domingo, 27 de mayo de 2012

La Dehesa del Herrizo

 Se disfruta más de un buen paseo por la Sierra,  cuando sabes los nombres y
 reconoces el terreno que pisas. Vi con entusiasmo el reportaje que preparó mi hermano
 mayor sobre los pasos entre la sierra de Cádiz y la de Ronda, pedazo de Excursión con
mayúsculas. Yo todavía no he llegado a Aguanueva, me entretengo mucho en los detalles,
así que en vez de hablar de excursiones, lo haré de Incursiones por la Sierra de Ubrique y 
alrededores. Ayer estábamos hablando con los hermanos Pérez, de Vega Redonda y viéndola
desde aquí, el Cancho del Búho.  Podemos recordar el "Calistro" del burrito al que 
mimaban pues lo querían sólo para el estiércol de las "papas".  Destaca el proyecto 
de Hotel de principios de los 70, y a su izquierda, el Puertecillo. Todo lo que vemos se llamó 
antaño la Dehesa del Herrizo, y por ella nos desplazaremos siguiendo la vereda empedrada
que para los de Ubrique es el Camino de Ronda y para los de fuera se llama 
Camino de Ubrique, como viene reflejado en los mapas antiguos.



Junto al Cancho del Búho podemos ver distintos animales. Unos suficientemente
tangibles como para reconocerlos y otros...



son imaginarias formas pétreas que nos recuerdan animales fantásticos: 
Los dragones de piedra, que sólo se ven si la imaginación se cultivó tanto como otras virtudes.


Volvemos al sendero. Ahí delante está el cruce de Vega Redonda...



de la que nos despedimos, deseándoles fuerza y suerte a sus dos habitantes. Nos disponemos
a continuar la ruta que tantas y tantas personas de todas las épocas, afrontaron para los más 
diversos menesteres y casi siempre en el "coche de San Fernando", 
un ratito a pie y otro andando.



Creo que ya estamos en el término municipal de Benaocaz.
 Es lamentable el grado de deterioro que por tramos te vas encontrando, y que nos 
hace reflexionar en la sempiterna duda, restauración o abandono total.




Lo cierto y lo fijo es que aún se utiliza y la prueba se nos ha mostrado en medio del camino.



Cristóbal Venegas Piñero, de profesión pastor baja diariamente 
con sus cabras payoyas por aquí.
Es un lujo contemplar esta actividad casi desaparecida con tanta modernidad, pero creo
que a todos nos gusta el queso y los calostros. Si no fuera por estos supervivientes,
comeríamos queso de plástico y calostros de polvo.



Y mientras las cabritas hacen lo que le compete a una cabra, entablamos conversación con
Cristóbal. Resulta que es pariente de los hermanos de Vega Redonda. Que el trabajo
del campo está llamado a desaparecer, que ya nadie quiere laborar en esos
menesteres y pone de ejemplo a sus hijos; Cristóbal no quiere saber nada y el otro, Antonio,
trabaja con él pero no está muy conforme.



Y mientras las cabras se siguen mostrando con la naturalidad que les fue concedida...



(¡Míralo, y se va tan tranquila!)
Seguimos hablando con el genuino pastor y nos cuenta que quitando los años que estuvo de
emigrante, toda su vida vivió del campo. Que su abuela nació en un chozo y su abuelo
era el dueño de todo el Herrizo y que al morir hizo las particiones entre sus hijos.
Cristóbal no vive en el campo como sus parientes pero viene "alreó" las cabras todos los
dias y que el acarreo del pienso y otros pertrechos es en un mulo. Lo peor, según él, son
los dias de lluvia pues aparte de "enjaezá" a la bestia hay que proteger los piensos para los 
animales.  Es tan amena la conversación y tan fructífera que se te echa la hora encima.



No nos hizo falta preguntarle por ese palito que lleva amarrado en la boca el chivito.
Creo que todos sabemos que es un botijo; artilugio de madera de acebuche 
que sirve para destetar al animal.
Tenemos que seguir nuestra ruta. Cristóbal nos cuenta que más arriba tienen el corral de 
las cabras y que posiblemente esté su hijo Antonio para enseñárnoslo.
Con un buen apretón de manos propio de un hombre sano criado en el campo, nos 
despedimos deseándonos las mejores venturas.



