Ayer contábamos, cuando terminamos de recorrer lo que pudimos
del curso del Arroyo del Búho, que hoy iríamos de visita.
Primero tomamos un poco de agua y qué mejor que en la Piedra del Idem.
Quedaba poco trecho para llegar hasta donde nos dirigíamos.
Para ello retomamos el Camino de Ronda. Una de esas pocas reminiscencias del pasado
que conforma el escaso patrimonio que nos va quedando.
Pues aquí lo dejamos, en la angarilla (la "somierilla" que diría Petenor en su comentario)
que da acceso a uno de los rincones más exquisitos de esta parte de la Sierra de Ubrique.
Más arribita ya está la linde del sinuoso término de Benaocaz.
La oculta y misteriosa dolina de Vega Redonda.
Un rincón sencillamente bello que da cobijo a los últimos supervivientes humanos
que habitan la sierra: Los hermanos Pérez Sánchez, que se dedican a criar su ganado
y a vivir del campo como antaño. (¡A ver si alguien dice que no son apellidos autóctonos!)
Vamos a dirigirnos a la cancela de entrada que está a "un salto" de las aguas que
bajan sobrantes de la fuente de Aguanueva. Y como vienen escasas por la falta
de lluvias, el bote no va a tener que ser muy grande.
Desde la cancela, en espera que alguno de ellos se percate de mi presencia
(por supuesto no tienen portero electrónico), vemos como nos saluda efusivamente y
en su idioma, este simpático perrito pastor.
que da saltos de alegría al vernos, y hay que ver como se le eriza el lomo de la emoción.
Lo que no se entiende es por qué está amarrada esta noble criatrura.
El burrito bueno que ya se lo ha comido todo también nos da la bienvenida.
Un ratito esperando y merece la pena, pues sale a recibirnos...
el genuino y buen hombre Pepe Pérez, con residencia en Vega Redonda, E/E. Copropietario
junto a su hermano Cristóbal de toda la dolina y herederos de la saga familiar que desde
finales del siglo XIX y generación tras generación han vivido aquí. Entablamos una amena
conversación de temas muy interesantes de su actualidad, como por ejemplo...
la antigüedad del "calistro" que sembró su abuelo y que dos personas no lo abarcan.
O de lo poco que hacen trabajar al burrito y de lo mucho que lo quieren aunque el
animal prefiera estar debajo del árbol centenario (al que un vendaval le partió la guía)...
antes que estar en la cuadra que le prepararon junto a la casa.
Cristóbal nos estuvo contando (él no quiso que lo fotografiaramos, cosa muy de respetar)
que en tiempos estuvo en una petaquería algunos años,
pero eso de estar sentado en un banquillo,
que en tiempos estuvo en una petaquería algunos años,
pero eso de estar sentado en un banquillo,
delante de una tarea y de ocho a ocho, era muy esclavo. Recuerda
que con cuatro o cinco años cuidaba los gorrinos del abuelo y que por calzado
sólo tenía unas "alpargatillas" hechas en Benaocaz.
Así que aquí en su Vega Redonda se siente realizado; que las penurias
fortalecen el espíritu y venir desde Ubrique andando, cargando en el hombro
el pienso para las cabras, fortalece el cuerpo.
José nos invita a fijar nuestra atención en el escalón de entrada. Es uno de los centenares que
se hicieron antaño empleando la piedra caliza (como el del Llanito de los Cochinos) y que
con el paso del tiempo de las personas entrando y saliendo de la casa, el grado de erosión y
pulimentado es espectacular.
Me cuentan que ellos no son "consumistas" y que lo poco que precisan puede ser reciclado.
Seguimos conversando y ante mi pregunta de que al Camino que llevamos hay gente
que le llaman "Los Pernales", ellos me responden que "eso es por ahí arriba; por donde se
cayó la mujer que se mató con el mulo...Donde está la cruz que le pusieron...Eso son
los Pernales... Bueno, y todo esto, también". (Lo que viene a aclarar el por qué muchos
llamaron a nuestro camino "Los Pernales por La Calera" y distinguirlo de "Los Pernales
por la Cruz de la Vieja")
¿Seríamos capaces nosotros, acomodados ciudadanos, de vivir cómo lo hacen nuestros
amigos José y Cristóbal? ¡Buena pregunta!
