domingo, 10 de febrero de 2013

Fuentes II. La huerta de Carretero

Cuando estuvimos viendo el Madroño del Rodezno quedamos en hablar con Francisco,
el dueño del otro lado, para verlo in situ. Según él, con las últimas lluvias, sabemos que
 manan con fuerza las aguas de sus manantiales así que aprovecharemos para
añadir al catálogo de las fuentes que vamos publicando en el blog Lila,
 las surgencias que nuestro anfitrión va a enseñarnos.
Nos dirigimos por el camino de Benaocaz hasta la entrada de la longeva huerta.



A medida que avanzamos, no solo vamos a su encuentro, si no que va en aumento
el estrépito producido por la crecida espectacular y que vemos allí al fondo...



del arroyo del Búho que pasa cristalino y rugiente por debajo del primer puente
de esta parte de Ubrique. Viéndolo de esa guisa es difícil pensar que se seca en verano.



Definitivamente entramos en la propiedad que está situada en la llamada Sierrezuela,
por debajo de la cantera del camino Benaocaz. Hemos quedado con Francisco Gil, 
marroquinero y empresario ya en edad de júbilo. Un ubriqueño de pro,
 amante de la Naturaleza y encargado de esta parte oculta de la sierra de Ubrique.



Viene a recibirnos una amable gallinita que nos guía y acompaña hasta...



la entrada de la humilde casita de campo que está protegida por dos "fieros" felinos.



Estando Ubrique tan cerca, con que no falte una buena chimenea, es suficiente
para pasar un buen rato en invierno con la familia y las amistades.
Pero... ¿dónde se ha metido la gallina recepcionista?



¡Cómo se nota que hace frío! Y la humedad reinante es bastante significativa.
Ahí están metidas en una construcción a todas luces centenaria.



Se nota que a nuestro amigo le "gustan" los animales aunque muchos los preferimos libres.



No puede faltar en veranito un buen chapuzón resfrescante en la portátil. 
Todo rodeado de verde, casualmente es el color favorito de este blog. 
Pero el tono más brillante lo aportan...



los innumerables acantos que pueblan con sus grandes hojas todo el entorno.



Francisco nos conduce hasta las cascadas del manatial de la Sierrezuela.
Algo más abajo están los huertecitos.
Es increíble el ruido ensordecedor que produce el agua al chocar contra las piedras.
El agua aflora por doquier y lo inunda todo...



no hay más que ver que sale incluso por este gallinero vacío por ahora...



pudiéndola ver como mana detrás de la pala por debajo de la roca.
Por eso las gallinas están refugiadas más arriba en la casetilla...



y es que es realmente espectacular ver surgir el líquido elemento 
por entre los resquicios de la sierra...



Hay que elegir otra ruta en una cota superior para avanzar. 
De los tres caminos que cruzan la finca, dos están impracticables.
¡Chorreando agua!



Desde esa altura, la vista de Ubrique es impresionante, con el Rodezno
 y el Convento en primer plano.
Avanzábamos en descenso por entre tunas e higueras cuando de pronto,
 nos llevamos un buen susto con...



esta especie de muñeca diabólica que pendía sobrecogedora sobre nosotros.



-"¡Tranquilos, no asustaros! Es un simple espantapájaros para que no se coman 
en el verano, el sabroso fruto de las higueras."
Hemos llegado al otro lado y nos sorprendemos gratamente cuando 
ante nuestros ojos, se presenta majestuoso...



el preciado madroño. Está justo en la linde del Rodezno junto a la fuente 
de la huerta de Carretero. Por ahora hay poco sembrado en los huertecitos.



El madroño es todo un señor árbol con dos ramales y a ver quién calcula su edad...



pues el diámetro de uno de sus troncos es tan grande que no se abarca con los brazos.



Junto al pozo que también tiene la huerta,
 Francisco nos muestra orgulloso el esplendor de su campo.
Nos cuenta los pormenores y maniobras que hace para el abastecimiento en el verano
cuando se van secando de arriba a abajo los manantiales y la fuente.



Aguas que gracias a las intensas lluvias precipitadas últimamente, 
borbotean y corren a fundirse...



con las trepidantes y encrespadas moléculas acuosas del curso del arroyo del Búho
que llevan prisa por llegar a Ubrique.



Retornamos por nuestros pasos en esta finquita tan llena de curiosidades.
Agradecemos a Francisco la amabilidad que nos ha demostrado.
Ha sido un cicerone extraordinario. Hemos aprendido mucho,
 descubriendo el otro lado del Madroño del Rodezno, 
ese lugar maravilloso cerca del pueblo pero que por su densa vegetación,
 permanece oculto a los ojos de los ubriqueños.




Termina cayendo la tarde. Las vistas son espectaculares. 
Tenemos que decir... ¡hasta la próxima!



Una última mirada atrás y cruzando de nuevo el puente,  caemos en la cuenta de
que es lógico que siga saliendo agua por debajo del túnel del Rodezno cuando se seca
el arroyito que viene desde Aguanueva, ya que las aguas de la huerta de Carretero
aportan aguas al arroyo del Buho bastante tiempo después del fin de las lluvias.
Dicho aporte corre por unirse...



con el sobrante de nuestro principal nacimiento, el Cornicabra.



en el Rodezno, formando uno de los dos afluentes del rio Ubrique.
¡Un misterio al descubierto!


(Dedicado a sus hijos Cristo, Alfonso y Ana María)

(Si quieres ver "Fuentes I. La pasada del Portugués", pincha aquí)



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2 comentarios:

  1. Gracias Manuel, por ir mostrando estos rincones tan chulos que tenéis en Ubrique. Ese madroño quizás merecería estar en el catálogo de árboles singulares de la provincia de Cádiz.

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  2. Impresionante tanto agua, y el sitio de ensueño !
    Salu2

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