domingo, 24 de noviembre de 2013

Las faldas del Torero

En Ubrique existe un gigantesco cuerno que es testigo pasivo de los aconteceres diarios...
El deambular de personas y de vehículos,
las cuatro estaciones -porque está en exterior-
y las carreras de aviones a diario. 
Hablar de cuernos es hablar de toreros, más o menos y
ni que decir tiene que, quitando las pocas excepciones que confirman la regla,
el caduco gremio taurino pertenece al género masculino.  
Menos mal que no hay muchos que... 



desde niño ya apuntan estas formas y tendencias obsoletas.
Por eso, la pregunta es bien sencilla...
-"¿Qué tiene que ver el arcaico -torero-
con esa prenda exclusivamente femenina -las faldas-
quitando a los escoceses lógicamente?"
Cuando en Ubrique en verde hablamos de las faldas del Torero,
no vamos a hacer referencia alguna a connotaciones sexuales o aficiones.



Nos vamos a referir exclusivamente, a las partes bajas de una inconfundible
 cumbre dentro de las sierras de la Silla y de la finca de Fátima.
 O sea, a la ladera de esa silueta entrañable y muy familiar en nuestro querido pueblo...



la montaña llamada El Torero.
Dependiendo del punto de vista, tiene una u otra óptica.
Ésta, desde los Callejones, detrás del cerro de los Olivares...



o esta otra, desde Ocurrris; imagen en la que podemos vislumbrar algo de nieve;
 esa rareza que alguna vez nos cae encima, como lo hizo el día blanco y verde.
Después de los prolegómenos, ya estamos preparados para hacer una incursión 
-sin ir más lejos- vespertina, de esas de ir y venir en un pis pas, a las faldas del Torero.



Siguiendo el curso del río Ubrique, por el camino de Fátima,
pasando por debajo del castillo de Fátima y algo más allá de la fuente de Fátima...



nada más comenzar la caminata, ya tenemos que sortear los primeros peligros potenciales.
No es que nos vayamos a meter a torero a estas alturas,
ni siquiera nos referimos a sus cuernecillos,
 sino a las minas antizapatos que sueltan por detrás.
Ya hicimos referencia de ellas cuando estuvimos en el Cobre de Algeciras.



Ascendemos por antiguos caminos bien señalizados.
Dejamos atrás la finca de Fátima y a un lado, el Vaquerito...



y seguimos subiendo el escalafón roquero. 
Nuestra intención es llegar a la laguna de Fátima, 
 intentando descubrir otro camino de acceso, distinto al del castillo.
¡Vamos, que somos investigadores natos!



La tarde amenaza bendita lluvia.
 En la lejanía se ve Ubrique debajo de su sierra, bajo las nubes
 pero sólo se distingue la parte que no tapan sus dos famosos cerros.
Se agradece pecho arriba, una parada y girar la vista con un suspiro ante tanta belleza...
¡Bueno, mejor que suspirar, sería más correcto emplear la palabra jadear, gracias a la cuesta!



Pero el terreno se suaviza. 
Por fin...



hemos llegado a las faldas del Torero.
Nos encontramos en un punto intermedio en plena Naturaleza.
Por un lado, a nuestra derecha, el impresionante Torero.



Por otro lado, a nuestra izquierda, el farallón del castillo de Fátima.



Y en el centro, una especie de corralete natural  flanqueada por varias
 "torres" enormes de roca caliza que parece que han sido puestas
 allí a propio intento por un gigante y que son aprovechadas a modo de redil.




En esta especie de submeseta en la que descansamos momentáneamente,
por doquier se vislumbra lo que ya sabemos...
Los ingentes acontecimientos que otrora hervían por estos lares.
Tal vitalidad no se ha perdido del todo y todavía podemos ver a...



alguna "jefa" caprina, en su púlpito dando órdenes a sus subordinadas...
-"¡Vais a berrear cuando yo lo diga y no cuando queráis que para eso yo, "ordeño" y mando!"



Las faldas del Torero acaban lógicamente abajo, en la vertiente junto
 al pantano de los Huronescon su siempre llamativa cola de la que podemos disfrutar...



y que ya hacía tiempo que no se veía tan colmada de agua, pero...




¡Ya veremos cómo no llueva!
(Podemos ver el contraste en esta foto actual)



Tenemos que subir algo más.
-"¡Subir, subir!" -como cantara Hilario Camacho.
Atrás quedan los corraletes, "la plaza" y las cabrillas.



Ya parece que podemos tocar con la mano el singular castillo.
Nuestra intención como dijimos antes, es abordar la laguna de Fátima por este lado.
El acuoso lugar también está en la lista de los "Manantiales y fuentes de Andalucía" ,
proyecto con el que hemos conseguido para Ubrique, la certificación de
"Villa de las Cien Fuentes". Y sabemos que está llena porque...



se nota perfectamente que está rebosando, transformando las veredas que
 supuestamente encaminan hacia ella, en auténticas y tumultuosas corrientes.



¡Ya, que ya! ¡Qué ya llegamos!
¡Qué detrás de ese tajo está lo que buscamos! 
¡Un poco más y...!



¡Pero...! ¡Vaya, vaya!
 ¡Una valla!
¡Ya nos estaba pareciendo todo muy fácil!
Como no somos "saltadores de vallas", nos vamos a contentar con
 estar acurrucados un rato más, en las faldas del Torero,
 sin llegar a contemplar la laguna de Fátima.
¡Otra vez será!
Lo que sí podemos hacer es traernos una buena imagen...



del farallón trasero del Torero con sus buitreras y su silencio sobrecogedor.



A la vuelta y cayendo una suave llovizna sobre nuestros contrariados cuerpos,
pasamos ineludiblemente por los ciclópeos menhires prehistóricos.
Y como vamos siempre, dando rienda suelta a la imaginación, por un momento...



tenemos que poner los pies en la tierra, no sea que esta señora despistada
 nos confunda -que adolecemos de torero, ya que al fin y al cabo, era el tema de hoy.
Otro día subiremos al Torero, como ya lo hizo nuestro amigo Jesús
Por lo pronto tenemos que contentarnos con disfrutar de su bella estampa...



estemos donde estemos y siempre que sepamos distinguir su silueta 
 entre las otras maravillosas cumbres que rodean nuestro querido pueblo.
El sol se va a ocultar tras el Torero y nosotros seremos testigos de excepción
de tal acontecimiento, sentados cómodamente en la terraza de la venta de Ocurrris
 -lo "sentimos" Antonio, ya sabes lo que pensamos del tema de las erres.
Ya, para terminar, podemos adaptar una antigua 
canción española y a su ritmo, cantar aquello de...



"Ese Torero enamorado de la luna..."
-sólo añadiendo un Re.
Siempre nos acordaremos del buen rato que pasamos aquel día,
 acurrucados en las faldas del Torero.



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