(La lata en el palo es un adorno típico rural no contaminante)
En primer plano, detrás de la casa, se nos luce el huerto (los hermanos se lamentan
de que la "armósfera" trae algo que hace que los frutos se caigan antes de madurar) con
alcauciles y algunos frutales, poca cosa. Que lo suyo más que nada es la ganadería.
Y detrás, el primer "Campo de Fútbol de Césped" de Ubrique (que ahora comentaremos).
¡Cuidado, que eso pincha! (Nos advierten)
Ha sido una visita entrañable.
Siempre nos agradó la sencilla conversación de la gente de paz del campo
(recordamos a Mateo y a Piñero, los cabreros de Barría, con su sapiencia y buen juicio). Después de indicarnos algunas cosas más,
vamos a conocer otro lugar al que nunca hemos subido.
-"¡Ahí quedáis hermanos, gracias por todo!"
Siempre nos agradó la sencilla conversación de la gente de paz del campo
(recordamos a Mateo y a Piñero, los cabreros de Barría, con su sapiencia y buen juicio). Después de indicarnos algunas cosas más,
vamos a conocer otro lugar al que nunca hemos subido.
-"¡Ahí quedáis hermanos, gracias por todo!"
(El cardo que por poco pisamos es el cardo "volaó". "Pinchosus volatinerus" ¡Je!.
Es el que las madres le echaban a los caracoles de poleo que tanto le gustaban a los padres.
Es el que las madres le echaban a los caracoles de poleo que tanto le gustaban a los padres.
Suponemos que también es primo hermano de los otros cardos)
Por la parte baja de Vega Redonda discurre un callejón bien delimitado que da
sevidumbre de paso a los terrenos de Juan Pérez.
Propiedades que llegan hasta el Puertecillo por arriba del Hotel de Aguanueva.
En su margen izquierda está el responsable de que Vega Redonda
no pueda verse desde Ubrique...
El ya famoso peñón o cancho del Búho. Intentaremos subir a su última cresta que siempre
nos atrayeron estos retos. Nos ha caido un chaparroncillo de nada; la piedra puede
resbalar pero llevamos buenas botas (no son los coreanos que vendía Robustiano pero
agarran bien. Hay que ir seguros a la Sierra de excursión).
Vamos a tener que ir rodeando la cúspide, no hay tiempo para hacer el gato.
Viéndolo de cerca se comprende el calificativo de Cancho.
Bueno, merece la pena esperar un ratito aquí ante este paisaje estremecedor.
Somos muchos los ubriqueños a los que nos gustaba jugar al fútbol y formábamos parte de un
equipo de la liga local en los setenta (estábamos en el Amistad).
Jugábamos en el Barbadillo, campo que se inauguró en el setenta y siete,
en la cañada de los Gamonales y que dejó obsoleto el del Moliero los Burros.
Cuenta nuestro hermano mayor que algo pasó
Jugábamos en el Barbadillo, campo que se inauguró en el setenta y siete,
en la cañada de los Gamonales y que dejó obsoleto el del Moliero los Burros.
Cuenta nuestro hermano mayor que algo pasó
con el equipo llamado San Miguel, del Carril, algo así como que se quedaron fuera
de la competición local por dos años.
Ellos, fervorosos practicantes del impetuoso deporte, decidieron arrendar los pagos
de ese extraordinario llano verde, colocar dos porterías reglamentarias, ¡retirar todas y cada
una de las piedras que regaban el rectángulo! Dibujando las líneas correspondientes
prepararon el primer campo de fútbol de césped natural de la ruta de los Pueblos
Blancos. Acto seguido invitaron cada "finde" a un equipo local. E incluso llegaron a
a celebrar aquí algunos de los partidos de la Liga.
Recordamos con agrado cuando uno de nuestros compañeros sacó desde ese "corne" y rematamos de cabeza metiendo el gol. Gloriosa jornada: ¡Ganamos!
Después nos íbamos a la casa,
Después nos íbamos a la casa,
donde se había habilitado un barecito y "el tío Pepito" (el del Carril, el suegro de Justo y
no el de la Cueva) nos ponía las "caseritas" que con tanto esfuerzo nos habíamos merecido
y que previamente Salero había llevado por la Calera hasta el "campo del San Migué",
en mulo, junto a las equipaciones, balones y demás pertrechos. ¡Aquellos tiempos!
