sábado, 3 de mayo de 2014

Limpias las Lagrimitas

De todo hijo de Ubrique conocida, quizá sea ésta, la inscripción pétrea más acuática.
Se encuentra en una antigua avenida de nuestro querido pueblo...



 que aún conserva su antológica placa conmemorativa con indicación
de recorrido y todo... -y que nos dure.
 Siguiendo la flecha...



dejamos atrás el vetusto muro de piedra que la ubica hasta llegar...



al conocido puente del Benalfelí -o "Benafín", hasta encontrarnos con una legendaria
fuente entre las fuentes del romancero, la de los Nueve Caños.
Por desgracia y debido a mentes mentecatas...



la zona había sufrido un estado de abandono singular.
Por lo visto es que"no hay contenedores cerca".



Por otro lado, la maleza -malas yerbas- invadían a su antojo el perímetro...



 a pesar de ser esta "obra civil", del treinta y siete y uno de los lugares más
 emblemáticos de nuestro querido pueblo, por excelencia.



Cada vez que pasábamos por allí lo hacíamos valorando sobre el entorno,
el agua, las higueras, lamentándonos de las impurezas "olvidadas"...
 A veces, gracias a la lluvia caída en Ubrique y su sierra...



el arroyo Seco, olvida plenamente su topónimo; sin embargo, costaba trabajo entreverlo
entre el maremagnum vegetal que estaba pidiendo a gritos un leve roce.



Y la plazoleta anexa, la mirásemos por donde la mirásemos,
necesitaba a todas luces un apañillo estético.



Entonces, un día, comenzó el antes...



y el después.



Operarios afanosos se pusieron "mano a los manojos" y empezó el "baldeo" general.



Motosierras y azadas azarosas, manejadas por diestras manos, zarandearon la zona.



Clareando un buen espacio y dejando a la vista el lugar por donde el Chiriguay
accedía a su morada cavernícola. 
La vereda de las Lagrimitas de San José, quedaba limpia de polvo y paja.



Y las propias Lagrimitas se mostraron agradecidas. 
Ahora limpias, pueden derramarse a sus anchas...



después de manar por entre las piedras de sus lacrimales.


Agua pura. Agua cristalina que es índice y fiel reflejo de la que cayó del cielo.



Todos hemos estado de acuerdo en que le hacía falta la necesaria limpieza
así el agua  puede brillar con alegría antes de sumarse a las del río de Ubrique.
  


 Junto a ellas, el Rano rebaja agreste el curso de su Arroyo, a veces Seco...



a veces semiseco...



y a veces pleno de fuerza, vigoroso. Pero de todas las formas,
mostrando su silueta, a la vista de todo el mundo, sin pudor.



Un antes...



y un después que, con un poco de coloridos detalles florales y un reluciente blanco añadido...



se muestra la dignidad perdida hace tiempo de este pintoresco rincón
de nuestro querido pueblo. Y mientras todos nos alegramos del cambio...



el agua de los Nueve Caños continua su ancestral ciclo vital.
 Por nuestra parte sólo nos queda pedir a los que la usamos...



que la protejamos a ella y al tesoro que la encierra. Sólo pedimos recapacitar
 sobre lo que supone tener esta maravilla a nuestra entera disposición.
-"¡Eso, pardiez, que cuando vayamos a por agua no dejemos basura allí! ¡Por favor!"



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