domingo, 31 de mayo de 2015

I. Los pinos del Depósito. 1ª parte.

Hay un mirador no oficial -fuera de la Ruta de los Miradores- en nuestro querido pueblo
que últimamente ha vuelto a "ver la luz", tras una equivocada decisión de antaño.



Se trata de la edificación civil que siempre ha prestado "hidratantes" servicios, al pueblo.
Un emblema colgado de la sierra que surte caudal y presión en los grifos de nuestros hogares,
pero en la que -por decisiones erróneas de antaño, por supuesto con las mejores intenciones- 
se sembraron entre las bancadas de su derredor, pinos piñoneros más propios de las breñas.
Estos pinos crecieron y crecieron y crecieron y crecieron, y lo ocultaron a la vista.



Se podía decir literalmente que la maleza ocultaba la belleza... 
-¡Bueno! ¡Más o menos! ¡Era por una intención de pareado...!



De todos es conocido el depósito de la Cornicabra, con su reja de entrada en la 
confluencia entre la Libertad y la calle de su mismo nombre. 
Y justo ahí, empezaba el bosque atípico de piñoneros que crecieron...



tanto, que amenazaban la integridad del entorno y de las personas que viven debajo
de su "afluencia". No hace mucho que ocurrió un serio percance sobre las viviendas.



Ubrique en verde ya lo relató en la "Breve historia de una pita..."
que se precipitó sobre los patios traseros desde aquí arriba,
 afortunadamente sin causar daños personales.



Cuentan que los pinos llegaron "bebés" desde la costa gaditana.
Dicen que fueron los sobrantes de la partida que vino para Los Pinitos.
Cada uno, metido en una lata de tomate -se supone vacías, pero llenas de tierra.
Por lo visto este sistema obliga a las raíces a crecer en espiral.
Al transplantarlos allá por los años cincuenta, el fototropismo negativo de las mismas,
siguió su curso cíclico y no incidió en la tierra con profundidad.
¡Primer error...!



Los años y el porte propio de estos soberbios árboles, también
incidía directamente sobre el ángulo de inclinación de los troncos.
Tal desafío a las leyes de la gravedad y el insuficiente arraigo,
 comenzaba a amenazar seriamente...




como una sombra tenebrosa, sobre las casas de la calle Cornicabra.
Pero por las leyes de la lógica humana en este mundo lo que sobran
son los árboles mal "plantados" y no las personas.



Durante años, sólo los desbrozadores de la Sevillana se encargaban de ir 
eliminando a todo vegetal que "osara amenazar" a su red eléctrica...



como bien se puede apreciar en esta otra toma. 
Está práctica tan abrasiva, ya le costó a la empresa de luz en su día, 
-"¡ Y el que trazó la línea de cables de alta, pegadita al Depósito, también vio la luz!" 



Lo cierto y lo fijo es que, por unos u otros azares artificiales
de los grandes depredadores del Planeta que somos los humanos,
los años dorados de esos pobres pinos del Depósito, habían llegado a su fin.




El día D a la hora H, los señores gerentes de las empresas municipales de servicios,
se personaron en el lugar L, donde se iba a cometer el "pinicidio".
Tras los informes pertinentes para una labor de envergadura en tiempo y forma...



pronto se vieron los primeros escarceos. Las primeras máquinas. 
Los primeros desbroces. Dos personas encargadas. Especialistas de alto standing.



Salazar y Joaquín, dos fornidos y experimentados forestales 
-"¡Bueno! ¡Desforestales!"- que sabían bien lo que tenían que hacer.
-¡No se trataba de cortar los pinos por donde se "arrasca el cochino" y dejarlos caer!
-¡Eso era precisamente lo que había que evitar...!



Poco a poco el terreno se iba despejando y dejando entrever a aquél que,
 aunque a veces no nos percatásemos de él,
 siempre estuvo presente y prestando servicio a Ubrique.



