lunes, 28 de mayo de 2012

La Fuente de Aguanueva

Ya va llegando a término nuestra "incursión" por el Camino de Ronda. Tendremos que volver 
otra vez para conocer el corral de las cabras de Cristóbal Venegas. Como hay 
"más dias que olla", ya volveremos a ver si hay más suerte.
Lo que llama la atención de este camino centenario es el grado de deterioro, por lo visto
al estar dentro del Parque Natural no hay prevista ninguna intervención.
El tránsito es dificultoso por las piedras sueltas y más arriba creo recordar que  hay incluso
 un tramo desaparecido. Las aguas sobrantes de nuestro destino corren a fundirse con las del 
Arroyo del Búho más abajo, por nuestra izquierda y mirando hacia ellas...



vemos a las faldas del tajo de Aguanueva lo que iba a ser en su día un Hotel 
con el mismo nombre.



Un pelín más arriba alcanzaremos "AGUAS NUEVAS". El 13 de mayo empezamos a repechar
por la Calera, a la salida de la calle Ronda, hacia la Sierra de Ubrique y todavía no hemos 
llegado al destino previsto, lo que puede inducir a error a los desconocedores de la zona.
Sepan que el recorrido sin paradas puede hacerse en una o dos horas, dependiendo del
tono muscular de la persona emprendedora de esta aventura.



En nuestro ascenso hemos tenido la fortuna de dar alcance a un muchacho que
arreaba un mulo cargado de cántaros. Por lo visto era el producto de ordeñar a las cabras
 y lo llevaba  al punto de recogida. Cuando le demostré mi asombro ante la vista de
 tan singular estampa, él me contravino indicándome las numerosas dificultades a las que se 
enfrentan en el oficio de pastor día tras día. Viendo que no estaba muy conforme con su
oficio le dije: "Tu eres Antonio, el hijo de Cristóbal Venegas, el pastor". Ante su sorpresa, 
le aclaré que había estado con su padre más abajo por encima de Vega Redonda.



¿Aquí no había un tramo que había que dejar de lado por impracticable, y coger por la 
veredita de ahí al lado? La respuesta de Antonio fue  afirmativa y  añadió
que un dia se le cayó el mulo rodando cargado de vasijas; decidiendo con su padre,
 colocar de forma conveniente unas piedras con la mejor de las intenciones.
La calzada siempre fue de piedras para evitar el barro y facilitar el paso.
Tal acción casi les cuesta un disgusto con la administración del Parque.
No estamos hablando de zahorra u hormigón, nos referimos a un intento natural
de facilitar la ya difícil tarea de criar cabras e intentar ganarse la vida con ello.
Yo personalmente, hay cosas en esta vida que no tengo entendederas para concebirlas.



La conversación es amena. El hotel (que nunca se incendió, como se cuenta) está cerquita.
Frondosas encinas embellecen la singular y perenne estampa...



que contrasta enormemente ante la presencia, a unos metros de nuestro refresco, de
este esqueleto arbóreo que rezumó vida en épocas pasadas. ¿Será cierto lo que cuentan
los hermanos de Vega Redonda, que dicen que la atmósfera trae algo malo?



Señoras y señores viajeros del coche de San Fernando, parada obligatoria. El mulo de Antonio
acelera la marcha ante la vista de la fuente, necesita refrescarse. Nosotros también.



Singular estampa es la Fuente de Aguanueva. Manantial naturalmente refrescante.
Enmarcado por una encina que nos cobija con su sombra cuando deja de llover y
el sol parece de picapica. Aguas que son el bebé que cuando crece se transforma
 en un "Búho" con curso de arroyo. Líquido elemento que más tarde o más temprano
termina mezclado entre las aguas del pantano de los Hurones.



La Fuente de Aguanueva, desde donde podemos admirar unas vistas espectaculares, 
lamentar las pérdidas irreparables de la Naturaleza y ubicar el cancho del Cerro
en la Dehesa del Herrizo, donde el corral de las cabras. Antonio me cuenta que antes se 
limpiaban los árboles y el monte; se vivía de eso, pero que ahora hay que pedir
permiso hasta para respirar. La pregunta es muy sencilla:
¿Sabe un señor o señora de oficina ordeñar una cabra? "Por poné un poné".



Y mientras nos despedimos hasta otra ocasión después de habernos refrescado
con las cristalinas aguas de la preciada y, aunque restaurada, antiquísima fuente...



el mulo, indispensable colaborador en las tareas de padre e hijo, se "jarta de bebé"
ignorante de los devaneos mentales de los seres humanos pero entreviendo que,
 al fin y al cabo, somos imprescindibles para su existencia.



Antonio marchó por encima del Hotel camino de su pueblo, Benaocaz. Seguramente tendrá
el todoterreno en el Puertecillo para cargar las cacharras de la leche. Nosotros vamos a
dirigir nuestros pasos hacia la Manga de Villaluenga que para eso "AGUAS NUEVAS"
(como es nombrado en los mapas antiguos) es como diría mi padre, una
"Encrucijada histórica para caminos juveniles",  y no tan jóvenes.



Estos caminos altamente frecuentados antaño, hoy brindan la posibilidad única de pasear
por lo poquito que va quedando y que de verdad merece la pena en nuestras tierras.
("Disfruta y protege por donde pisas. Las generaciones venideras no se merecen la falta
de respeto que muchos inconscientes o ignorantes profesan a la frágil natura.")



¿Quién sabe cuánto tiempo llevará este escambrón en el Cintillo contemplando el paso
de personas y animales desde tiempo inmemorial?



¿ Quién sabe a cuánta gente le habrá rendido pleitesía este acebuche
que vive en perpetua reverencia?
¿Y cuántos respiros de alivio habrá cobijado la enorme encina a su sombra, en el escabroso
deambular por la sierra en el verano? Esto es difícil de comprender pues viajamos con
aire acondicionado y la única molestia es que te puedes marear por las curvas
en el coche.

Aquí, a la sombra de esta mítica encina, vamos a descansar sentaditos en el moderno
merendero. Otro día volveremos para visitar el Hotel y el antagónico corral de la cabras.
Aquí damos por concluido el periplo del "desmenuzamiento" del Camino de Ronda.
¡Gracias por acompañarme!



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