martes, 30 de abril de 2013

Fuentes VI. Rancho el Taraje

Hoy contaremos cómo nos fue cuando encontramos la que hace la centena de las Fuentes
ubriqueñas y que llevamos la familia con la ayuda del pueblo, buscando desde hace dos años
por nuestro término municipal y logrando el prestigioso certificado de Ubrique como la
Partimos desde la Matilla que es uno de los puentes de Madis... ¡Perdón! de Ubrique.



Subiendo por un paisaje casi virginal...



llegamos hasta nuestro destino, el rancho del Taraje. Allí hemos quedado
 con nuestros familiares,  dueños de una de las bellezas de los Bujeos Altos...



y la primera impresión es de que no somos bienvenidos.
-"¡Tranquilos! ¡No pasa nada! ¡Adelante!
Ramsés es un gran perro noble...



estando nosotros delante.
¡Hasta el chiquitín puede con él!"



Acompañados de nuestro primo Juan de Dios, muy pronto nuestros ojos quedan 
embelesados con las bellezas paisajísticas que él mismo, a base de esfuerzo mantiene
 de punta en blanco por el mero placer de inmiscuirse con la naturaleza al cien por cien.
Los robles (quejigos), aún no habían vestido sus ramas 
con el color favorito de este blog... Ese verde tan llamativo que los caracteriza.



La amplitud de campo. Ese horizonte sesgado por las sierras de Cortes
(Purga y Sierra Blanquilla), bajo el entrañable cielo. Con Barrida y su Garganta
a los pies y en el prado de suave pendiente, las vaquillas. ¡Oh! ¡Qué lindo!



Pronto se cruza en nuestra mirada, la primera de las surgencias acuosas que venimos a buscar.
Se trata del pozo de Don Fernando. Como explotación ganadera que es el Taraje,
todas sus fuentes están recogidas convenientemente para su mejor aporovechamiento.



Seguidamente, a unas cuantas decenas de metros, nos encontramos con tres pilones mellizos
labrados en roca arenisca. Para nuestro gusto, son mucho más auténticamente estéticos
que las modernas bañeras que últimamente abundan por los campos 
como en un reciclaje en verde.



Los pilones pertenecen a la reformada fuente de las Tres Piedras.
Según nos contó Juan de Dios, la obra del recogido manantial se hizo sobre las rocas naturales
por entre las que afloraba a la superfície el preciado y básico líquido.
Con esta preciosidad en este enclave privilegiado con Ubrique en lontananza,
ya van noventa y nueve en el cómputo de las fuentes de nuestro término municipal...



por lo que irremediablemente, la siguiente y más antigua de la finca del Taraje y 
que se conoce como fuente Janeiro -el ilustre apellido que compartimos 
con la madre de nuestro anfitrión...



es la número cien. ¡Por fin logramos para Ubrique (Cádiz), el honor de ser
"Villa de las Cien Fuentes" junto a Santiago Pontones (Jaén) y Ronda (Málaga)!
Y como vemos, con tanto tiempo de ¡Agua va! como llevamos
 -mil seiscientos sesenta litros contabilizados hasta el momento-
el agua de la fuente Janeiro está que se sale como la de los Veinte Pilares,
que es una entre las múltiples del romancero de las fuentes del pueblo públicas.



Hemos llegado a la linde de la finca. Ahora bajaremos por ella junto a las aguas del arroyo
que baja buscando la Garganta de Barrida para dirigirnos a la próxima "fontana".



Es tiempo de recapitular haciendo un recorrido panorámico para darnos 
cuenta de que no estamos viviendo un sueño. La realidad más natural nos envuelve.
Allá al fondo, la hacienda. Acá, naturaleza viva...



 a veces desgajada por la Madre misma, producto de los años, un rayo o los temporales.
El ciclo de la vida y la muerte en su transcurrir impávido.



Junto a la vertiente del arroyo, de uso para dos fincas por estar en plena linde...



rodeada de zarzas por entre las que se entrevee el líquido elemento...



damos con los pilones de arenisca de la antigua fuente Medianera del Taraje...



en un paraje donde parece que los gamonales los han sembrado como emjambre de manojillos.