Cada vez que por asuntos laborales subíamos al Depósito,
 podíamos seguir el trasiego de esas semanas. 
Podíamos ver el humo de la quema de forraje. 
¡Pudimos ver más...!



Pudimos ver la belleza de las rocas calizas de los tajos de la Cornicabra, antes ocultas.



Pudimos ver el clareo de los bancales.



Pudimos ver desechadas labras en dura piedra que no llegaron a añadirse al Depósito.



Pudimos ver desechadas basuras de antaño, cuando la sierra era el muladar.
-Aún hoy en día, es una asignatura pendiente de la Sierra.



Se pudieron ver bien los bancales donde pendían las elevadas "espadas de Damocles" 
y que amenazaban con provocar una hecatombe. 
Y se pudo empezar a ver desde lejos, la obra civil del treinta y siete.



Pudimos ver como con arduo esfuerzo y cuidado, arriesgando el tipo, uno a uno,
 poco a poco, con un trabajo meticuloso, la claridad fue llegando al privilegiado lugar.
Y la leña que iba saliendo...



era ofrecida para su aprovechamiento a los vecinos. 
De esa manera se aliviaba la ardua tarea de la saca.



Pero la misión sufrió un parón. La tarea quedó inconclusa.
En "Los pinos del Depósito. 2ª parte" podremos saber los "por qués" y los "cómos"
de la culminación y el resultado espectacular para la vista, de lo que para 
algunos de los pinos del Depósito, supuso su desaparición.



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sábado, 23 de mayo de 2015

La cueva de La Lamparita

El orden de los factores, no altera el producto. Por esa misma regla, Ubrique en verde,
saltará dicho orden según la cronología y adelantará esta mágica entrada.
La mitológica y "archinombrada" cueva de La Lamparita, tan arraigada en la mente
 de los amantes de la sierra de Ubrique, quedaba pendiente.
-"¿Cuál era su ubicación?"
Muchos creímos que se encontraba pasando "la puerta de sierra Baja".
Y no era aquella misma que le dicen la cueva de los Burros.
Andábamos desencaminados... Bastó hablar con José Luis
-una auténtica referencia en la espeleo de nuestro querido pueblo-
para aprender que la ubicación de La Lamparita estaba más allá de los
tajos del Garciago. Donde se encumbra la "cañá" de los Gamonales.
¡Y lo que dice José Luis Rada, va a misa...!



Como lo que dicen los "curitas" -que nos encontramos por el camino- en su idioma.
Incursión vespertina -un miércoles mismo- 
para una actividad que a "Ubrique en verde", le subyuga... 
¡La auténtica cultura! 
Acompañaríamos a David Muñoz, para ir completando
la carta arqueológica de nuestro querido pueblo.




El nombre de "La Lamparita",
 le viene porque antaño se halló dentro, una lucerna árabe y que
 -por casualidades de la vida- se puede disfrutar de ella...




en una vitrina, junto a otros objetos,
en el Museo Arqueológico del pueblo hermano de Benaocaz.
¡Aún no tenemos tal privilegio aquí en Ubrique! 
¡Y lo que digan los "curitas"... va a misa!



Para la urgente y necesaria incursión, David -a la derecha- ha tirado de profesionalidad...
Tres intrépidos jóvenes, aventureros y entusiastas, hijos de Ubrique,
continuadores de la emoción que rellena la henchida alma del descubrimiento...
¡Rubén, Ángel y Pablo...!
 que junto a tita Ana que no gusta de disparos fotográficos,
íbamos dispuestos al "redescubrimiento" de la afamada cueva.



Por el camino, pudimos abstraernos en la Gran Madre Tierra 
con sus libres vaquitas  y... ¡Sus guarderías...!
E igual y desafortunadamente...



por el camino pudimos horrorizarnos, de los depredadores obtusos de dos patas
-que sólo dañan a la Gran Madre Tierra- con... ¡Sus guarrerías...!