(Todo ese torcal que enmarca el llano es lo de Juan Pérez que llega hasta el Puertecillo)
Seguimos rodeando el Cancho del Búho por su zona practicable hasta la vertiente sur y,
¡oh, maravilla! el espectáculo continúa. Al fondo los Alcornocales, en el centro Ubrique
con los Olivares y el Cerro Mulera detrás, y junto a la Villa, el Callejón Tiznao.
En primer plano una crestería rocosa toda ella en tenguerengue.
¿Quién da más? Nos alegramos de haber subido.
Ya nos quedan pocas cimas cerca de nuestro pueblo por conquistar.
Estamos a la altura del paso de los Carboneros y de la Cruz de la Vieja en los Pernales.
Hay que ir retrocediendo y bajando del recién conquistado Cancho del Búho y vamos a
hacerlo por la parte trasera. Recordamos una vez que anduvimos por ahí en un día de lluvia y vimos con sorpresa una especie de catarata.
Era un pequeño pero precioso salto que iba a fundirse
Era un pequeño pero precioso salto que iba a fundirse
más abajo con las aguas del arroyo que ya conocemos. Ya no lo hemos visto más.
Ojalá y con suerte logremos "capturarlo" para el blog.
(Nos referíamos a la chorrera de Vega Redonda al que volvimos posteriormente)
(Nos referíamos a la chorrera de Vega Redonda al que volvimos posteriormente)
La palabra Dolina significa lugar de recogida de aguas. Es como una gran piscina y como tal
tiene que tener "desagüe". Allá abajo junto al callejón, está el...
sumidero de Vega Redonda
(nuestro hermano Leandro, cuenta que un sumidero es lo contrario a un manantial).
Es un caos de piedras con grandes oquedades por las que
con equipo de espéleo, se puede discurrir. La humedad es tangible.
(nuestro hermano Leandro, cuenta que un sumidero es lo contrario a un manantial).
Es un caos de piedras con grandes oquedades por las que
con equipo de espéleo, se puede discurrir. La humedad es tangible.
Como siempre estas "cuevas" son conocidas en particular bastante bien por unos pocos con
muchas "Ganas de Escribir Sobre Un Boquete" (G.E.S.U.B.).
¡Allá cada uno con sus "caunadas"!
Después del repaso general, echamos un vistazo hacia la siquiente parte de nuestro
"desmenuzamieno" de este fragmento de la Sierra. Así que volviendo por el callejón de
Juan Pérez retomaremos nuestro Camino de Ronda hasta Aguanueva, pero antes
habrá que entretenerse en alguna que otra maravilla de esta parte de la Serranía
de Cádiz que guarda celosamente sus secretos para que vayamos a descubrirlos.
.
muy bueno ,me ha gustado mucho ,porque también he tenido la suerte de hablar un buen rato con los hermanos perez ,de como esta el mundo y es todo un placer conocer gente que vive de la naturaleza como ellos viven
ResponderEliminarQué curioso que a los Hnos. Pérez les refanfinfle precisamente la manera que elegimos de acercarnos a ver cómo ellos mismos viven. Qué mundos tan diferentes a escasos 1000 metros de distancia, y qué (insalvable) envidia, córcholes! Y qué pulgarcito estás hecho, Manolo
ResponderEliminarExcelente reportaje amigo. Seguramente podríamos entender la vida de los hermanos Pérez como anclada en el pasado, pero yo me pregunto ¿Hacia que futuro vamos?...¿o son ellos los que saben interpretar el presente para rechazar el futuro que nos espera?. No sabía lo de tu juventud futbolera, aunque eso también tiene una explicación científica... Según el doctor Ball Corner, prestigioso antropólogo de la Universidad de Carranza City, el "Homo Futboliense" macho desarrolló hace millones de años un instinto primario de juego con objetos (básicamente pedruscos)redondeados, debido a la posibilidad de éstos de ser rodados, trasladados y amontonados para su posterior lanzamiento a la cabeza de un congénere. De este hecho han derivado todos los deportes de pelota que conocemos actualmente.
ResponderEliminarTu sabes lo que pienso sobre el fútbol como espectáculo de masas, lo que pasa es que cuando eres un zagalillo te dejas llevar por ciertas costumbres como esa de pertenecer a un equipo. De lo que se trataba era de quemar esa energía incipiente que te la adolescencia y correr detrás de un balón era propicio, pero daban muchas patadas y me pasé al baloncesto con los años. Aún me levanto muchas veces con ganas de jugar al fútbol, pero se me pasan pronto. Je! (Peor quedó el troglodita que remató de cabeza). Saludos, amigo.
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