martes, 13 de agosto de 2013

I. El San Antonio. Sus secretos

En los dos próximos capítulos, Ubrique en verde tendrá el orgullo de versar
sobre el emblema que sobresale en todos los aspectos, sobre el perfil
de la fisonomía arquitectónica de nuestro pueblo...
La ermita del San Antonio.
Así que sin más preámbulos, todos aquellos que deseen adentrarse profundamente
en la historia, docta y exhaustiva, de nuestro tan singular monumento,
pueden hacerlo a través de los cientos de renglones que han escrito
nuestros inmejorables historiadores e investigadores locales
pues la pretensión de este humilde blog no es otra que...



penetrar en la singular espadaña y una vez fisgoneado entre sus recovecos "secretos",
poder acercarlo a los blogueros y lectores que no pueden o pudieron curiosear sus adentros.
Hacia él nos acercamos. Tratando de entreverlo por el intrincado casco antiguo de Ubrique...



no tendríamos necesariamente que ir a la base de la Cruz para comprobar que
 su  estampa anterior puede camuflarse con el resto de las edificaciones.
(Los proyectores del primer plano son de los que alumbran
nuestra Cruz del Tajo en las noches de los fines de semana)
Dicho de otro modo, no es lo mismo el San Antonio por delante...



que por detrás. Encaramado literalmente sobre las rocas,
de entre ellas emerge con esa grandeza que le imprime su propia humildad...



haciendo única e imprescindible esta estampa típica de Ubrique desde la Plaza.
Pero no siempre tuvo ese aspecto por detrás, que es la parte que lo destaca y singulariza.
Antes del 1886 (y no es que sepamos por estudios ese dato, sino porque lo pone)...



su aspecto era otro.
¿Quién sabe si antaño fue mezquita árabe a las afueras de Umrica?
Y es que el San Antonio es bien longevo...



o por lo menos así lo especifica la cerámica de la entrada delantera que
dice que se construyó en el siglo "equis, uve, i"... o sea, en el siglo...
 ¡En un lejano siglo!



Aunque una señal de color azul luminoso nos obliga siempre a continuar hacia
la izquierda, por hoy haremos caso omiso de ella y aprovechando que está abierta
la cancela empalmada (por lo visto estaba anteriormente en el cementerio
 y se le hizo un apañillo para aprovecharla)...



y la puerta, nos colaremos en el San Antonio para descubrir sus secretos.
Pasaremos junto a la cerámica policromada que ilustra al Santo de la devoción.
Debajo de la obra de arte podemos apreciar otra "obra de arte" que un borrico
(con perdón de los dignos animales) dejó plasmada cuando agujereó,
 golpeando impunemente, el cepillo de la limosna para meter sus sucios dedos,
 en el absurdo intento de usurpar la voluntad de los menesterosos.



Tras unos breves pasos a través del sencillo patio que un día albergara una frondosa araucaria,
nos encontramos ante la vadeable puerta de acceso, bajo un nada enrevesado frontispicio.
Estamos a un paso de la admiración espontánea una vez accedamos al interior...
 ¿Pero la puerta ahora está oclusa?
 ¿Quién guarda el secreto de la apertura para poder acceder a la nave central?
¿Quién va a abrirnos el batiente acceso y que lo lleva haciendo numerosos lustros?



Pues nuestra adorable Catalina, que con su desvelo inusual
 lleva toda su vida al cuido de nuestra ermita honorífica.
Si hay que entrar y salir... Catalina.
Si hay que barrer y jocifar (actualmente, con la fregona)...Catalina.
Si hay que sembrar una maceta... Catalina.
Si se estropea una ventana... Catalina.
Y así un largo etcétera.
Catalina busca y provee lo que haga falta.
Catalina guarda el secreto de que el San Antonio siempre esté de punta en blanco.
Desde Ubrique en verde te damos las gracias de corazón por mantener impoluto
nuestro monumento histórico artístico... Catalina.
Pero hay más manos colaboradoras que ayudan al mantenimiento.



El San Antonio es una sencilla obra arquitectónica de pueblo, así que sentimos
la contrariedad que puedan sufrir aquellos que pensaban que iban a enfrentarse
directamente a la tarea de tener que descifrar en su interior,
 enigmas platerescos o churriguerescos.
El secreto del San Antonio radica en su sobriedad y recogimiento.



