En la primera parte de esta aventura -Detrás de la Maceta. El ascenso-
habíamos argumentado la incursión, sin ir más lejos, con la búsqueda
de algún vestigio de una ancestral leprosería ubicada por estos parajes,
según cuenta una leyenda de nuestro querido pueblo.
Estábamos ascendiendo al cerrete trasero, ojos avizores, y la ilusión
de codearnos con provectas encinas salvadas de las talas de antaño,
con Ubrique en lontananza, marcándonos la referencia de la cota.
Gran sorpresa nos llevamos cuando al encumbrar, vimos que estábamos
a la altura del impresionante "Casino de los Pajarracos"; una extraordinaria...
y alargada oquedad en medio del tajo vertical que conforma la gran falla.
Por supuesto, no podían faltar...
sus moradores -posiblemente "echando un mus"- o charlando tranquilamente
de sus carroñeras historias. Aún bien lejos que estábamos...
se percataron de nuestra presencia y se lanzaron al vacío con su elegante vuelo.
Bien sabemos el terror atávico que los animales nos tienen a los animales humanos.
Terror que bien nos hemos ganado a pulso a lo largo de la historia.
Y por encima de la falla, prominente, la altura más importante
de nuestro término municipal... el genuino Salto del Gamón
-topónimo "prácticamente" oficial, como lo vivimos en la
A nuestro alrededor se desenvolvía el caos impredecible.
La debacle calcárea. La maravilla sobrecogedora.
Estuvimos un buen rato buscando alguna pista deambulando...
entre altivas aristas...
y profundas formaciones tectónicas.
Para hacernos una composición de lugar de la zona de búsqueda,
tiraremos de una foto de archivo en la que podemos observar...
a la derecha, la Maceta. A la izquierda la Merga -falla. Y justo detrás del único
madroño del contorno -una de esas rarezas de nuestra sierra- el promontorio en
el que ubica la leyenda aquel refugio de "almas en pena",
donde pasaban sus últimos días de la enfermedad tan terrible que fue la lepra.
Una zona agreste, bien apartada de todos los caminos...
y prácticamente inexpugnable. Lo que no es óbice para que...
junto a estas dos encimas al borde de la cumbre,
se vislumbrara una especie de acceso a esta parte superior.
Según sabemos por las películas, las leproserías eran reductos
a donde los familiares llevaban alimento y agua
pero sin contactar con los enfermos.
También sabemos -y no por las películas- que en los campos se construían
pequeños y circulares corraletes para almacenar y proteger de los animales,
productos agrícolas -como lo vimos en "Fuentes V. Infante Calderón".
Debajo de aquellas matas secas de ardivieja, al arrancarlas...
surgió uno de estos "almacenes" a modo de silos.
Es posible que hubiésemos dado con uno de los vestigios...
¡El lugar donde les podrían dejar la manutención!
No es difícil imaginarse a aquellas almas en pena,
deambular por estos apartados y bellos rincones...
rodeados de murallas naturales.
No es difícil imaginar aquella situación marginal por la terrible enfermedad
por estos lares -incluso se adivinan algunas piedras colocadas a posta...
No fue difícil imaginar a aquellas personas desheredadas,
protegiéndose del sol bajo las ancianas encinas o de...
las inclemencias y rigores, en profundos y elaborados refugios.
No fue difícil imaginar una vida que no era vida y
que a la vez resultaba puramente "prehistórica".
De hecho la vida en cuevas ha sido una costumbre
que ha existido hasta hace poco en nuestros contornos;
valgan los ejemplos de legendarios personajes como
Chirimbolo, Chinguango o el famoso Chiriguay.
Desde luego, entre aquellos terrenos tan peculiares, imaginación no nos faltó.
El descenso tenía que acaecer. La hora se nos echaba encima.
Habíamos visto la opción de bajar por la vereda del cerro del Mono,
pero dado que estábamos más cerca de este otro lado
decidimos optar por la vereda alternativa. Esa en la que...
en el transcurso encontramos una enorme encina que
se salvó de la quema para carbón vegetal en el pasado,
¡y con un agujero...!
¡Bien podría servir de marco para la foto de perfil del "feisbu"!
Y así lo hicimos...
¡Siempre mirando por la Naturaleza, la Gran Madre Tierra!
-Nunca mejor dicho lo de "mirando".
Un descenso vertiginoso se presentaba ante nuestra base urbana.
Una auténtica vereda de cabras por debajo de la Placa...
bien plena de singulares y bellos contrastes...
y encuentros amables con seres vivos, muy al gusto de este humilde blog
amante de los animales y en contra de la tortura hacia ellos.
La estampa no pudo ser más providencial.
Pero nos esperaban más sorpresas.
Justo donde está la gran piedra con una cruz labrada que señala
la cañada o paso de herradura bien antiguo...
un alegre revuelo de alas, nos sobresaltó. Nuestras amigas las palomas
en bandada surcaban el aire del paso de los Carboneros en los Pernales,
en busca de un lugar donde posarse.
lo mismo se han asilvestrado por estar hartas de que abajo,
en el pueblo, las llamen "ratas voladoras" y las traten como tal.
Por fin llegamos al último tramo del descenso...
Enésimas ocasiones para admirar este entorno y,
cuando ya creíamos que lo habíamos visto todo,
ante nuestras pupilas aparece...
un fragmento de tégula
-teja romana frecuente en nuestra ciudad romana de Ocurrris-
aquí, en el Ubrique el Alto -asentamiento del Umrica árabe...
-¿Y ahora qué...? ¿Dónde queda la lógica...?
¡Misterios por resolver...!
Y entre imaginación, recias encinas, lepra, animales e historia,
desde detrás de la Maceta,
habíamos descendido hasta el valle próspero y lleno de casas que nos vio nacer.
Chi-rimbolo, Chi-nguango, Chi-riguay... ¿Tenías que llamarte así para poder vivir en una cueva? Entonces yo, Cha-cón Cha-ves, ¿podía vivir en una cha-bola?
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