No podían faltar los multiformes chaparros (alcornoques), serios productores de corcho y
de formas tan peculiares que parecen sacadas de un cuento fantástico e imaginativo.



El Taraje también cuenta con acebuches centenarios de increibles troncos.
La visita de hoy está resultando de lo más productiva en todos los sentidos.
Densa arboleda que se intercala...



con la amplitud de miras de suaves laderas. 
Todo un lujo del que tenemos el privilegio de disfrutar.



En esta parte inferior del rancho, nos encontramos con la lagunilla de los Membrillos.
Es un tollo realizado en una zona en la que había una importante surgencia acuosa
que mantenía antaño bien nutridas a las zamboas.



Ni que decir tiene, quienes son los que más disfrutan del preciado manantial.
Nos llama la atención algo que se mantenía reminiscente en nuestra mente desde la infancia...
ver a nuestro amigo corriendo pecho arriba pues ha escuchado la señal acústica que significa
comida. Golpes repiqueteados sobre un objeto metálico hacen el mismo efecto
en nuestros queridos amigos que Paulov en el perro con la campana.



El reflejo condicionado hace que todos se reúnan como comensales a la mesa.
Sólo sus gruñidos rompen el silencio que reina en el lugar.



 
Normalmente, la paz y el sosiego reinan en el rancho del Taraje.
Damos las gracias a nuestros parientes por la dedicación prestada.
Podemos decir que da pena irnos del bello lar, menos mal que en la cámara portamos
impresas imágenes que dan otro sentido a la vida, complementando la rutina diaria.



Seguro que pronto volveremos para otros interesantes menesteres y ellos saben 
que la coral polifónica de Ubrique tiene mucho que ver y más después del exitoso



(Si quieres ver "Fuentes V. Infante Calderón", pincha aquí)



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jueves, 25 de abril de 2013

El paso indio-II

Nos habíamos quedado en vilo al ascender por esta especie de merga 
 que supone la "salida" del Paso Indio I.



Es una subidita de dificultad media, pero que está chupada para los que
 nos hemos criado por estos lares. Entre las paredes cortadas a plomo,
el silencio se deja notar. El bullicio ubriqueño se disipa en este lugar,
reinando una paz quieta, calmada, digna de saborear.
Cualquier sonido, el eco lo reverbera.





Justo antes del culmen nos topamos cara a cara con el "Rocacareado Piadensis", 
primo hermano chico del "Rocopollo Saltarius", uno de los principales miembros 
de los "Roqueromorfos" dragones de piedra imaginarios.



Desde aquí el vacío impone un poco más su vértigo particular.



Hemos llegado a una zona intermedia en alto al otro lado de la parte trasera
 de la Cruz de la Viñuela. Aunque desde aquí no se aprecie y parezca que está al alcance
de nuestros pasos, entre medias se abre el "vuelo libre sin motor" del precipicio.
Continuamos cancheando entre afiladas aristas de caliza disuelta por 
la erosión del aire y el agua de lluvia, buscando el color marrón de las pisadas pero...



¡Hey! ¡Cuidado! ¡Qué junto al primer Paso Indio está el otro pegadito!



El segundo "hachazo del gigante" no es tan drástico como el primero.



De hecho se puede ver toda su integridad...



desde los riscos escarpados donde nos encontramos. 
Saboreando el bello paisaje de nuestra montaña, nos llega hasta la pituitaria un
aroma a embutido serrano. Y es raro porque no traemos ningún bocadillo ya que para las
incursiones (sin ir más lejos), no hace falta ningún acopio de energía extra.
Mirando y dejándonos guiar por el olfato descubrimos que ese familiar perfume...



provenía de las flores apétalas del algarrobo macho que tienen 
estambres de cinco brazos. Nuestro masculino "Ceratonía Silicua" 
expele al ambiente un insinuante y atractivo olor a salchichón,
tan atrayente que...



las abejas acuden a él como moscas porque aunque aún no lo fuese, en el tiempo 
de este reportaje parecía que ya llegó la primavera. Si la que liba en una flor de vinagrera
es especialista en "miel de vinagre", este insecto cultural (dicho así por lo de la api-cultura),
en particular lo es en "miel de chacinas". Es admirable ver su imprecindible labor 
de procreación vegetal y...¡cómo se agarra extraplomada a las flores!



