sábado, 27 de julio de 2013

La cántara excursionista

Habíamos estado en un fantástico lugar de la sierra de Ubrique que conocemos
 como la Merga, buscando un pilón natural que recordábamos de nuestras
primeras incursiones, cuando teníamos algunas décadas menos en nuestro haber.



Pudimos admirar la grandeza de nuestros sublimes buitres leonados en
su hábitat natural, colgados en sus "niales" que son como balcones de la pared pétrea...



en un lugar conocido como el Casino de los Pajarracos.



Bajo el mar de piedras que conforma la gigantesca casquera...



y junto a una antiquísima vereda, ahora tapada por las ardiviejas...



en el seno de un roquedo bien autóctono, nuestras esperanzas de encontrar alguna
reserva de agua de lluvia, caen en saco roto. Los albores del verano andaluz
habían cumplido con su lógica misión...



Nuestro pilón natural, del que recordábamos la ingente cantidad de agua
que era capaz de almacenar por su envergadura, ahora nos ofrece su escuálida estampa.



Los pilones de la sierra, ya fueran esculpidos hace bastante tiempo,
con infinita paciencia por manos pastoriles,
a cambio del arrendamiento de los pastos del dueño o
ya sean esculpidos hace ya mucho más tiempo y
con imperecedera paciencia, durante milenios por las manos invisibles
de la Madre en forma de agentes naturales,
siempre fueron un recurso hídrico importante en un lugar
donde nunca se hacen charcos cuando llueve.
La sierra caliza se lo bebe todo.
Veníamos esperanzados en darle un buen sorbo de agua fresca a nuestro pilón...



y menos mal que la traíamos de Ubrique en una botella, solo por si las moscas.
Mientras por un momento descansábamos las piernas y
reponíamos nuestro cuerpo de la sed...



algo absolutamente desentonante reclamó como a gritos nuestra atención.
Entre el torrente de la casquera de piedras grises derramadas
(hay algún geólogo que apunta para explicar la posibilidad de su formación,
 hacia claros indicios de prehistóricos glaciares) un color azul luminoso
resaltaba desagradablemente entre los cascajos.
-"¡Eso no puede ser natural!"



Consternados, somos testigos nuevamente de otra tropelía contra la estética lógica del entorno.
Otro absurdo objeto sacado de su contexto. Otra incongruencia más para sumar
a la larga lista de "Vamos a desamueblar la sierra".
Era una cántara rebelde que no quiso estar más tiempo
asida por la mano de su endeble transportista y se tiró casquera abajo en busca
de nuevas aventuras. Ya estaba harta de servir sólo para llevar agua 
después de haber estado llevando cloro.
Quería ver mundo y su dueño no se lo impidió.
¡No! ¡No es lo que todos estamos pensando!
¡No es que la tiraron impunemente en un cretino gesto, ignorante y cruel!
¡Ella se arrojó sola porque quería ser una cántara excursionista!



Ella albergaba una gran ilusión por formar parte de la entrañable Naturaleza.
Harta de su vida artificiosa, soñaba por integrarse en el medio sin destacar. 
Sin agarrones del asa. Sin alharacas.



Nuestra ilusionada cántara de cloro, reutilizada en otros acuáticos menesteres,
 ya liberada del yugo humano, miraba en lontananza imaginando 
las aventuras a las que se iba a enfrentar.
¡Cuántos lugares hermosos por su cuenta y riesgo, visitaría!



Rindió pleitesía con una reverencia, al paso fronterizo entre dos lugares diferenciados,
"encima de la Merga" y "abajo de la Merga"... "el Saltadero"
(donde está la cancela de Icona que da paso a la cañada de los Contrabandistas),
por donde había pasado tantas veces en sus obligados y acuosos menesteres.



Después de despedirse del lugar donde estuvo algún tiempo abandonada a su duda existencial...



se dispuso a repechar con renovado entusiasmo por roquedos imposibles, de absoluta belleza.



Como cántara cartesiana ("dudo, luego existo"), la excursionista neófita 
no sabía si tirar para Ubrique o bien...



tirar para Benaocaz, pasando eso sí, a saludar a Fernando que vive en el abandonado
hotel de Aguanueva, con el que más de una vez habrá coincidido acarreando agua
 en el pilón de la fuente del mismo nombre.



Finalmente opta por ir a Ubrique. ¡Pero no...!
La aventurera cacharra existencial deja de dudar por un momento 
y decide no ir a  pueblo alguno, ni cerca, ni lejos. 
Obviamente estaba dispuesta a olvidar a sus explotadores.



Quiso pertenecer a la sierra pero sin alteraciones y mimetizarse con las bellezas naturales.
En su nerviosismo y un tanto a trompicones...



salió brincando ladera abajo para fundirse con la dolina de Vega Redonda.
No queria recordar su acuoso pasado y eso que en lontananza...



podía vislumbrar entre la escasa bruma, ese agua que en cantidades ingentes,
 estaba embalsada como esperándola para dar otro de sus recientes portes.
-"¡No! ¡No!" -dijo la liberada cántara azulina...
 "¡No quiero más cloro! ¡No quiero más agua! ¡Estoy harta!"
La sierra le brindaba estampas espectaculares y lugares conocidos que se lucían
entre los farallones. En una fugaz mirada hacia el monte de los Olivares, meditó...



-"¡Me he pasado media vida ayudando a los humanos a purificar su agua
y tengo tan mala memoria que ya ni me acuerdo donde pero sé que nunca,
 nunca serví para clorar el agua de ese depósito de Ubrique!
 ¡Lo sé por el color de mi tapón...!  ¡Pero ya me quiero jubilar!"



Nuestra cántara, sumergida en un mar de dudas, se sentía cansada. Se recostó en una roca.
Siempre había sido traída y llevada sin esfuerzo para ella. 
La nueva experiencia de su solitario deambular serrano, era agotadora.
Mientras reposaba,  las dudas volvían a rondar por su hueca mente.
-"¿Me habré integrado con este especial medio natural?"
-"¿Estaré  mimetizada entre las rocas y los humanos ya no podrán ver la diferencia?"



-"¡Anda, venga! ¡No te hagas ilusiones, boba...!"



-"¡Qué sólo eres una simple cántara abandonada a su suerte por un mentecato y
te vas a venir con nosotros los humanos que somos tus creadores!"
-"¡Algunos sí sabemos lo que hacer contigo!"
-"¡Y quién sabe...! Lo mismo puedes volver por aquí en tu otra vida."



Ese fue el último viaje de la ilusa cántara excursionista. 
Seguro que ahora sueña con ser un polar para poder volver en invierno 
a la sierra con una nueva existencia, desde la planta de reciclaje.







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3 comentarios:

  1. Que de juego da una simple cantara Manolo

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  2. ¡Qué pena me ha dado al final la pobre cántara!

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  3. Manolo eres un "Encantador de Cántaras". ¿Probaste frotarla? Igual pudo salir un genio, ¡No tanto como tu!, capaz de hacer cumplir el deseo de los que amamos y respetamos un entrono natural. Gracias por tu sabiduría AMIGO.

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