden resultar tóxicas...



sino que debemos extremar las precauciones. 
Por un lado, esta temporada resultó una persona herida de consideración,
porque se le precipitaron los acontecimientos, desde las alturas.
Y por otro, se puede considerar de riesgo coger nueces, porque
 en el tronco del nogal más considerable -el de delante de los pilones del aljibe-
habría que colocar un cartel de peligro...



"¡Aviso senderistas! ¡Peligro!"
Hay una colmena de las indeseadas e invasoras avispas asiáticas que comen abejas
y que están colaborando activamente en su desaparición, aparte de las temidas picaduras.


Bien lo supo la buena de Kiara que al sentirlas, optó por esperarnos encaramada,
 en el saltadero colocado con buena mesura para el tránsito de personas -y de ella.



Atrás ya no quedan más vitaminas ni ácidos grasos poliinsaturados, en forma de nueces;
los ansiosos y egoístas dieron buena cuenta de ellos pero hemos echado un rato formidable.



Por la ruta de retorno a la realidad nos dio aún tiempo de fijar la atención
 en las curiosidades naturales que nos ofrece la Gran Madre Tierra...



y sobre Ella, las curiosidades artificiales que nos ofrece el animal humano
-como este chemtrail químico que nos deja la máquina voladora y
 de los que este humilde blog hizo reseña en "Carreras de aviones".



Y aunque la jornada incursiva fue agotadora y terminamos con la lengua fuera,
 aún quedaban fuerzas...



para hacer la cabra junto a la "corniidem", en la piedra del camino.



Pero el destino es inexorable y como no somos ni pastores "picapedreros", ni agrestes,
nuestro querido pueblo nos espera como siempre con los brazos abiertos y hacia él 
descendemos. Y porque lo hacemos con pena y con sentimiento de pérdida, guardamos
 en lo más recóndito de nuestro ser, el íntimo deseo de volver a estos pagos cuanto antes. 
¡Caminar por la Sierra de Ubrique es como hacerlo por el Paraíso!




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