Sencillamente, a los humanos nos costaría un poco más 
agarrarnos a esa pared extraplomada del cañón del Paso Indio II,
 si hubiera que repechar y ascender por ahí para continuar nuestra visita turística.



Menos mal que sólo tenemos que avanzar un buen trecho por la parte superior de
 la sinuosidad del corte de la falla tectónica para continuar.



Merece la pena volver la vista atrás para afianzar una vez más en nuestra mente,
la ilusión de recorrerlo de nuevo como cuando éramos unos niños y jugábamos por 
estos desfiladeros a indios y vaqueros. Sólo que esta vez nos ha faltado el carcaj
con las flechas, el arco y una pluma aunque fuera de buitre, en la cabeza.



Con algo de nostalgia dubitativa, hemos dado con la vereda que nos va a descender 
de nuevo a la cotidiana realidad desde el mundo onírico.



El continuado "derrame" geológico ofrece bastantes rincones mágicos.
Hay quien afirma que existen siete pasos indios y aunque parece leyenda urbana,
es muy probable que sea cierto debido a la seria fragmentación de estos
últimos reductos de las sierras penibéticas.



Aunque parezca una piedra en tenguerengue y lo sea porque no queremos
 quitarle la razón a nadie, en realidad nos encontramos delante de la cabeza de otro
imaginario dragón, el "Fran Rocquenstein" cuyo cuerpo es tan descomunal que 
se sale de la fotografía para confundirse con...



 el enrevesado resto del magnífico caos calcáreo en el que habita.
Lo que hace bella e interesante la sierra de Ubrique es que un simple paseo por ella,
eleva a la enésima potencia nuestra imaginación. 
Discurrir por entre las peculiares plantas, las rocas, los boquetes, los abismos...



los escondidos llanos -llamados alfanjes- usados desde tiempo imemorial para
la materialización de la energia natural denominada picón...



y todo bajo los límpidos cielos de los que disfrutamos entre dos parques naturales,
conforman una experiencia sumamente enriquecedora.
¡Ahí está nuestro mástil de la Viñuela! Ese que nos propusimos clavar en su sitio, 
cada vez que se cayese. Vamos a tener que volver a la cima en breve, pues nuestro "palo"
ha sido abatido otra vez por los temporales. Es nuestro empeño recordar de esa forma y
con ese testigo, de que es el sitio de una de las tres cruces que siempre tuvo Ubrique en su sierra y de las que sólo perduró en el tiempo como emblemática, la Cruz del Tajo.



Cuando llevamos un buen rato cancheando, los pies agradecen algo de prado verde.



Estamos descendiendo por el lado opuesto de la entrada a los pasos indios.
Ahora si que se percibe el ajetreo de un efervescente pueblo como es Ubrique.
Estamos cerca de la antigua ruta de las Cochineras -que va desde el Calvario hasta la Era...



y para muestra un botón. 
Por esta vez nos vamos a ahorrar los lógicos comentarios, no obstante vamos
 a formularnos unas preguntas propias del programa Cuarto Milenio...
¿No nos faltaba esta irónica escoba en "Vamos a desamueblar la sierra?"
¿Qué es lo que el mentecato ensuciador pretendía barrer en plena sierra?
Y una vez barrido el misterio... ¿Qué recogedor usará?
 ¿Levantará una gran roca como si fuese una alfombra 
y dejará su propia inmundicia debajo para que no se vea?
Viendo esta antigua cochinera ya no sabemos quién es más humano
y quién es más cerdo. Misterios sin resolver.



Seguro que los que construyeron esta vereda por encima del Vía Crucis del Siglo XVI, 
por la que subían con el cubo de las cáscaras, no dejaron tanta porquería en la sierra.
Era otra época.



Se vislumbra la civilización. Estamos llegando al Calvario de Ubrique.
Nuestra ruta turística por las reminicencias almerienses 
del Western ubriqueño, ha concluido. Estamos algo cansados pero satisfechos.



¡Vaya, vaya! 
¿Pues no parece como si después de un infinita caminata por el lejano Oeste
le hubiéramos dado la vuelta al mundo y llegado a Tierra Santa?



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