(Si quieres ver "Cosas de romanos.1ª parte" pincha aquí)
La hora de nona ha llegado y el refrán de la espera se ha cumplido.
Las miradas se dirigen a Benaocaz y al camino romano pero no se ve nada.
¿Habrán pasado antes de que llegáramos al observatorio del Dragón?
Como soy propenso a las uñas entredientes, llamamos a nuestro hermano Currus,
el Máximus, con el "vasus danonae sem hilus" (móvil en latín) y nos comunicó...
que ya habían comenzado el camino. Por lo visto se había producido un retraso en la partida.
Los romanos daban así fe de una característica latina heredada y que ha perdurado a lo
largo de los siglos. Ellos fueron los precursores de los diez (o más) minutos de cortesía.
Como una cuerda humana pronto se pierden en la espesura.
Después de dar culto al "Ocurrritauro" en la genuina Cabeza del Toro
y así aligerar la pesada carga del burro de compañía, empezamos a verlos de nuevo.
Un nutrido grupo de personas a la usanza, devolvía paulatinamente
al "Camino Benaocaz" un pasado histórico irrepetible hasta hace tres años.
Las avanzadillas de patricios llamaban la atención. Ellos no portan armas
para abrir el camino. Eso más bien corresponde a la legio...
pero se sobreentiende que se aprovechan del periodo de años de paz
después de instaurarse la democracia en Hispania.
El descenso de la Calzada no supone para todo el mundo una tarea fácil,
de ahí esos despegues a la cabeza de la marcha.
Mientras este grupo alcanza la zona de la fuente de Tío Potacho...
el grueso del pelotón acababa de abandonar la Cabeza del Toro, que está pintada en una pared
de roca caliza, a pocos metros de la Calzada. Es de obligado cumplimiento, al pasar junto a ella,
lanzarle una piedra. Esta veterana y entrañable tradición ha sido objeto de muchas conjeturas.
Pero vamos, se le tira la piedra (no hay que arrancarla del camino) y ya está.
¡No veas el montonazo de piedras multiformes que hay debajo de
la testa de astado pintada de colorado!
Nuestro gozo en un pozo.
Nosotros que llegamos a pensar que vendrían a su antigua ciudad, ya que según el programa
pone bajada a Ocurri, resulta que pasan de largo dirigiéndose a Ubrique.
Y menos mal, porque si éste hubiera sido el destino, habrían encontrado un rara puerta
moderna cercenando el paso hacia sus antiguas y derruidas murallas ciclópeas.
Entonces estamos hecho un lío.
Si el Ubrique romano se llamó Ocurri y en el Salto de la Mora era donde
estaba su antigua ciudad de Ocurris, no sabemos por que tiene que haber
indicativos poniendo otra palabra que es hasta difícil de pronunciar: Ocuri.
(Si de pronto les dijeran a los de "Hispallis" que les sobra una ele en su topónimo, algo científicamente probado a raíz de unos recientes estudios,
no creo que los de Sevila cambiaran el nombre a su ciudad ni fueran a bailar sevilanas).
(En este enlace podemos encontrar otro tipo de explicaciones muy interesantes.)
Muchos ubriqueños reivindican su nombre tradicional. No nos hacemos a
la idea de tener que llamar al hospedaje de los Callejones, Hostal Ocuri.
Yo por supuesto seguiremos dejando que corra le erre cada vez que mencionemos a Ocurrris.
Pero ya está bien por hoy de elucubraciones que se hace de noche.
Diana nos apura.
Partamos raudos hacia la "Trompa del Alfil"...
para, bajo el marco incomparable de la Cruz del Tajo iluminada,
recibir a patricios y plebeyos, esclavos y gladiadores...
al cónsul y la centuria. A los de Emerita Augusta.
Al Caesar y los romanitos.
Es hora de descubrir algunos secretillos usados para la dura
prueba que es el descenso de la calzada que unía Carteya con Astigi.
Allá van contentos y triunfantes al son de tambores hispanos...
hacia las cristalinas y puras aguas del Nacimiento del Benalfi
para la ceremonia del bautismo de los nuevos romanos en el camino...
la cual se desarrolla con recogimiento y regocijo, ante una asombrada espectación.
Algunos romanos plasman el momento con sus "vasus dadonae con camera".
Los bautismos purificativos continúan en singular ceremonia...
Nuestro hermano Leandrus Capillus, arrima luminiscencia al acto,
sumándole a la pureza del agua ocurritana, el brillo de la luz ancestral
desprendida de la emanada por la diosa de la Luna, Diana.
Detrás acuden más portadores de la mágica y simbólica antorcha.
El foro ubriqueño espera anhelante la entrada triunfal de
la tercera magna marcha romana...
pero la ceremonia debe concluir previamente. Uno a uno han dicho
su nuevo nombre romano ocurritano, en el muerto y universal latín.
La Plaza de Ubrique se haya anhelante pero no aburrida pues, mientras esperan, se escancian
bebidas y se sirven viandas para mitigar la incertidumbre...
y muchos se agencian de entre las numerosas monedas conmemorativas
diseñadas al uso romano en piel, para poder...
gastarlas en los tenderetes.
La hora de la llegada se aproxima.
(Si quieres ver "Cosas de romanos. 3ª parte", pincha aquí)
.
El retraso era por los diez minutos de cortesía y por las chacinas benocaceñas, que eran dignas de elogio, incluso, por los romanos de Extremadura.
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