Allí se quedó al cuido de su rebaño. Se nota que le gusta lo que hace y gracias a 
personas como él, el tan cacareado "desarrollo sostenible" en la Sierra, perdura.
 Pero...¿por cuánto tiempo?



Seguimos hacia arriba y volvemos la cabeza para decirle adiós al Búho (me quedé con las
ganas de coronar su cumbre). El suelo ha quedado abonado al paso del rebaño. ¡Natural!


El camino continúa paciente, siempre esperando las pisadas de propios y extraños.
Y cuando hace falta, serpentea para flanquear...



los pasos más agrestes.



Y junto a él discurriendo cuando llueve, el arroyón que viene de "Aguas Nuevas", como dicen 
los mapas antiquísimos. Los habitantes de Vega Redonda han tirado una goma desde la fuente
hasta su "hacienda" para tener agua potable a la mano, pero algún desaprensivo corta la 
conducción interrumpiendo el paso del tan necesario elemento. Por lo visto es que 
molesta la estética del polietileno, pero creo que hay veces que se debe perdonar el
"bollo por el coscorrón".
 (Siempre tiene que haber un gracioso suelto por ahí)



Por el camino es bueno fijarse bien en los detalles pues hay "monerías" 
que te dejan petrificado. (¿A que parece un perrito sentado?)



Ahí, debajo del Cancho del Cerro es donde ha dicho Cristóbal que está el corral de las cabras.
Pero... ¿hay bulla? Vamos a investigar un clarito que se abre a nuestra izquierda...



y que está por debajo del cancho del Puertecillo.



Igual vemos algo de agua que se agradece después del invierno tan seco que hemos pasado
y que con las últimas lluvias parece que estemos viviendo una segunda primavera.



Las pisadas denotan el paso del ganado en busca de lo que de verdad interesa en 
esta vida: AGUA Y ALIMENTO.



Ante esta vista, es acertado creer la importancia que tuvieron las vías de comunicación
en la Sierra. ¿Cuántas historias de Caballería, como las de don Quijote, encerrará esta
ordenada y resistente estructura que sobrevive al paso de los tiempos?



Tal y como nos informó Cristóbal, el pastor, encontramos la angarilla de acceso a la 
cabreriza, un poco antes de llegar a la fuente de Aguanueva.



Por lo visto está a la falda del cancho del Cerro, así que es de suponer que eso es tras esas
encinas que crecen junto a los acebuchones en este abierto de la montaña.



Y hemos dado con ella. Es el típico corral de piedra caliza que antiguamente abundaba
por la zona, con los taramones secos, en vez del odioso alambre de espino, para
evitar que se escapen las cabras que son propensas a las "fugas a lo loco", 
con algo de obra moderna y un cobertizo para la lluvia.



Nos acercamos a la entrada y viene a recibirnos una de las inquilinas.
Como podemos fijarnos es una auténtica angarilla serrana andaluza: Los dos palos
verticales algo más gruesos que sujetan los cuatro, o más, horizontales
algo más delgados. La forma trapezoidal no es un efecto óptico, es que es así.
Esta angarilla es igual que unas "esparigüelas" (camilla de palos). Las únicas diferencias
están en el uso y la disposición.
A la voz en grito de ¡Antonio, Antonio! no acude nadie. Sólo se oyen balidos por respuesta.
Parece ser que no hay nadie. El cierro está echado. Habrá que volver otro dia.
Ya queda poco para refrescarnos en la Fuente de Aguanueva.


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3 comentarios:

  1. ¡Qué montón de paseos! Vamos a tener que hacer otra entrada de angarillas, porqu elos de la Academia no me han contestado, pero cada día vemos más.
    Muy buena entrada, hermano!

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    1. Y las que faltan hna. y las que faltan. El campo está lleno de ellas. Ya te las iré pasando. Besos.

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  2. Veo varios frentes abiertos: El reconocimiento de la angarilla como palabra activa por parte de la RAE (como reconozcan antes la somierilla, veremos a ver...), la restauración de calzadas que están en uso (si mueves una piedra en el parque natural hay que llevarte el tabaco a la cárcel), las ridículas medidas (en cm.) de las ramas a podar... Señores de leyes: sienten Uds. en esa mesa a gente del campo y tengan en cuenta sus opiniones... en fin, que algunas cosas mejorarían si hubiera varias frentes abiertas... receptivas

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