jueves, 30 de agosto de 2012

La enfermedad de las palmeras

Las palmeras Phoenix al igual que todos los seres vivos,
nacen como lo vienen haciendo desde el Cretáceo.



Crecen y han crecido como símbolo de vida en todas
las culturas humanas a través de los tiempos.



Se desarrollan y en la actualidad lo hacen bajo la sombra incierta
 de la propia supervivencia.






Fenecen -lo están haciendo a mansalva...



y desaparecen de la faz de la tierra.



(¡Ah! Ese tubito que asciende por el tronco de la palmera de la calle los Morales
es para intentar salvarla de la muerte segura)



Afortunadamente el picudo rojo que se sepa, no "anida" con su descendencia en todos
los tipos de palmeras, así que muchas están a salvo. Todo lo más es que a las otras,
se le parta uno que otro brazo como le pasó a la palmera de Convento.



 Por supuesto tampoco a las de "hojas de abanico"
(que tienen casi nombre de naranjas)
como este ejemplar que está en el Tren.
Es tan alto que hay que fotografiarlo en dos partes.



 El picudo lo tiene claro; elige a sus presas dándole igual su porte o su edad
 y si éstas están desprotegidas como las solitarias que siguen de luto
en la plaza de las Palmeras, mejor. Una vez elegida,
excava galerías de más de un metro tronco abajo en el cogollo de la palmera
donde pone sus huevos. De los que saldrán unas...



repugnantes larvas que se seguirán nutriendo de quien las soporta.
(Decimos repugnante para nuestra cultura pues en otras serían un platillo exquisito)



Las larvas harán el capullo como lo hacen todos los gusanos, con las mismas fibras
de la sentenciada Fénix y de las ninfas surgirán por ley de vida, los nuevos escarabajos.
(Creemos que si se hubieran conocido los picudos rojos y sus destrozos
 en la época ye-ye, los Beatles seguro se hubieran llamado de otra forma)



 Por suerte para los nostálgicos, gracias a los inteligentes y bien administrados
tratamientos, muchas de las nuestras se están salvando. Así que gracias a
los artífices del "milagro" por revivir a las del jardín.
¡Cuántos recuerdos nos traen esas viejas palmeras!



Sin embargo otras corrieron distinta suerte. Las del "Bareita", allá por el
camino de la finca de Fátima, sucumbieron a la plaga...



y en cuestión de semanas desaparecieron de su longevo enclave...


para yacer inertes sobre el mismo suelo que las nutría.



Igual suerte sorprendió a otras también legendarias que fueron las del Porvenir.
¡Cuántas celebraciones antaño, bajo su sombra!



Subiendo al Caldereto por la Calle Calera desde el Algarrobal se mostraba
orgullosa una linda palmera que tampoco pudo superar el ansia devoradora
de estos bichos y que por precaución...


 
fue despojada de sus secas hojas y cortada bajo la mirada impotente
del Salto de la Mora y la resignación de los vecinos acostumbrados a ella.



El caso es que una vez atacada, la palmera tiene...



pocas posibilidades de sobrevivir aunque se intente poner remedio.



La del hogar del Jubilado (donde tenemos una de las necesarias zonas verdes),
 murió pero su expresión nos recuerda que fue feliz mientras vivió.



Otras pasaron a mejor vida reencarnándose en una ilusionante segunda oportunidad.



Pero si queremos admirar una buena obra de arte natural tenemos que acercarnos
al "Liang Shan Po" (cerca de donde está la colección de las 18 de las 113).
Es posible que se esté salvando de los "coloraos" porque se supone que para ellos,
en vez de tanto relío...



es más fácil pillarlas en batería.
 Ojalá logren detener la fastidiosa plaga.
Es una pena perder para siempre estos monumentos de la naturaleza que son las palmeras.
En el fondo, el picudo no es "malo". Comer palmeras es su condición natural y
si su alimentación se basara en comer piedras por ejemplo, aquí no estaríamos
siendo tan pesados con el animalejo ese. El problema real es la invasión de especies
de unas zonas de la Tierra a otras y de eso sólo el ser humano es el culpable.



Lo cierto es que nos está dejando sin estas estampas tan tradicionales
de la sierra de Ubrique. Pero recapacitando, los humanos también deberíamos tener
más vista a la hora de tratar de despistar a los dichosos escarabajos...



porque podemos imaginarnos ante esta sabrosa ricura,
 al animal frotándose el pico y diciendo:
¡Hum, que rico!



¡Me la voy a comer!


(Queremos agradecer al amigo José Manuel, el préstamo de dos de sus extraordinarias
fotografías que han servido para completar la entrada. Pinchar para acceder a su blog.
Merece la pena)


(Nota del ocho de septiembre)
Por desgracia la palmera central del Jardín ha sucumbido al daño irreparable 
producido por el dichoso escarabajo y con ella se fueron miles de recuerdos
de muchos ubriqueños desde la infancia (cuando el Jardín lo cuidaba Miguel)
y de la juventud (cuando se hacía la verbena por la feria y le ponían a la
palmera las barras fluorescentes que tanto dieron que hablar).
Es una noticia triste pero cierta.
Descanse en paz junto a los plataneros de sombra del "Moliero".



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