A estas alturas del "desmenuzamiento minucioso voluntario" de toda la zona de
la Calera- Aguanueva- los Pernales, seguro que ya se sabe la toponímia del lugar,
así que lo mejor es ver la estampa de la sierra (imagenes tomadas desde Los Olivares) sin
aditivos ni colorantes. A la izquierda del "Hotel" se ve el piquito del Cancho del Búho,
a su falda se nota perfectamente la vaguada que conforma nuestra excursión de hoy.
Partiremos de las cristalinas aguas de la Piedra del agua en el camino de Ronda.
Aquellas que se salían del manantial buscando por inercia y gravedad el curso que
quiero recorrer por primera vez. Siempre tuve ganas de bajar por el arroyo pero por
unas cosas y otras jamás lo hice. El blog me dará la oportunidad de ir acompañado
a mi descubrimiento. ¿Qué sorpresas deparará esta nueva excursión?
Gracias por venir conmigo.
Frente a la Piedra del Agua y saltando un murito comenzamos el descenso buscando
nuestro objetivo. El "Búho" trata de ocultarse...
entre lantiscos, algarrobos, matagallos y algún que otro escambrón. Por el camino "se nota"
que el lugar está frecuentado por ganado. El cancho empequeñece pero tirando del zoom...
lo traemos hacia nosotros para verlo por última vez por hoy. La próxima vez,
cuando vayamos a Vega Redonda, que está detrás de él, nos subiremos para disfrutar
del paisaje. Tampoco me monté nunca sobre esas rocas y ya es hora.
La roca caliza fragmentada y esparcida por doquier en otros tiempos, manos gentiles
y sufridas las fueron aporcando en perfectos majanos para así ampliar la zona de donde
nace el alimento de los hervíboros (Los podemos ver también en el Pozuelo).
Abajo se ve algo de Ubrique; al frente el piquito del Tajo del Moro y cortando casi
en diagonal la estampa natural, los "inevitables cables" del tendido eléctrico que desde
ahora y por "pesaos", les cambiaré el nombre llamándoles los "inevicables".
Ya queda poco. El cauce del arroyo que viene de la fuente de Aguanueva y que a partir
de aquí adopta otro nombre, está ahí abajo, pero aún no se ve si lleva agua o no.
Donde sí la podemos ver es en estos "piloncitos" naturales que se forman por la disolución
de la roca con el agua de la lluvia. Lo que llama la atención de estas vasijas es que se empezaron a formar con una primera gota caida del cielo hace miles de años.
¡Por fín! ¡Y lleva "una poca agua"! ¡Perfecto!
Agüita cristalina rodando y dando suavidad a las aristas de los agrestes "cascajos".
Estrechito en unos sitios y ensanchándose en otros de menos pendiente.
Por ahora el curso es tranquilo y lo enmarcan salpicados llanitos (supuestamente de picón).
No discurre una vereda constante siguiendo al agua, pero vamos, apartar un lantisco
que no pincha para pasar, es un juego de niños. Si fueran "jérguenes"
otro gallo cantaría.
otro gallo cantaría.
Así que jugando a saltar el arroyito dulzón, vas conociendo las dos riberas.
Seguro que esos pasos los dibujan los animales que vienen para abrevar.
Ahora a babor; ahora a estribor y siempre agradeciendo estos claritos, continúa nuestro
paralelo discurrir. Por ahora va bien.
En uno de los cambios de margen nos encontramos con un adorno curioso: Un rectángulo.
Supongo que lo han puesto ahí para dar un toque de color distinto al repetido
verde y gris de la montaña.
Además, el terreno se vuelve cada vez más abrupto y por el tono blanquecino de esas
calizas, parece ser que han sido puestas recientemente para facilitar el paso.
¡Vaya! ¡Vaya! Aquel arroyito dulzón se convierte en un escabroso torrente ya cerca de Ubrique.
A ver por donde cojo yo.
¡Mira! Otro pilón natural. Cualquiera bebe ahora.
La cosa se pone fea. Voy a seguir recto porque bajar por el curso no puedo.
Allá se muestra majestuoso el Salto de la Mora y la sierra de los Paredones.
He llegado hasta un vallado pero eso no es lo que me impide continuar...
Al parecer se colocó para no caer por el tajo que acompaña a la subida
del "Camino Benocá" hasta la Cabeza del Toro.
Allá abajo es donde quiero ir. Ese pradito me es familiar.
Pero por estas crestas va a ser que no.
Así que volviendo un poco atrás consigo ganar de nuevo nuestro arroyo del Búho y rebusco
algún paso oculto (el monte se cierra cuando no se transita ni se hace picón) y doy con él.
Está claro que por allí era bastante difícil. Si aún fuera un zagal ya te diría yo.
He llegado al muro del final de la Era de la Calera. Ya me dijeron que estaba
el arroyo "cerradito en monte". Estoy salvado. Desde aquí el regreso es conocido.
La experiencia hasta ahora ha hecho que salga siempre airoso de mis aventuras.
PERO TOCO MADERA.
Esa "tarjeta roja" que bien podría significar expulsión, como en el fútbol, es el límite de protección desde donde los cazadores coteros no deben disparar. Por otra parte, no te quites aptitudes que todavía podríamos echar carreras sobres los torcales de Antequera
ResponderEliminarQué bonito, Manuel, y qué bien explicadito. Somos unos privilegiados viviendo en este entorno (aunque no lo sepamos).
ResponderEliminarPor cierto, ¿quién ha dicho que no eres un "zagá"?