viernes, 15 de noviembre de 2013

Una misión en Cádiz

No hay que subir muy alto en nuestra sierra para poder ver en lontananza nuestra capital
a nivel del mar. Basta para ello ir a la fuente de Aguanueva...; bueno, algo más arriba,
 como lo ha demostrado nuestro hermano Leandro en Aznalmara.
Pues precisamente allí, a la "lontananza", es adónde hemos tenido que ir.
 ¡Vamos, lo que se dice, un "mandao" a Cádiz!
Dejamos a nuestro querido pueblo tempranito cuando clareaba el día.
Las nubes otoñales, frecuentes en la sierra...



tornaron a salada claridad entrando por la Avenida de nuestro destino.
Aquí también es un sueño imposible como en Ubrique, ver las calles sin coches.
Y de "aparcamientos", ni hablamos.



Primera parada, la plaza de San José que tiene un parking debajo y una iglesia arriba,
ambos con el mismo nombre. Y José, llamada también la persona que representa
 la estatua ecuestre de la plaza. El conjunto fue regalo de la ciudad de Buenos Aires a
la ciudad de Cádiz a principios del cuarto cuarto del siglo pasado.
El escultor Juan Bautista Daumes fue el que le puso el dedo tieso a don José de San Martín.
Ubrique en verde ha encontrado la explicación del por qué ese
 índice, está de esa forma tan indicadora y ordenante.



Es para sugerirle a las bonitas palomas -ratas voladoras- que 
se monten en él y no encima de su cuerpo o de su caballo.
¡Don José ya está muy cansado de deposiciones!
Bueno, vamos a la misión que nos ha traído hasta aquí.
Para ello tenemos que...



dirigirnos a unas oficinas en la plaza del Árbol, cerca de San José.
¡Ea! ¡Ya hemos terminado!
Al fin y al cabo, para este humilde blog...
¡el recado es lo de menos!
Lo bueno es el rato que vamos a pasar en nuestra capital favorita y única.
A ella venimos desde pequeños con nuestros padres y 
en ella hemos pasado parte de nuestra vida
desde aquellos tiempos en los que el viaje hasta aquí,
 por la antigua carretera de Arcos, era toda una odisea.



Aún conserva retazos históricos de aquellas épocas, cuando la Laguna era eso, precisamente.
Vamos a darnos un paseíto por la playa en contraste total de un paseíto por la sierra.
Cruzamos la Avenida hasta enfrentar los antiguos muros...



del sugerente Cementerio gaditano.
 Dándole lógicamente un buen rodeo, llegamos en un santiamén...



al mar. Y aquí...
¡Una imagen vale más que mil palabras!



La marea baja y la arena de otoño conforman la quietud de los pocos
que como nosotros, tuvieron la misma y brillante idea.



Por esta parte,  la playita de Cádiz, además de dorada arena y salada claridad,
 cuenta con retazos de rocalla ostionera...



cuajados de vida marina que a la vez...



son la vida de muchos "marineros".



Dejaremos la mejor playa del sur -y no es pasión de gaditano-
porque queremos ir a Puntales antes de regresar.
¡A ver cómo van las obras del nuevo puente!



Pasamos junto a otra iglesia, la de Santo Tomás y dejando a la izquierda,
el entrañable barrio de Cerro del Moro...



llegamos todo derecho, hasta frenar delante del pilón de acá; la torre de la luz.
Nos referimos a la soberbia estructura de acero de Puntales,
 junto a su hermana gemela de Puerto Real, de formas cónicas,
estrechas y altísimas -más altas que la Cruz del Tajo.
Toscana y Scala lograron que por encima de sus más de ciento cincuenta metros
 circularan más de ciento treinta kilovatios de potencia.
"¡Ahí es ná!"
 ¡Eso tiene que dar calambre seguro!
Si París presume con una torre, la Eiffel esa, nosotros en la Bahía de Cádiz,
desde los años sesenta del pasado siglo, tenemos dos. ¡Ea!



Vamos a corroborar lo que nuestro hermano estuvo viendo desde el Cintillo cerca de Ubrique.
El extremo sur de Puntales está bastante animado... nos huele a que algo está pasando.



Al arrimarnos a la baranda que nos brinda este soberbio panorama de la Bahía,
 nos llama la atención las maniobras de una gran máquina excavadora...



que iba al rescate de otra que había quedado varada
 -por emplear términos marineros-
en el lodo bajo la arena de la orilla y a punto de volcar hacia el agua.
¡Esto promete ser un buen rato de distracción!



Un percance lo tiene cualquiera pero cualquiera también y por casualidad,
puede ser testigo del maremagnum de maniobras en las que se vieron envueltos.
Que si la máquina rescatadora se calentaba, que si el cable se partía...
Tanto que los "marinos" del cuartel, bajaban a retratarse junto a la accidentada.



Desde luego que las maniobras, no militares en este caso, 
atraían la atención incluso del ejército español.
 ¡Esta otra misión era bien importante...! Se trataba... 
¡Del rescate de la máquina atrapada en los lodos movedizos!



