lunes, 9 de diciembre de 2013

Fuentes X. El Vaquerito.

En Ubrique existen lugares de mágica belleza, como la cueva de los Dos Pisos,
lugar donde está tomada esta foto. Desde aquí se divisa a lo lejos en el centro
y con la sierra de la Silla detrás, las faldas del Torero.
 Es precisamente ahí donde se halla uno de esos rincones de cuento de hadas.
 Se trata del rancho de El Vaquerito, al que vamos hoy
de incursión (sin ir más lejos) para el registro de algunos afloramientos más
 en el catálogo de Conoce tus Fuentes de la Universidad de Granada y con
 el que conseguimos para Ubrique la certificación de "Villa de las Cien Fuentes".



Ya sólo quedan las ruinas de lo que antaño fuera el próspero rancho del Almendro,
  como nos aclaró en un comentario, Juan, el nieto de "El Vaquerito",
Por lo visto así llamaba su abuelo al hermoso y bien situado lugar.
 Detrás de lo que fue la casa, podemos ver todo de blanco, el vetusto árbol.



Ya sabemos que para llegar a las fuentes de El Vaquerito,
la ruta más cómoda es pasando por la finca de Fátima.



Subir por la bien señalizada vereda pero esta vez,
 dejaremos a nuestra izquierda la que asciende
hasta las faldas del Torero y seguiremos...



hacia delante pero no por eso nos vamos a librar de seguir 
subiendo pues de caminar por la sierra estamos versando.
Sale a recibirnos este simpático cuadrúpedo que estaba comiendo hierba...



junto a las ruinas del antiguo caserío.
Hay que tener imaginación para rememorar cuando las manos humanas
laboriosas mantenían en pie y habitable estos muros.
Y para poder vivir en cualquier lugar,
 el elemento más imprescindible siempre fue el agua.



Justo frente por frente, precisamente, encontramos el primer afloramiento
de los que buscamos, el pocillo de El Vaquerito. Bajo unas palmas,
 alguien en la antigüedad ahuecó el afloramiento y lo protegió con piedras.
Es un punto de suministro muy cerquita de la casa pero por la cota
 en la que se encuentra, termina secándose a la vez que se aproxima la estación seca.
No obstante, mientras persistan las lluvias, sirve para algo más que de manantial.



Aunque hayan aparecido otras veces en este humilde blog
(la chorrera de Vega Redonda o en la segunda parte de los Pernales),
aún no sabemos ciertamente si se trata de una larva de salamandra;
lo que está claro es que es un bicho como decimos por aquí.
El caso es que estos anfibios aprovechan el invierno para
 desarrollarse en cualquier reducto que contenga agua natural.



El pocillo de El Vaquerito es una de esas sencillas delicias de la sierra de Ubrique.
El agua brota sin freno y cumpliendo la ley universal de la gravedad,
desciende en busca del arroyo de la Carihuela.



Desde esta perspectiva vemos manar el líquido elemento con esa inclinación
 natural de la venas de agua de la que hablamos. Ese agua, cual Guadiana,
vuelve a colarse bajo tierra. Ya aflorará más abajo y hacia allá vamos.



Nuestro informador nos dijo que la auténtica fuente que buscamos está cerca
 del antiguo huerto. Mejor dicho, el huerto estará junto al agua; es más lógico.
La emoción nos embarga, nos han dicho que había hasta una alberca y todo.
En busca del manantial perdido como gusta decir a los de la Universidad de Granada.



Será mejor el descenso por los caminos bien marcados del paso de los animales
 y personas en plena libertad. Las costumbres cambian con los tiempos y ahora
sí que podemos afirmar que no todo el monte es orégano, como dice el refrán



El monte está cerrado, bien cerrado.
 Ya no se lleva el cisco ni el picón con el que se mantenían limpios de maleza los campos.
Tendremos que afanarnos en la localización que nos trajo hasta aquí.
Apartar lantiscos para pasar no produce ninguna sensación punzante;
todo lo contrario ocurre cuando son hérguenes o aulagas que por aquí abundan.
Pero lo que buscamos son juncos, adelfas o zarzas que
 son las plantas delatoras por excelencia del agua.



Y menos mal que no tuvimos que apartar los largos y punzantes brazos
de esta última pues según se ve, son rasurados para acceder
 a la primera aparición del ascenso de agua subsuperficial
 de El Vaquerito, ya cerca del arroyo.



Algo retirado pero al lado, entre zarzas igualmente,
 el segundo tollo preparado en otra surgencia por la mano humana. 
Si Alhambra significa lugar de abundancia de agua,
El Vaquerito tiene su alhambra particular. Seguimos buscando...



y corroboramos otra intervención humana para el aprovechamiento del preciado elemento.