El idílico lugar va sugiriendo inevitables fotos para el perfil del "feisbu"...



Las indicaciones de José Luis eran concisas...
-"¡Cuando la gran falla declina antes del puerto del Calvito, la veréis..."!
Y justo a la altura de la derruida casa de la "Joya", 
un dedo índice, incide en la yaga que andábamos buscando.



-"¡Lustros de experiencia en incursiones por la peculiar sierra de Ubrique,
resumen la conclusión de la ubicación!" 
-"¡Ahí tiene que ser!"
Incluso se vislumbraba una vereda... 
"¡Huy! ¡Perdón...! ¡Verea! -que después ya se sabe."
Pero...



 una almarciga infranqueable de bajo bosque mediterráneo,
 relleno de invasoras y encrespadas zarzaparrilllas,
se interponía entre nos y nuestro claro objetivo.



Menos mal que nuestros jóvenes expertos encontraron la secuencia del camino.
Por doquier se vislumbraban vestigios de elaboración humana.
-¡Rica tierra!
-¡Atractivo lugar milenario!



Y hablando de milenios, llaman la atención los impresionantes lantiscos
pegados a los tajos por los que tuvimos que andar cabizbajos para sortearlos.



-¡La debacle calcárea, extrema...!



-¡La extrema belleza que se abría a nuestros atónitos ojos...!
Pero lo mejor estaba por llegar...



La erosión kárstica y la fractura tectónica imprimieron "antes de ayer"
-según la cronología geológica de la Gran Madre Tierra-
un lugar que transporta directamente a la prehistoria...



-"¡En cualquier momento podría surgir la sombra fugaz de un "velocirraptor"...!"



Algunos andábamos ansiosos por las alturas cuando fueron apareciendo...
El primero, David. Detrás tita Ana.



-"¡Tiene que ser aquí...! ¡Tiene que ser aquí...!"
De las varias cavidades, ésta de abajo resultó ser un agradable refugio
usado desde antaño para la protección de la inclemencia...



como bien demuestran las paredes "ennegrecidas de negro" cual "Callejón Tiznao".
¡Un abrigo en condiciones!
 De proporciones considerables que...



 dejó a Rubén reducido a tamaño Pitufo
-además, le acompañaba el color azul.



Para llegar a "La Lamparita" teníamos que ascender aún más por
la sublime falla de la sierra de Ubrique, pero sin cuerdas. 
Un escalofriante cortado a plomo,
ideal para el anidamiento de unas aves portentosas... 
¡Los "pajarracos"!



Un bebé de buitre leonado esperaba paciente que, nosotros los intrusos,
despejáramos el lugar para que sus padres vinieran a darle de comer.
-"¡Perdón, pajarraquito...!
 ¡Ya nos vamos...!
¡Es por una buena causa...!"
-"¡Hemos de encontrar por aquestos lares una prueba de nuestro pasado humano...!



-¡Y la encontramos...!
-¡La cueva de La Lamparita estaba a nuestros pies!



Una caverna misteriosa y mágica, a la vez...



que subyugó de inmediato a nuestros aventureros intrépidos.



-"¡Por supuesto que no éramos los primeros...!"
-"¡Sabíamos que íbamos a un "redescubrimiento"...!"
-"¡A saber, desde tiempos inmemoriales,
quiénes han osado sumergirse en sus profundidades!"
Lo que quedó patente es la grafía de unos de los que entraron y así lo certificaron...
 Por lo visto son aquellos que tienen...
"¡Ganas de Escribir Sobre Un Boquete...!"



Remontándonos al Clan del Oso Cavernario... La emoción nos embargaba...
Los aventureros se internaron frontal en frente...



mientras algunos nos quedamos en el exterior para la valoración,
 el apoyo logístico, la intercomunicación con el campo base...
y el respeto por las profundidades -con la edad ya se sabe.



No obstante, la juventud arrolladora, se adentró en sus entrañas con el fresco poder 
de la observación y la experimentación -las claves del método científico.
Ese método que ofrece luz a los descubrimientos.