La torre de Puntales, testigo mudo de excepción, veía como minuto a minuto,
la marea crecía centímetro a centímetro pero no había problema. Por si las moscas,
entre los espectadores presentes estaba el "enterao" de turno que aseguraba...
-"¡Yo solo, con una soletilla, ponía derecha esa máquina; yo solo!"



Afortunadamente para todos, menos para algunas mentes morbosas y ávidas de siniestros,
todo acabó con la emocionante victoria de los perseverantes.
 Con una gruesa cadena, la malograda retroexcavadora fue rescatada...



por su salvadora que, con orgullo, prosiguió victoriosa
sus obras de reordenación de los aledaños del pilón de Puntales.
Y como ya no había nada de interés general que ver en el escenario...



las miradas volvieron a dirigirse hacia...
"¡Las obras que están haciendo en Cádiz pa el segundo puente -el puente de la Pepa-
 la están haciendo mu malamente" -según "los Enteraos" del Selu.
Esperemos que con los recortes, no le den "cajonaso" al puente como
 se lo dieron a la chirigota aquel año con "los Tijeritas".
Y como dice el juego, "de puente...



a puente y tiro -esta otra foto- porque me lleva la corriente".
Del de la Pepa al del Carranza en la Vía Augusta Julia. Antes de su construcción,
 muchos recordamos el rodeo que había que dar por la Bahía para entrar en Cádiz
 y de los peajes que hubo que pagar cuando se inauguró afortunadamente.
Nos encontramos al final de la calle Chiclana, al otro lado de la Zona Franca.
En esta zona, con vistas al interior de la Bahía y
 al istmo que supone la entrada desde San Fernando,
 recapacitamos sobre la importancia de Cádiz en todas las épocas y
 de la consecuente afluencia de personas a nuestra capital.
Dicho en plata...
-"¡A Cadi entra gente por un tubo!"



Y aquí podemos apreciar literalmente...



como van entrando.
 Y no sólo coches y camiones...



 también el tren, cargado de personal...



no tiene reparos en meterse...



en el supuesto túnel. 
¡Qué para eso lo soterraron!
Igual suerte correrá el Amarillo que viene detrás.



Pero la pregunta es cómo se las arreglan tantas personas y
 tantos vehículos una vez dentro del "canuto gaditano"...



Y esa será la misma pregunta que se hace este caballero
 que mira intrigado al interior del tubo.
Pero no acaban aquí las curiosidades de Cádiz. 
Si nosotros en Ubrique tenemos la patente del perro de agua  
-vimos uno cuando subimos "al Calvario tempranito"-
los gaditanos cuentan con otra raza genuina...



"el perro de agua... salada" que disfruta de buenos chapuzones entre olas
y con marea alta. No obstante, cuando baja la marea, no creemos que entren ganas, 
ni a él ni a nadie, de meterse en esta parte de la Bahía y no es por criticar...



sino por sugerir eso de "cómo hacer reciclaje en verde" con esos antiestéticos
objetos redondos que tanto daño hacen a la imagen de nuestra Tacita de Plata.



Será mejor a todas luces, resaltar esta otra estampa típica junto al mar.
Ya hemos terminado nuestra misión en Cádiz.
 Hay que regresar a Ubrique que allí también contamos con estampas típicas.
A la vuelta no tenemos más remedio que hacer similitudes entre las sinuosas olas del mar...



y las sinuosas crestas de las imágenes de la sierra de Cádiz 
-como hiciera en uno de sus numerosos escritos nuestro padre don Manuel Cabello,
que hoy cumpliría ochenta y dos años, para un concurso literario sobre el mar,
en la escuela naval de su Cádiz de su alma.
 En la composición comparó el mar con la sierra.
¡Ganó el primer premio!
No tenemos nada más que fijarnos en una silueta montañosa para comprobarlo. 
 En particular en ésta porque sabemos que
 detrás de la Silla del Caballo, con su prominente pico del Ardión, 
está nuestra cuna del artículo de piel.



en la que, al igual que en la playita de Cádiz,  también disfrutamos de preciosos atardeceres
 reflejados sobre las olas calizas de la sierra de nuestro querido pueblo de Ubrique.



.

2 comentarios:

  1. Preciosa entrada Manolo. Yo, como gaditano de Cádiz Cádiz, es decir de las Puertas de Tierra hacia dentro, ya que los que viven de las Puertas de Tierra hacia fuera solo de Cádiz una vez; me has hecho remomerar mi infancia en Puntales. Allí vivían mis abuelos Luís y Milagros. Luís, un jugador empedernido de dominó y siempre pegado a su copa de vino y Milagros una mujer amable y bondadosa. Yo iba a pescar a Puntales con mi primo Pepín, las famosas lisas mojoneras y a mariscar coñetas (un tipo de cangrejo). Recuerdo el enfado de mi abuela cuando llegábamos de pescar y echábamos todo el fruto de la pesca y del marisqueo en el fregadero. A veces los cangrejos se escapaban y deambulan por la casa a su antojo. Mis abuelos y mi primo ya han fallecido pero los recuerdos de ellos permanecen y tú me has hecho revivirlos. Gracias Manolo. Con las bombas que tiran los fanfarrones se hace Manolo las excursiones.

    ResponderEliminar