sábado, 5 de octubre de 2013

El rojo clavel


Un ramo de claveles no tiene nada de especial.
¡Bueno... sí!
Que es bonito para un detalle y tal. 
Lo que hace especial a esa flor es que sea nacida, crecida y conclusa
sola como hija única  en el patio interior.
Pues esta es la historia del clavel que comenzó siendo un plantoncito, de clavel lógicamente
y aquella menudencia creció y creció, enrollándose a su antojo sin guía ni cortapisas,
hasta que después de varios meses, como es normal con ese comportamiento,
terminó haciendo el capullo.



La familia estaba ilusionada.
-"¡Ya va a salir!"
-"¡Ya se está abriendo y es rojo!"


Jornada tras jornada fuimos retratando todo el proceso de apertura.



¡El rojo clavel!
¡Nuestro hijo único del patio interior!



Era un clavel especial; el más bello de todos los claveles...
 del patio interior.



Era el único color que preponderaba ...(¿preponderaba?)
Era el único color aparte del verde que existía en aquel recinto...



sin contar las notitas coloridas de lila de las pamplinas moradas del fondo...



del patio de luces comunitarias.
 Durante escasos días el clavel hermoso decoró con creces y 
convivió junto a los otros adornos impertérritos de la acristalada repisa.



Sutiles objetos decorativos como el sílex traído de "los Pernales", fósiles marinos,
la muela de burro (¿Onagro prehistórico?) o una ficha de dominó muy preciada
pues fue hallada justamente en la mismísima cueva del Chiriguay.
¡De ahí su alto valor etnográfico e histórico!



Aquí podemos apreciar un molusco bivalbo fósil descomunal traído 
desde los pinares de Bornos en un camión de áridos de la cantera y rescatado del relleno.
Pero el que compite en belleza natural con nuestro privilegiado clavelito...



sólo puede ser nuestro amonite de Ubrique que aquí luce entre caballitos de mar... 
¡Queremos decir, de már...mol!



Todos los objetos están complementados por extrañas plantas a las que le llegan a "crecer"...



cuernos de cabra montesa -encontrado en uno de nuestros paseitos por la sierra- e incluso...



pueden brotarle a algunas, extrañas pelotas de golf.
¡Todo un misterio!
Además de exóticas plantas verdes, en el patio viven animalitos.



Un conejo artificial de piedra... ¡de piedra artificial! (que no es lo mismo),
junto al botijo de la nancy...



y dos minitortugas al igual que el conejito, junto a una tortuga mora de verdad.
Se llama Dora y fue salvada de morir aplastada por la rueda de un coche.
Desde entonces vive con nosotros en su piscina del patio interior.
Ya se le ha curado la patita rota y no le falta su ración diaria de camarones.
¡Ahí estaba precisamente, esperándolos con ávida atención!



No ha estado mal complementado el entorno durante el poco tiempo que vivió
 nuestro nuevo tesorito. Pudimos disfrutarlo con creces. 
Creemos que cada vez que le hacíamos la siguiente fotografía 
-para esta particular entrada-
 nuestro protagonista se ponía más colorado.



Pero todo termina en la vida y al clavel rojo le llegó su San Martín, como dice el refrán.
Las bienvenidas y primerizas lluvias de septiembre fueron como la premonición...



del comienzo del fin ineludible de nuestro fugaz y hermoso compañero.



Las posteriores tomas en los días siguientes no fueron de esperanza...



sino de desazón por la implacable y cierta pérdida.



Al igual que en la faz de las personas, los surcos senectos, en este caso acelerados,
van deformando a nuestro rojo clavel.
 ¡Sin embargo hasta la arruga puede ser bella!



Como le llegó el turno del acabose...



el patio interior que facilita la entrada de luz en nuestras viviendas,
retomó su estampa habitual. 



Dejaremos que retorne a la tierra de donde surgió.
 Así le devuelve a la Madre lo que Ella le prestó. 
Aún así puede sentirse orgulloso...
Como en esta vida todo es relativo...



el rojo clavel sí disfrutó intensamente su momento efímero de singular belleza.
¡A ver quién de nosotros puede decir lo mismo cuando llegue la hora cierta!


(Meses más tarde veremos en este añadido como la saga continua)



Y es que resulta que nuestro rojo protagonista en su agonía, pudo ver
como desde su tallo emergía de otro capullo, un hermano "intiquito" a él. 
.


El mismo misterioso proceso hizo que éste luciera con hermosura.
Pero como ser vivo, después de sus días de gloria...



también se marchitó.
Es como aquel son cubano en el que el coro repite...
-"¡Pase lo que pase, la vida continúa!"



.

3 comentarios:

  1. De todos todos me quedo con el ammonites sin pensarlo. Es muy parecido al que se encontró Dani Orihuela en unas de las incursiones que hicimos una vez al rano, seguramente te acuerdes de ese día, a mi no se me irá nunca de la cabeza. Por cierto pasate por esta entrada de mi blog que casi al final del relato tengo un regalo para ti, seguro que te gustará

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  2. Eres capaz de hacer un precioso relato de una vida tan efímera, hermano.
    Al final hasta me ha dado pena del pobre clavel :)

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    1. Pues sí, da pena, herrmana pero... ¡Y la alegría de haberlo disfrutado!

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