Luz que se internaba tililante, dando justificación al topónimo de la gruta...
¡La Lamparita!



Luz que descendía ahondando entre las perpetuas penumbras
 -interrumpidas por el momento-
y que ayudó a la localización y perpetuación en la memoria, del mágico lugar.
A su regreso, todo lo contrario de azorados y apesadumbrados...



iban saliendo de las entrañas de La Lamparita hacia la luz vespertina de la realidad.
Un refresquito de fermento de cebada y lúpulo les esperaba en la puerta 
para mitigar tamaño esfuerzo en pro de la cultura de nuestro querido pueblo.



Era hora de seguir sintiéndonos "pitufos" ante tanta grandeza.
Era hora de meditar en la incursión al corazón de la Gran Madre Tierra.


Era hora de "pitufas" y ocurrentes, instantáneas...



Era hora de señalar hacia el "pitufo" horizonte indescriptible...



que se expandía bajo nuestras "pitufas" miradas
-con la casa de "Barría" en lontananza. 
¡Alcornocales, "forever"!



La "guarida de Gargamel" quedaba atrás... 
Como en todas las incursiones de Ubrique en verde, tocaba la hora del desarraigo.
-"¡Cualquier día, en una de éstas, nos quedamos y no volvemos más a la realidad!"
Pero previo al descenso y tras un longevo acebuche, 
nuestros incansables compañeros de gesta, percatáronse...



de una escondida y sugerente grieta en pleno tajo.
¡Cómo un tajo...! 
¡Cómo un Paso Indio a escala reducida...!



Sin embargo, estos despegues calcáreos puramente tectónicos, siempre subyugan.
A nuestra mente acudieron recuerdos impostados de ancestrales generaciones.
La imaginación más conmovedora nos elevaba y nos atrapaba...



a la perdida época de los "mogures" de las tribus muy prehistóricas...



y a señalar directamente hacia los malabarismos de algunos árboles para...



alojarse en estos inhóspitos lares, donde el Reino Vegetal se confunde
 con el Reino Mineral, siendo éste, el que permite que una rareza...



verde, se yerga sobre su tronco, orgullosa entre el gris oxidado de la arcaica caliza.



Teníamos que retirarnos a nuestros aposentos 
y aquella piedra en puro tenguerengue sobre la vertical,
creemos que aceleró la concluyente decisión. 
¡No era plan de experimentar un brusco cambio geológico!



Y ya a salvo de posibles precipitaciones, con la cueva de La Lamparita al fondo
 a mano derecha -como están todos los habitáculos primordiales- fuimos capturados,
 mientras preparábamos nuestra cámara para la imprescindible autofoto.



Hay cosas en la vida que merecen la pena. Y una de ellas es
la transmisión a todas las generaciones, de nuestro rico potencial.
Y junto a Pablo, Ángel, David Muñoz -técnico especialista del Ayuntamiento de Ubrique-
 su tita Ana y Rubén de La Ubriqueña...
lo dicho... ¡Por la auténtica cultura y el patrimonio de Ubrique, 
aquí estaremos algunos, hasta que perdamos las canas!



Mientras, seguiremos pensando que nuestra Lamparita, descansa, 
junto a otros vetustos enseres de la zona, en la balda de una vitrina,
del "museíto" arqueológico -con todos nuestros respetos-
del pueblo blanco y hermano, de Benaocaz.



Mientras, la afamada oquedad, desde que hicieran aquel prodigioso
 descubrimiento en ella nuestro amigo José Luis Rada y sus compañeros 
 - quedó nombrada así para la posteridad y su conocimiento- y que... 
-"¡Ea! ¡Ya nos liamos otra vez...!" 
-"¡Eso...!"
Que la caverna misteriosa de La Lamparita, estará esperando para los osados
que se dignen y la respeten, a visitarla... ¡Al fondo a mano derecha!




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