Nos habíamos quedado en vilo al ascender por esta especie de merga
que supone la "salida" del Paso Indio I.
Es una subidita de dificultad media, pero que está chupada para los que
nos hemos criado por estos lares. Entre las paredes cortadas a plomo,
el silencio se deja notar. El bullicio ubriqueño se disipa en este lugar,
reinando una paz quieta, calmada, digna de saborear.
Cualquier sonido, el eco lo reverbera.
Justo antes del culmen nos topamos cara a cara con el "Rocacareado Piadensis",
primo hermano chico del "Rocopollo Saltarius", uno de los principales miembros
de los "Roqueromorfos" dragones de piedra imaginarios.
Desde aquí el vacío impone un poco más su vértigo particular.
Hemos llegado a una zona intermedia en alto al otro lado de la parte trasera
de la Cruz de la Viñuela. Aunque desde aquí no se aprecie y parezca que está al alcance
de nuestros pasos, entre medias se abre el "vuelo libre sin motor" del precipicio.
Continuamos cancheando entre afiladas aristas de caliza disuelta por
la erosión del aire y el agua de lluvia, buscando el color marrón de las pisadas pero...
¡Hey! ¡Cuidado! ¡Qué junto al primer Paso Indio está el otro pegadito!
El segundo "hachazo del gigante" no es tan drástico como el primero.
De hecho se puede ver toda su integridad...
desde los riscos escarpados donde nos encontramos.
Saboreando el bello paisaje de nuestra montaña, nos llega hasta la pituitaria un
aroma a embutido serrano. Y es raro porque no traemos ningún bocadillo ya que para las
incursiones (sin ir más lejos), no hace falta ningún acopio de energía extra.
Mirando y dejándonos guiar por el olfato descubrimos que ese familiar perfume...
provenía de las flores apétalas del algarrobo macho que tienen
estambres de cinco brazos. Nuestro masculino "Ceratonía Silicua"
expele al ambiente un insinuante y atractivo olor a salchichón,
tan atrayente que...
las abejas acuden a él como moscas porque aunque aún no lo fuese, en el tiempo
de este reportaje parecía que ya llegó la primavera. Si la que liba en una flor de vinagrera
es especialista en "miel de vinagre", este insecto cultural (dicho así por lo de la api-cultura),
en particular lo es en "miel de chacinas". Es admirable ver su imprecindible labor
de procreación vegetal y...¡cómo se agarra extraplomada a las flores!
Sencillamente, a los humanos nos costaría un poco más
agarrarnos a esa pared extraplomada del cañón del Paso Indio II,
si hubiera que repechar y ascender por ahí para continuar nuestra visita turística.
Menos mal que sólo tenemos que avanzar un buen trecho por la parte superior de
la sinuosidad del corte de la falla tectónica para continuar.
Merece la pena volver la vista atrás para afianzar una vez más en nuestra mente,
la ilusión de recorrerlo de nuevo como cuando éramos unos niños y jugábamos por
estos desfiladeros a indios y vaqueros. Sólo que esta vez nos ha faltado el carcaj
con las flechas, el arco y una pluma aunque fuera de buitre, en la cabeza.
Con algo de nostalgia dubitativa, hemos dado con la vereda que nos va a descender
de nuevo a la cotidiana realidad desde el mundo onírico.
El continuado "derrame" geológico ofrece bastantes rincones mágicos.
Hay quien afirma que existen siete pasos indios y aunque parece leyenda urbana,
es muy probable que sea cierto debido a la seria fragmentación de estos
últimos reductos de las sierras penibéticas.
Aunque parezca una piedra en tenguerengue y lo sea porque no queremos
quitarle la razón a nadie, en realidad nos encontramos delante de la cabeza de otro
imaginario dragón, el "Fran Rocquenstein" cuyo cuerpo es tan descomunal que
se sale de la fotografía para confundirse con...
el enrevesado resto del magnífico caos calcáreo en el que habita.
Lo que hace bella e interesante la sierra de Ubrique es que un simple paseo por ella,
eleva a la enésima potencia nuestra imaginación.
Discurrir por entre las peculiares plantas, las rocas, los boquetes, los abismos...
los escondidos llanos -llamados alfanjes- usados desde tiempo imemorial para
la materialización de la energia natural denominada picón...
y todo bajo los límpidos cielos de los que disfrutamos entre dos parques naturales,
conforman una experiencia sumamente enriquecedora.
¡Ahí está nuestro mástil de la Viñuela! Ese que nos propusimos clavar en su sitio,
cada vez que se cayese. Vamos a tener que volver a la cima en breve, pues nuestro "palo"
ha sido abatido otra vez por los temporales. Es nuestro empeño recordar de esa forma y
con ese testigo, de que es el sitio de una de las tres cruces que siempre tuvo Ubrique en su sierra y de las que sólo perduró en el tiempo como emblemática, la Cruz del Tajo.
Cuando llevamos un buen rato cancheando, los pies agradecen algo de prado verde.
Estamos descendiendo por el lado opuesto de la entrada a los pasos indios.
Ahora si que se percibe el ajetreo de un efervescente pueblo como es Ubrique.
Estamos cerca de la antigua ruta de las Cochineras -que va desde el Calvario hasta la Era...
y para muestra un botón.
Por esta vez nos vamos a ahorrar los lógicos comentarios, no obstante vamos
a formularnos unas preguntas propias del programa Cuarto Milenio...
¿No nos faltaba esta irónica escoba en "Vamos a desamueblar la sierra?"
¿Qué es lo que el mentecato ensuciador pretendía barrer en plena sierra?
Y una vez barrido el misterio... ¿Qué recogedor usará?
¿Levantará una gran roca como si fuese una alfombra
y dejará su propia inmundicia debajo para que no se vea?
Viendo esta antigua cochinera ya no sabemos quién es más humano
y quién es más cerdo. Misterios sin resolver.
Seguro que los que construyeron esta vereda por encima del Vía Crucis del Siglo XVI,
por la que subían con el cubo de las cáscaras, no dejaron tanta porquería en la sierra.
Era otra época.
Se vislumbra la civilización. Estamos llegando al Calvario de Ubrique.
Nuestra ruta turística por las reminicencias almerienses
del Western ubriqueño, ha concluido. Estamos algo cansados pero satisfechos.
¡Vaya, vaya!
¿Pues no parece como si después de un infinita caminata por el lejano Oeste
le hubiéramos dado la vuelta al mundo y llegado a Tierra Santa?
.
Tú mostrar en mágica ventana bonito paseo por tierra de indios. Si ser posible, querer volver a ver bonita foto de "Niño Trompeta" sobre roca sin pix... con cara despejada, pues ya ser hombre. Manitou sea contigo, rostro plácido
ResponderEliminarAy! Que ese indio se me ha adelantado. Te iba a preguntar si no tenemos una fotografía de aquel cartel mítico.
ResponderEliminarYo le pregunté a Ángel Pablo y me dijo que no tenía la foto localizada. A ver si lo encontramos.
Por cierto, algunas de tus fotos dan un poquito de vértigo. Y, otra cosa, los senderiensis proponen traer de cada caminada las basuras que puedan, para ir limpiando, aunque aquí nos haría falta, de vez en cuando, un carrillo de mano.
Besos, hermano
Gracias a las labores investigadoras con las que hemos convivido toda la vida, puedo deciros que estamos en ello. Tanto en el cartel como en la foto original. Ya he hablado con el prota y se presta a una toma comparativa veinticuatro años más tarde. Besos a los dos.
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