martes, 31 de diciembre de 2013

Plaza de la Verdura. Presente y futuro

Ubrique presume -y no sin motivo- de ser una de las joyas de la corona de 
los pueblos blancos. Inmaculado de cal como lo cantaran nuestros antecesores,
en fuerte contraste con el gris y verde de su excelsa sierra. Incrustado en ese hoyo 
que antaño poblaran sus fértiles huertas donde las puercas criaban su genuina prole.
 Pero ese Ubrique precioso para propios y extraños, tiene una asignatura pendiente...
La lamentable y actual plaza de aparcamientos de la Verdura.



Desde el Calvario de Ubrique  puede verse sólo parte de ella.
 Es una de las dos únicas plazas con las que cuenta nuestro querido pueblo 
en su conjunto histórico y que no son cruces de caminos, 
como pueden serlo la Trinidad, el San Juan, 
la de Francisco Fatou o la Pilita Abajo.



La longa plaza de la Verdura tan impregnada de la vida del pueblo que la ubica...



 
que todavía conserva vestigios...



 de su fructífero pasado...



cargado de anécdotas históricas relevantes...



fue relegada hace años, a intentar infructuosamente, paliar  la falta
de aparcamientos que sufrimos como cualquier otra ciudad.
Coches que se disputan ferozmente un ilógico puesto,
accediendo a la malograda plaza a través de la calle Madera.
No sabemos la de veces que estas tranquilas "ratas voladoras",
 tienen que remontarse en el aire para no ser atropelladas...



debido al maremagnum diario que sufre la que debería ser 
una de nuestras más singulares, estampas típicas
Ni siquiera en la plazoleta de los Patitos se puede aparcar, 
bajo pena de multa de doscientos -cien, si es por pronto pago.
¿Por qué en la Verdura sí? 



Día tras día los grupos, cada vez más frecuentes de visitantes,
 pasan entre chasis y matrículas, por la que antaño fuera una coqueta plazoleta...



y saliendo de ella con la incertidumbre del por qué y el para qué de tanto coche afeándola.



Turistas que se ven obligados a elevar el ángulo de sus instantáneas
para no sacar en sus recuerdos el incomprensible panorama.



Y es que es como el chascarrillo ese de...
 -"¿Cómo estaba la plaza?"
-"¡Abarrotá!"



Tanto que a veces no podemos ejercer el legítimo derecho peatonal de pasar.



Si en Ubrique sufrimos a diario numerosos casos de ¡a mi plim!,
en nuestra mancillada Verdura podemos jactarnos con suficiencia de ello...
¡y en todos los sentidos!



Un simple tentempié en lo que deberían ser sosegados veladores,
se convierte en una arriesgada tarea bajo el continuo tránsito.
Tanto de día... 



como de noche estamos condenados a tomar la cervecita con la tapita,
 junto a los desagradables tubos de escape.



Y no teníamos bastante con los coches que también se usa para otros menesteres... 



Y precisamente ellos, no tienen ninguna culpa.
Pero volvamos al tema de los obsoletos aparcamientos...



Sólo en sangrantes ocasiones podemos ver el papelito que indica...



que el aparcador ha metido la pata sobremanera.



Es injustificable el hecho de aparcar en estos tiempos en una plaza en la 
que la lógica nos dice que debería ser de uso exclusivo bípedo.
Y más cuando es el último reducto que queda ocupado en el Casco Antiguo.



¡Cuánto más hubiésemos disfrutado sin los estorbos de cuatro ruedas
cuando el España estaba a punto de ganar el mundial
con aquello de las cosas del fútbol y pasó por allí, la primera Rogaine
 que organizaba en Ubrique nuestro amigo Juan Barea!



¡Y cuánto más se disfrutaría de las solaces y enriquecedoras noches veraniegas
si fuese una plaza libre del horrendo yugo que priva del espacio
que debería ser exclusivo de personas adultas y...



 otro tipo de seres humanos más pequeñitos pero más
imprescindibles y vulnerables que los anteriores!
Niños que se ven abocados a buscarse el necesario espacio
para sus actividades lúdicas y que en el presente,
ya sabemos lo que lo está invadiendo.


