miércoles, 8 de octubre de 2014

La "cañá" los Gamonales, II

En la anterior entrada -La "cañá" los Gamonales I- habíamos subido
 por el legendario sendero que discurre bajo los impresionantes tajos del Garciago
 y que rodea la Sierra de Ubrique hasta situarse al otro lado
 del macizo serrano de nuestro querido pueblo.



Estuvimos viendo, el irremediable daño que por una u otra razón,
sufrían los excelsos ejemplares de quercus que salpican estos aledaños...



del parque de los Alcornocales que se extiende desde aquí hasta Tarifa.
La visión íntegra de la última estribación del sistema Penibético, El Berrueco,
nos hace una idea de la cota privilegiada por la que marchamos.
Estamos aun tiro de piedra de la finca de "Barría" y su oculta Garganta.



Habíamos llegado hasta donde hasta el Puerto del Calvito que es donde
se nivelan los tajos con el camino -justo en la vertiente opuesta a Ubrique.



Y en vez de continuar hacia los Pozos de "Barría"...



nos quedamos fotografiando el sáuco de la entrada del...



caserón ruinoso pero sugerente que denota las arraigadas vidas naturales de antaño.



A través de uno de sus "ojos" aun abiertos, sentimos la atracción de la aventura
de saber más. Delante nuestra, se abría la transparencia del desmontado páramo
 y tras él, la inmensidad del secreto oculto de la imantada montaña. ¡Allá vamos!



Al atravesar el escalón de la puerta, caímos en la cuenta que el material pétreo
 empleado para su uso sin fecha de caducidad, era mármol rosa y vino a nuestra
 mente la conversación con un paisano de que por estos lares existía antaño, una cantera
 de tan preciado material y que tanto protagonismo tiene en la historia de Ubrique.



¿Por qué no vamos durante la marcha, a prestar atención a posibles indicios?



Cerca del caserón, con el sáuco a la entrada del escalón de mármol rosa...



encontramos el color y el "escarbaero" pero por sus dimensiones no creemos
que fuera el que surtía de la noble piedra a nuestro querido pueblo.



Tuvimos la suerte de encontrar una larga zona rozada.
Una ancha manga, limpia de matorral que facilita el paso de personas y animales.



Los restos de las rozas las fueron quemando en los antiguos alfanjes
donde antiguamente se hacían los arcaicos cisco y picón.
Pura energía vegetal que expulsaba en su justa medida al aire, el CO2
-ese gas tan necesario en la Gran Madre Tierra; tan voluble que
 en escasez, congela y en demasía, sobrecalienta la atmósfera.



Por donde fueron cortados los lentiscos, cornicabras y ardiviejas de la zona,
se está llenando de una planta de rápido crecimiento. ¡Vamos! ¡Una plaga!




En esas cuitas andábamos, cuando un montículo, a todas luces manufacturado
 por la mano del hombre, se elevaba delante de nosotros. ¿Qué podría ser?



Y nos dio por pensar en lo más coherente... ¡Una calera!
 Las actividades humanas de otrora en plena sierra, se siguen haciendo evidentes.
Tristes caleras perdidas por el advenimiento de la civilización y el progreso que
introdujeron la sustitutiva pintura blanca acrílica  y de elevada lavabilidad.
Absortos en remembranzas andábamos cuando delante nuestra se abrió...



un "huerto solar fosilizado". 
Un maravilloso y ordenado lapiaz que nos invitaba a sortearlo 
como si de un laberinto se tratase.
Sube que te sube...



teníamos que tener en cuenta que no debíamos ascender mucho,
 por la premura de la tarde...



y porque a la zona de arriba del todo, donde están las aljibes,
ya le dedicaríamos una entrada especial, otro día.
Entre tanta vegetación arbórea de acebuches...



y pequeños bosquecillos de encimas agrupadas...



hemos encontrado un picacho sobre el que tenemos intención de encaramarnos
para poder hacer la fotos del rigor pues los árboles "no nos dejan ver el bosque".
Y pensando en la foresta, un estrepitoso y familiar ruido nos llama la atención.



Con la cámara en ristre intentamos escudriñar entre la maleza para poder "cazar"
 -de la única manera que debería estar permitida- de un "disparo" fotográfico,
al animal de soberbio porte, causante del fuerte raspajeo.



Pero los nervios afloraron y el "disparo" dio en la grupa.
La venada se libró de una buena toma. ¡Eso es lo que hay!
Menos mal que podemos contar con un magnífico capturador fotográfico de estos
 maravillosos animales. Él es  Manuel Canto, fotógrafo de la Naturaleza.
A nosotros la cierva se nos escapó del objetivo pero sin ningún riesgo para ella.
Seguro que un depredador de dos patas le habría dado un buen tiro
en un órgano vital y le hubiera ocasionado la muerte.
¿Qué habrán hecho los animales para ocasionarles tanto daño
y además, por gusto, para más inri?



Nosotros hemos llegado a nuestro privilegiado balcón, para
otear un rato el lugar donde se funden los grandes parques naturales.
Desde aquí pudimos admirar el prado del puerto del Calvito y en lontananza,
el Hacho de Gaucín y el familiar Berrueco -y debajo de él, la casa casa de "Barría".



A nuestra izquierda la continuidad de nuestra querida sierra de Ubrique.
¡Todo un paraíso!
Un lugar privilegiado lleno de vida otrora...
 Caleros, piconeros, contrabandistas, bandoleros, pastores, ganaderos y viajeros
 en general que deambulaban por aquestos lares en los tiempos de María castaña...



sin olvidar a los picapedreros que se adentraban en las calizas, tanto grises
como rosas para sus escalones, adoquines, sillares y ruedas de molino.



Ya estamos abajo y para no coger por el mismo camino, decidimos terciar...



¡Sorpresa!
Otra casa abandonada. Pero vamos que no pasa nada...
 La sabia Naturaleza se encarga de ir borrando las huellas de los humanos.



La maleza se enmaraña creando rincones sombríos -que por aquí se llaman "cucaeros".
La Gran Madre Tierra sabe perfectamente lo que tiene que hacer con sus ciclos.



Y el ciclo de la vida la muerte -ya sea vegetal o animal- continúa.



Y  es como cantaba un antiguo son cubano.
-"¡Pase lo que pase...



la vida continúa!"
Nosotros no podemos vivir sin la Tierra. Ella sin nosotros, ¡Sí!
Y en esas cábalas andábamos en nuestro camino de regreso cuando nos llamó...



poderosamente la atención, esta gran roca arenisca que no sólo sirve de
descanso de las posaderas, sino que a la vez es una estupenda piedra de afilar.
Aprovechamiento del tiempo de descanso en las idas y venidas...



por la "cañá" de los Gamonales. "Supuestamente" llamada así por la proliferación
de ese tipo de plantas tan arraigadas en la cultura y tradición, 
auténticas, de nuestro querido pueblo de Ubrique.



¡A propósito!
Los Gamonales, gracias a la lluvia caída en Ubrique, ya han comenzado su ciclo anual.



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