Y algo más abajo los restos de la abandonada y obsoleta alberca.
Habría que ver el lugar antiguamente. La alberca rebosando en espera
de quitarle a la tarde el tapón de corcha y trapos para dejar fluir...



el frescor hacia el huerto del llamado rancho del Almendro.
 Ya son extintos los lomos con cebollas y lechugas.
Ya no se ven ni unas "papitas", ni nada.
Sólo quedan un par de escuálidos granados esperando la primavera. 
Eso sí, todo alagado. El agua no faltaba.



Estamos contentos. El propósito de la ida queda satisfecho.
 La míticas fuentes de El Vaquerito, han sido registradas.
Habrá que ir volviendo, pero el regreso se antoja un poco pecho arriba.
¡Pero quién dijo miedo...!



Con algo de resuello en la garganta, ya estamos de vuelta en la explanada
del antiguo rancho. Pasamos de nuevo delante de las ruinas y...



al dirigir una última mirada hacia las palmas del coqueto pocillo, 
 nos llama la atención una singular piedra de pico, bajo un acebuche.



Pensando que podría ser una piedra sobresaliente a la que buscarle el ángulo y obtener
 así un ejemplar más de los imaginarios "Dragones de piedra", al acercarnos
nos dimos cuenta de que sobresalía, pero no por ser la piedra de pico del Portal...



sino porque tenía labradas en una cara, inscripciones de letras y números.
 ¡A todas luces, señales de distancias por los arcaicos caminos!
¡Todo un descubrimiento!
¡Lástima de no saber el significado!
 Lo que se nos vino a la mente fue la piedra anterior...
¡La de "la bien señalada vereda"!
Si las comparamos, vemos la similitud de los gráficos.



No hay mucha distancia entre las dos marcas -unos trescientos metros más o menos-
y de una a otra -del treinta al treinta y cinco- van cinco...
 ¿pero cinco qué?
¡Ojalá alguien nos acierte los frailes!
Absortos en pensamientos sobre aconteceres de nuestros ancestros andábamos...



cuando, y como siempre, recibimos la inesperada visita de la palurda con
 querencia a El Vaquerito. La experiencia nos dice que por muy manso
que sea el animal, si tiene cuernos es mejor no probar fortuna.
¡No traemos la muleta ni los dardos paralizantes!



Vereda abajo de vuelta ligerita, es prácticamente impulsivo mirar hacia atrás
por si el desarrollo de los acontecimientos cambiara debido a la remota posibilidad
de que la señora vaca, tuviese doble personalidad o elevada "impulsivilidad" adquirida.
Pero por donde vamos, ya sabemos que no sólo es ella el peligro potencial...



también hay que ir dando un rodeo estratégico a esas dulces cajitas. 
Aunque sea invierno y sus moradoras están como aletargadas,
 no es conveniente probar suerte.



 Detrás de esos cerros se desarrolla  la vida de nuestro querido pueblo.
Abandonamos Fátima para el retorno a la realidad.



Y aunque por ahora tenemos que dejarla atrás y decirle adiós,
 guardamos en el espíritu, el íntimo deseo de volver, irremediablemente, otra vez.
 Aún nos quedan por aquí, otros secretos que descubrir y
 otras fuentes que registrar aunque no formen parte a posteriori,
 de futuras entradas en este humilde blog; sólo por el hecho de engrosar
 la lista de los Manantiales y Fuentes de Andalucía de ese proyecto fabuloso
 en el que participamos altruistamente, decenas de andaluces.



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6 comentarios:

  1. Preciosa entrada Manolo. Unas fotos preciosas. Las insignias labradas en la piedra si la memoria no me falla creo que eran antiguas inscripciones separadoras de fincas, lo que no tengo ni idea es la lectura de ellas. Habrá que investigar, y en eso somos buenos los dos. 1 abrazo!

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  2. Precioso comentario, Jesús. Gracias, como siempre. Una pista es una pista y deja la puerta abierta a los demás. Saludos.

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  3. Buen trabajo Manuel. El término municipal por donde has andado pertenece a Benaocaz. La inscripción grabada en las piedras D H S creo que significa Dehesa de la Silla. Un abrazo amigo.

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  4. Buen apunte Juan José. ¿Sería entonces el límite antiguo entre Ubrique y Benaocaz? Dehesa La Silla... Curioso.
    Gracias amigo.

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  5. Hola por mi profesión como topógrafo os puedo asegurar como bien ha comentado Jesus que son los vértices que conforman el périmetro de dos fincas y las iniciales pueden ser perfectamente como habéis comentado Dehesa La Silla pues es el paraje en el que se encuentran.

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  6. ¡Ea! Pues ya está todo dicho y aclarado. Gracias de corazón a los tres selectos comentaristas.

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