Ahora mismo, no nos acordamos de donde estaba este sutil adorno
pero lo cierto es que, está allí.  ¡Otro secreto!
¡Pero mira por donde, así surgen argumentos para la visita!
¡Vamos a buscar este rosetón al San Antonio...



o la ubicación exacta de esta pila labrada en mármol rosa... ¿de nuestras canteras?!



El San Antonio es un lugar fresco o cálido -según la época- confortable y acogedor...



en el que, debido al extrapolado fervor de algunos, se ven obligados a colocar 
carteles para pensar en ciertos lugares. Pero pensándolo bien, después de "IMAGEN"
y antes de "GRACIAS" había que explicitar "DE SAN BLAS" pues aunque tenga barbas
 y el báculo sea más sencillo, se parece una enormidad a su homólogo de Benaocaz.
¡Bueno, otro secreto más!



No es ningún secreto que, como edificio de culto que es, concurran en sus entrañas
misas y sea centro de Hermandad, como lo demuestra este excelso bordado...



que luce la mesa de celebraciones, lugar donde el cura, cada vez que se arrodilla,
puede ver ese maravilloso suelo que siempre  nos recordó un tablero de ajedrez en cartabón.
La nave central está a la vista y aunque encierre algunos secretillos...



donde más los hay es adentrándonos por la puerta de atrás del altar.



Lo primero que nos llama la atención son las vigas de quejigo
(quercus también conocido como roble que crece espontáneamente en 
nuestros lares, más concretamente en los Alcornocales) 
que sujetan la techumbre de la entreplanta y los varales extralargos...



del paso de la Hermandad del Santo Entierro (que no es secreto que se ubica aquí).
Son tan largos que han tenido que amoldar un poco el edificio para ubicarlos.
¿Serán las vigas del techo las mismas que colocaron aquel siglo?



De las paredes del interior, cuelgan coloridos cuadros de manos anónimas,
realizados con singular estilo que representan por un lado, a un hombre 
con "la soga al cuello" literalmente que siempre fue "el seguido hasta el Calvario
y ejemplo a perpetuar para los de acá...



con su dolorida y conforme madre, por otro.



Para descubrir secretos, sólo basta con que vayamos abriendo puertezuelas...



o fijarnos bien por las rinconeras en las que podemos admirar los contrastes que surgen, por ejemplo, entre un humilde banquillo petaquero, un espárrago cuelga ropa
 y las pesas del reloj gigante
que ya veremos en la segunda parte de los secretos del San Antonio.



Ya Ubrique en verde dijo en su día que el San Antonio estaba eternamente
enamorado de la Torre de la Iglesia y no es para menos...
Desde esta sublime espadaña, las vistas hacia nuestro querido pueblo
son impresionantes, en una palabra. Igualmente impresionante...



es la estampa del famoso e inigualable protagonista.
Pero... ¿qué pasa?
 ¡Si el San Antonio no es de Júzcar, el primer pueblo pitufo del mundo!
¡Ah! ¡Ya! Que también se solidariza con los monumentos más importantes del mundo,
luciendo esta guisa en el día contra la diabetes.
¡Nos gusta eso de "monumento más importante del mundo"!
Pero aún nos queda subir al campanario y lo haremos con otra entrañable persona 



.

3 comentarios:

  1. Tanto la historia como tu pueblo deben estar agradecidos a tu esfuerzo por rescatar de los cajones del olvido tantas maravillas.

    Veo que no has tenido que usar el chicle para pegar nada en este monumento. Je!

    Un abrazo Manolo.

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  2. Magnífico artículo! Las fotos son impresionentes. Me ha encantado. Felicidades!

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  3. En el patio también hubo cinco o seis cipreses enormes. Es posible que la pila del agua bendita sea de la sierra, porque mi abuelo Salas, que era picapedrero y "padre" de varias piedras de molino y posiblemente de los bancos de los callejones, que hubo desde siempre hasta los 80, que se pusieron de fundición. Creo que lo único que queda así visible y reconocible es el zócalo, donde estuvo Ubribol, en la Trindidad y que aun sigue allí.

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