Las toponímias de nuestros entrañables lugares son misterios al descubierto.
Cuando en la antigüedad alguien nombraba un sitio nuevo para él, lo hacía rozando
prácticamente la nimiedad sin calentamientos excesivos de cabeza y
si el nombramiento cuajaba, perduraba en la propia historia, boca a boca.
Si la herramienta se parece a la pata de una cabra, patacabra.
Si al contar los pilares llegamos a dos decenas, los Veinte Pilares.
Si al contar los chorros falta uno para diez, los Nueve Caños.
Si al contar los pilares llegamos a dos decenas, los Veinte Pilares.
Si al contar los chorros falta uno para diez, los Nueve Caños.
Si había olivos en el cerro, los Olivares.
Si había naranjos, el Naranjal.
Si había algarrobos, el Algarrobal.
Si había pedernal, los Pernales.
Si había una llanura circular, Vega Redonda.
Si se enriaban las eneas para los asientos de las sillas, el Enriadero
Si se criaban mulas, Mulera.
Si se podía saltar de un lado a otro, el Saltadero.
Si había tizne de picón de los alfanjes en el desfiladero, Callejón Tiznao.
Si crecían Cornicabras junto al agua, Nacimiento del Cornicabra.
Si el Ubrique antiguo estaba a una cota superior que la actual, Ubrique el Alto.
Si el tío Pepito se quedó encerrado en una oquedad, la cueva del Tío Pepito.
Si un fraile puso una cruz encima de un tajo, la Cruz del Tajo.
Y si Ubrique está protegido por una exquisita sierra pues Sierra de Ubrique.
Así, así, hoy Ubrique en verde quiere nominar por semejanza...
un lugar de la sierra de nuestro pueblo que se puede apreciar desde muchos
puntos. Se trata de un cerro por encima de la Era del Ubrique el Alto. En sus faldas
hay una gran piedra y con imaginación, podemos ver en ella, la cara de un simio.
¿Que dónde está exactamente...?
¡Pues aquí!
Con algo de fantasía tan necesaria en esta vida, podemos ver en la roca,
los ojos , la nariz chata y la boca en un morro anaranjado simiesco.
¡La cabeza auténtica de un gorila!
Por supuesto, quien no quiera o pueda ver nada de eso... pues perfecto.
¡No entraremos en apreciaciones de exactitud!
Nosotros hemos subido por primera vez en una incursión (sin ir más lejos),
al Cerro del Mono, recién nombrado así por similitud,
sin más quebraderos de cabeza ni justificaciones.
Ya llevábamos tiempo dándole vueltas a la cabeza de si era o no correcta
la osadía de querer poner un nombre a un lugar, pero aderezados por
la reciente toponimia del pico más alto del término de Ubrique,
el pico del Gamón por nuestro hermano Leandro y nuestro amigo Carlos,
nos animamos a endosarle un topónimo al susodicho sitio.
Aquella tarde un rayo de sol iluminó nuestro cerro
y acogimos la idea con entereza.
Nuevamente emprendimos la marcha hacia la Era del Ubrique el Alto.
Prontamente nos topamos con nuestros amigos cuadrúpedos.
El de la manchita blanca nos dio un sustillo aquella tarde que
subimos a ver el carismático "Magnánimo Dragonus".
El itinerario para llegar al Mono, no estaba claro porque se interponía en el camino,
ya casi decidido, un farallón por el que, como ya hemos dicho, nunca habíamos subido.
Ascenciendo campo a través...
llegamos casi sin darnos cuenta, a la calera que hay junto a una cueva conocida.
La cal era una de los productos principales extraídos del corazón de la sierra.
¡Blanco de luz y de cal! -dice la canción.
Alrededor del pozo excavado y forrado de piedras in situ,
se colacaba otro círculo de rocas pegadas a la pared de la calera
y en el centro se prendía fuego a los palos para provocar el fuego
y del calentamiento se obtenía la cal viva.
Se cargaba en mulos y se hacía la entrada triunfal al pueblo al grito de...
-"¡Ya bajó la cá...! ¡Ya bajó la cá...!"
-"¡Bicicleta, trae pa cá una palá de cá, pa encalá an cá la Paca!"
Por encima de la calera y buscando un poco, está el refugio de la cueva de la Vieja
(seguro que una mujer mayor se protegió de la inclemencia allí
y el que la vió le puso ese nombre tan original).
La cueva tiene dos espacios diferenciados. Nos quedaremos un ratito en el superior
de la entrada para imaginar por un momento, a nuestros antepasados prehistóricos allí.
Cualquier día bajaremos sin riesgo a la gran sala del piso inferior.
Pero por ahora saldremos...¡Nuestra misión es otra!
La fortuna nos sonríe pues justo detrás de la oquedad, las veredas de cabra convergen
en un punto. En la pared semivertical se vislumbra un paso que a simple
vista, no representa ningún peligro. ¡Por ahí va a ser!
vista, no representa ningún peligro. ¡Por ahí va a ser!
-"¡Ea! ¡Ya estamos arriba!"
Nos encontramos en la ladera que nos llevará
hasta el objetivo tan mono que nos hemos propuesto.
hasta el objetivo tan mono que nos hemos propuesto.
Hay quien dice que por aquí se suelen ver simpáticas cabritas montesas y sanas.
No como la pobre con la que tuvimos un encuentro cuando fuimos al Garciago esta primavera.
Nosotros caminaremos hacia la izquierda...
así conectamos con un auténtico camino semiconstruido que
salva una escollera de difícil acceso.
salva una escollera de difícil acceso.
La vida antaño de los rudos hombres de la sierra, ha dejado sus huellas imperecederas
que facilitaron el aprovechamiento de ella.
-"¡Se escuchan cencerritas desde aquí!"
-"¡Se escuchan cencerritas desde aquí!"
Seguro que nos toparemos con las moradoras de los cuernos que demuestran
que la actividad humana por estos lares aún perdura.
¡Ya se entrevee entre los algarrobos, el peñasco que desde lejos parece la cara de un gorila!
Ahí se le nota "perfectamente", la nariz chata sobre la boca en el morro anaranjado.
Y fijándonos bien, en la zona de las comisuras, crecen estalactitas que
bien podrían "ser los dientes" del Mono. ¡Por qué no!
De la zona que equivaldría a la nariz de la cara del simio, cuelgan otras dos estalactitas
pero vamos a ahorrarnos comentar las obvias apariencias.
Es una piedra impresionante digna de subir a contactar con ella.
Por eso nos hacemos la sempiterna pregunta del por qué no habremos subido antes.
¡Pero nunca es tarde...!
Misión cumplida.
Una miradita atrás para ver la silueta.
Verla como con la intención de grabarla para siempre en la cabeza.
¡Ya podemos decir que después del subidón, hemos estado con el Mono...!
Desde donde estamos y tirando del zoom reconocemos un lugar familiar
ya referido en los albores de este humilde blog. Sobre la roca del centro que tiene esa
peculiar forma, está grabada la cruz que simboliza la vereda de herradura
de la antigüedad. No es ni más ni menos que...
el viso del paso de los Carboneros en los Pernales.
Y como estamos bien altitos sólo nos queda hacer sufrir un pelín a
nuestras rodillas con el descenso hacia Ubrique,
en nuestro regreso del cerro del Mono.
¡No olvidemos ya este nombre!
¡Lo mismo se le queda, como pasa con los motes!
.
Igual que el anís.
ResponderEliminar¿Del mono?
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