Niños que en sus confiados juegos, no se percatan...



del peligro que suponen las sempiternas maniobras de los coches.



Niños que ven reducida su movilidad y el espacio
para su esparcimiento.



Niños que se acurrucan temerosos entre rejas mientras los monstruos de ojos brillantes...



deambulan acechándolos con bastante peligro potencial.
-"¡Socorro, nos atacan!"



 Ante tanto caos, somos bastantes los que deseamos que a nuestra
fría plaza de la Verdura la llegue la hora de su particular primavera...



en la que personas y animales podamos deambular por ella...



libremente ¡sin coches!



Soñamos con una auténtica, genuina y flamante plaza de pueblo en la que...



no haya que sacar los coches más para celebrar cualquier evento cultural o deportivo,
como en la pentatlón en la que los deportistas en la modalidad de ciclismo...



entraban zumbando por la calle Madera...



para dirigirse a la Plaza  perdiéndose por el callejón del Pescado.
Un sueño imposible en su momento,
 pensar en que los coches se esfumarían para siempre
de la triste plaza de aparcamientos de la Verdura.
Pronto acaba el presente sueño, pues tal como pasaron los ciclistas...



los impacientes comenzaron de nuevo la invasión.
Resulta irónico pensar que mientras duró la prueba, los propietarios
 de los vehículos tuvieron por fuerza que buscarse la vida.



Pero sigamos soñando con el muy posible futuro de la plaza libre de neumáticos.



Tranquilidad en las reuniones familiares sin tener que gritar...
-"¡Niño, cuidado con el coche!"
Abueletes buscando refugio de la solana veraniega
 de la aledaña Plaza del Ayuntamiento, 
sentados en los nuevos bancos, instalados a la sazón ...



y libertad de espacio y movimientos  fuera de peligro, para los infantes cumpleañeros...
¡Qué se lo merecen! ¡Ya tendrán tiempo de hacerse mayores!



Poder pasear tranquilamente mirando hacia atrás, sin chocar de bruces con los coches.
Una vez retirados -inteligentemente- ya no habrá que liar más la guita para...



celebrar nuestros días de los gamones -nombrados de interés turístico.



Montar el mercadillo romano-medieval para cuando
 les toque el turno a las cosas de romanos.



Celebrar sin trabas el concurrido concurso anual de pintura al aire libre.



O el ya tradicional, Portal Viviente de Ubrique que este año se ha celebrado
con un rotundo éxito de participación y un nutrido grupo de visitantes.



Sería digno poder liberar a nuestra protagonista de los ilógicos moradores,
 a pesar de la parca comodidad que puede suponer dejar el coche lo más cerca
 posible de la cocina de nuestras casas -y porque no podemos meterlo, ¡que si no...!-
en nuestro caso, se perdona el bollo por el coscorrón porque podríamos...



disfrutarla de mil maneras distintas, con o sin personas.
¡Buen futuro le augurara si de ella se esfumaran los que estorbaran!



Pero el presente sigue siendo desesperante.
Un continuo conflicto fuera de contexto que se evitaría con un simple macetero
-ya típicos en el casco histórico de Ubrique- entre los dos primeros naranjos
 ornamentales y un simple disco de "sólo carga-descarga y garajes".



La plaza de aparcamientos de la Verdura no merece ese título que
 tantas veces ha empleado para ella este humilde blog y queramos
entenderlo o no, el sentido común nos dicta que estará completamente
 arreglada y dispuesta para su primigenio fin, cuando la evacuación
sea una realidad. Siempre habría más problemas que resolver...



pero esos dependen de la educación y civismo de sus dueños.



La plaza de la Verdura no soluciona en número, el problema generalizado 
que tiene Ubrique con los aparcamientos, así que no sería muy dramático
retirar los coches de sus entrañas y conseguir -como ya se hizo por acuerdo mutuo,
en la época del querido alcalde, Emilio Rubiales- que nuestra entrañable,
recupere su pintoresco encanto de la noche de los tiempos.
Ojalá este año de la "mala pata" que hoy termina, sea el último.


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